Capítulo 6

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Estaba escondido entre las mantas de su cama, totalmente desnudo después de haberse dado una larga ducha con agua caliente. Estaba totalmente seguro en su hogar, con su madre durmiendo en la habitación de al lado... con absolutamente todo en orden. Y aun así podía seguir oliendo aquél sótano, y al cerrar los ojos veía a Gerard a no mucha distancia de él, mirándole de forma tan intensa que erizaba su piel.

Y entonces decidió que no podía seguir durmiendo, más cuando abandonó las mantas descubrió que ya estaba claro y que el sol estaba a punto de llegar a la cúspide del cielo. Seguía él en su cama, pero era obvio que su madre ya no estaba en la habitación de al lado y estaba totalmente solo en casa. Su celular tenía las once de la mañana y realmente podía seguir durmiendo, pero en cuanto cerró los párpados Gerard volvió a estar ahí... y descubrió que había algo que debía hacer.

Abandonó la cama con absoluta pereza y se calzó la misma ropa que había usado el día anterior. Apestaba un poco, pero daba igual. Salió al pasillo mientras acomodaba su cabello con las manos y bajó a la cocina. Había un plato en el microondas listo para su almuerzo, era puré de papas. Decidió guardar el puré en un recipiente de plástico y luego comenzó a buscar en el refrigerador por algo de carne, a él le hacía pésimo comer carne, pero seguramente a Gerard le gustaría algo de comida de verdad. Encontró un par de chuletas y las lanzó ambas a un sartén y mientras las preparaba fue a buscar su mochila, guardó dentro de una bolsa un apósito que su madre tenía guardado en el botiquín y una botella de alcohol para heridas. Con eso listo volvió a la cocina y luego de percatarse que las chuletas estuviesen bien cocidas, las guardó en el recipiente y luego lo puso en su mochila junto a un tenedor, y con prisa salió de casa rumbo al parque.

Cruzó volando la verja rota y no se detuvo en el sendero de camino a la cabaña. Tal y como esperaba, sólo Dayna estaba ahí cuando llegó. Estaba dormitando sobre el sofá y al ver que se trataba de él le pidió un vaso de bourbon desde la mesa. Frank sacó desde su bolsillo una de las píldoras para dormir de su madre y la disolvió sobre el vaso antes de dárselo. La vio tomárselo en dos sorbos y luego, con un gesto, le dijo que iba a estar abajo.

Y bajó.

Ahí tampoco había nadie, hace tiempo se había dado cuenta que todos solían ir por la tarde o por la noche, incluso sus amigos quienes trabajaban hasta las cinco de la tarde en Dios sabrá qué cosa, y lo mejor para estar a solas con Gerard era ir por la mañana, aunque a pesar de saber eso hace tiempo, era esa la primera vez que se atrevía a hacerlo.

Encendió la lámpara cuando bajó y le dio algo de luz al sótano, aunque igual recibía algo de luz natural gracias a unas pequeñas ventanas bastante superiores, ubicadas en dos de las cuatro paredes. Gerard estaba recostado sobre el colchón, respirando de forma sobresaltada, con todo su cuerpo cubierto por la sucia manta que lo había visto estar usando desde que lo conociera.

— Tranquilo... —dijo en cuanto Gerard se percató de su presencia— Sólo soy yo, soy Frank. Vengo a... quiero ayudarte.

Se acercó al colchón y tomó asiento en el borde. Gerard se había incorporado y con sus ojos llenos de miedo y curiosidad le observaba, pero había aprendido a identificar el peligro y, al menos en ese momento, Frank no le resultaba peligroso. Frank sonrió levemente y posó la mochila entre ambos.

— Quiero... necesito que me permitas hacer algo por ti —murmuró mientras le enseñaba el apósito—, dolerá un poco pero temo que se infecten.

— Las de las costillas son las peores, son quemaduras —lo escuchó hablar con voz totalmente rota. Frank asintió, preso de una sensación difícil de comprender. Humedeció el apósito y lentamente comenzó a deslizarlo por la zona. Lo escuchó quejarse entre dientes, más no se quitó. Y cuando terminó con esa zona le dio permiso para limpiar el otro costado. Luego limpió unas heridas en su brazo, y luego la de su mejilla. Seguía estando herido por prácticamente todo el cuerpo, pero esas estaban totalmente infectadas y realmente necesitaban atención urgente.

— Quizás mañana vendré a hacer lo mismo... hasta que sanen. Ahora... yo sé que no confías en mí pero te traje esto y... realmente necesitas comer algo —dijo Frank, los ojos de Gerard temblaron pero en último momento negó, aunque Frank dejó el recipiente junto al tenedor de todos modos—. Mira, yo... de verdad lamento haber... bueno, ya sabes qué te hice y...

— Ha habido peores —replicó Gerard—. No tiene importancia.

— Yo no soy como ellos —Frank le miró a los ojos—. Yo... realmente quiero ayudarte, Gerard. Quiero sacarte de aquí así que háblame de ti y dime cómo puedo ayudarte...

— Mi familia dejó de buscarme, o eso es lo que sé —dijo él—. He estado aquí por meses, ¿sabes? Ya... ya no tiene importancia salir. Nada volverá a ser como antes... yo, yo creo que voy a morir pronto y no hay nada que pueda hacer.

— ¿Cuál es tu nombre?

— Gerard... Way —dijo finalmente—. Ese es mi nombre.

— Muy bien, Gerard Way —dijo Frank, poniéndose finalmente de pie—. Ahora come algo, yo mismo lo preparé... al menos la mayor parte.

Frank le dedicó una sonrisa y por una fracción de segundo vio a Gerard intentar responderla, pero era totalmente difícil para él. Y Frank lo entendió. Se encaminó a la escalera con su mochila al hombro y cuando estaba a punto de marcharse vio a Gerard abrir el recipiente y comenzar a comer como si no hubiese comido en décadas. Anteriormente había preguntado cómo alimentaban a Gerard, más la respuesta fue asquerosa. Restos de comida de Dayna o de alguno de ellos, a veces comida mezclada con sus propios fluidos porque según ellos, de ése modo lo harían más dócil. Y Frank había decidido que no quería saber más.

Cuando subió descubrió que Dayna estaba dormida sobre el sofá, bastante dormida. Salió entonces de la cabaña y de camino a casa decidió tomar un camino diferente porque vio unas sombras acechando el lugar en donde solía juntarse con los chicos. Fue una vuelta totalmente larga e innecesaria, pero salió cerca de su casa y desde ahí trazó de regreso al camino al parque, y efectivamente se encontró a los chicos ahí.

— Frankie, ¿Qué haces tan temprano por aquí? —fue Craig quien habló.

— Quise salir a estirar las piernas, ¿Qué hacen ustedes por aquí?

— Es domingo, hombre. ¿Quién trabaja los domingos?

— Mi madre... —respondió, y realmente sentía que el corazón se le iba a escapar por la boca. ¿Tan estúpido había sido al ir sin percatarse de qué día era? ¿Qué hubiese pasado si era descubierto? Parpadeó varias veces y tomó la cerveza que Ethan tenía a medio beber, y se la acabó de un sorbo— Ando con algo de dinero encima... ¿Qué dicen si vamos a comprar un par de cervezas y de paso comemos algo? Muero de hambre.

— ¿Tú invitarás? —Preguntó Ethan, Frank asintió— Entonces estoy dentro ¿Qué dicen, chicos?

— Yo igual estoy dentro, no tengo nada de dinero encima —dijo Craig.

— ¿Y no que íbamos a ir a jugar al sótano? —preguntó Peter.

Frank tragó saliva pesadamente.

— Él puede esperar, estoy muriendo de hambre —dijo Ethan, y comenzó a caminar. Frank le siguió de cerca y por el rabillo del ojo vio a los dos chicos comenzar a caminar también. Al menos ganaría tiempo para que Gerard comiera tranquilo y luego escondiera el recipiente en algún lugar del asqueroso sótano en el que estaba cautivo.

poetic tragedy ・ frerardWhere stories live. Discover now