Toda historia comienza por un tiempo y motivo

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Era una cálida mañana de otoño, donde Dexter Warwickshire disfrutaba de la calma de las diez, con un café y un bagel en su oficina. De pronto, sonó su celular.

—Hola, ¿con quién tengo el gusto? ㅡdijo con pereza.

ㅡ¡Dex! Bien que contestaste al tiro, mira que necesito ayuda en un caso mío que... ㅡespetó nervioso.

ㅡ¿Ayuda? Mira Miguel, no puedo andar remediando tus metidas de pata e incompetencias, no sé por qué el teniente Willenhall sigue conservando tu empleo —dijo en tono de reproche.

ㅡ¡No es eso, hombre! ㅡagregó ofendido, Warwickshire tenía ese horrible hábito de interrumpir para regañar por gustoㅡ es que de veras, necesito tu ayuda —enfatizó con ruego en su voz.

ㅡDime, que te escucho.

ㅡEl caso que llevamos en la oficina de Dieter Stiglitz, el de los cuerpos mutilados. Lo que pasa es que hemos recibido llamadas de distintos puntos y parece que el asesino está en España, porque han aparecido gran cantidad de cadáveres muertos...

Dexter rió ante lo último.

ㅡ¿De qué te ríes? Esto es serio ㅡexclamó.

ㅡNada, al grano, ¿por qué me necesitan? ㅡcontestó entre risas.

ㅡTú eres uno de los mejores de la Unidad de Crímenes Internacionales, es tu zona de trabajo y eres el más fácil de contactar. Quieren que les ayudes en España, Madrid, específicamente.

ㅡ¿A qué hora me quieren?

ㅡA más tardar el martes por la tarde.

Dexter bufó colgando el teléfono, otro caso que las fuerzas de la ley de algún país no podían resolver por sí solos. Salir de Austria e ir a España, se le antojaba incómodo al detective, no llevaba ni dos semanas siquiera para serguir el rastro de un falsificador profesional que ha cruzado casi toda Europa y ahora tenía que ayudar a un grupo de gente incapaz, para atrapar a un loco suertudo. Él no movería ni un músculo de Salzburg a Madrid sin que llegara el mismísimo Willenhall con la orden y un documento oficial en mano, autorizando así su ayuda en el caso.

Es cierto, el caso le concierne a su unidad, pero es de su compañero, es decir, que se lo asignaron a Miguel y no a él. El moverse extraoficialmente de caso en caso de la unidad le había acarreado problemas al detective con el teniente Willenhall. No quería meterse a líos; el empleo le venía de maravilla para mantener todos los caprichos de su terrible mujer pretenciosa y su hija adolescente de mente maleable.

Con calma suspiró y terminó su entremés para así coger los expedientes que se estaban acumulando en el escritorio.

Aquellas Curiosas MuertesWhere stories live. Discover now