—Regálame un minuto —pidió. Asentí en acuerdo, esperando.

Solo un minuto después cerró su libreta y se giró en su silla hacia mí.

—Abril, ¿cierto? —Volví a asentir—. Esta es la primera vez que te veo en mi oficina. Soy Marta, quien te estará acompañando cada que lo necesites; juntas buscaremos una solución al problema que estés pasando. Según la ficha que me pasaron estás a punto de graduarte ¿Cómo te sientes con eso?

Esa fue la primera pregunta de varias, en donde ella buscaba romper el hielo y hacerme relajar, aunque ya supiera que esa era solo una estrategia. Aun así, respondí a todo lo que me preguntaba, sin ser tan seca y más comunicativa.

Llegó un momento en el que se metió de lleno en el por qué estaba ahí, preguntando por mis ojos.

—Tienes unos ojos muy lindos, nunca había visto ese color en un adulto. —Sonreí.

—Gracias, me lo suelen decir seguido. Creo que es herencia de mi familia materna.

—No he podido evitar notar la sangre que tienes en él. ¿Sufres de alguna enfermedad?

Suspiré, juntando mis manos en medio de mis rodillas.

—No, no sufro de nada... que yo sepa. Aunque más temprano leí que puede provocarse por estrés, así que creo que podría ser eso.

Ella me prestó atención, incomodándome más de lo que ya estaba.

La conversación siguió por ese rumbo, aunque en esa primera sesión no pregunté si una ruptura amorosa podría ocasionar paranoia y hacerme ver cosas que no eran.

El tiempo se acabó, así que luego de abrirme y desahogarme con ella sobre Alan salí, sin sorprenderme del todo al ver a Braham fuera de la habitación.

Que no me sorprendiera no significaba que no me fuera a dar miedo verlo, con esa expresión seria y enojada.

—¿Prohibirme entrar a tu casa? ¿En serio?

—Tenía la esperanza de que prohibiéndotelo no podrías hacerme daño. —Frunció el ceño y se cruzó de brazos.

—Te he dicho muchas veces que no voy a hacerte daño.

—Eso no es lo que dicen algunas... personas —dije dudosa. No iba a echar al agua a Gus por decirme que él era alguien peligroso. Seguí mi camino, nerviosa y deseosa de llegar pronto a mi auto.

El agarre de Braham en mi brazo me hizo retroceder dos pasos hacia atrás, hacia él. Me obligó a enfrentarlo con un apretón fuerte que, si bien no me hacía daño, sí estaba a poco de hacerlo.

Tragué grueso al notar que sus ojos estaban de ese gris rojizo, casi rosa, que tomaban cada que iba a meterse en mi mente.

Lo logró, a pesar de que intenté con todas mis fuerzas levantar alguna barrera que lo mantuviera a raya de mí.

—Que sea peligroso no significa que represente un peligro para ti.

Entrecerré mis ojos.

—Ah, ¿no? ¿Entonces cómo explicas que un guardián pueda estar en mi casa sin que yo lo sepa? —Me acerqué a su rostro para seguir mi discurso en un susurro lleno de énfasis—. Eres un vampiro siguiéndome ¿Qué otra cosa querrías hacer conmigo si no es hacerme daño? vampiro; no tienes más razón de ser que hacer daño.

Él, al igual que yo, acercó su rostro a mí.

—No soy peligroso por ser un vampiro, gatita, soy peligroso porque nací en la escarlata y eso me da el poder de meterme con miles al tiempo si quiero. Suerte para ti que solo te tengo que mantener vigilada, porque de lo contrario, ya estarías muchos metros por debajo de la tierra. Yo soy peligroso, no sabes cuánto, pero por esa razón sigues viva.

Parpadeé rápido cuando, al terminar de hablar, de nuevo en mi mente pareció construirse un muro antes de que pasara con rapidez el recuerdo del sueño anterior.

¿Eran ciertas sus palabras? ¿Mi sueño en realidad había sido algo captado por mi cerebro de manera muy superficial?

Braham hizo una mueca enfadada cuando intentó meterse en mi mente de nuevo.

—Ahí está; sí puedes bloquearme de tu mente.

—No hice nada.

—Oh, claro. No te voy a creer eso.

Me solté de su agarre con brusquedad, alejándome también un paso de él.

—No necesito que lo creas; necesito que te mantengas alejado.

—¡Entiende que no soy yo quien quiere hacerte daño!

—¡Entonces quién, Braham! ¡Me acabas de decir que me tienes que mantener vigilada! ¿¡Para qué!?

Una sonrisa torcida se puso en sus labios.

—No te lo voy a decir. Decírtelo sería tener que olvidarme de tu amistad y eso es algo que en las últimas semanas sí me ha interesado.

Lo pensé, pensando en que, si era sincero, me diría toda su historia.

—Fuiste convertido en la luna escarlata ¿Ese era tu secreto? ¿Eso era lo que encondías de mí y decías que me contarías luego?

Giró su cabeza sin despegar sus ojos de los míos.

—Puede ser. En parte es eso, pero te equivocas en algo: a mí no me convirtieron, yo nací.

Me quedé de piedra.

—Un vampiro no puede nacer, Braham, y en caso de hacerlo es posible que crezca como lo hiciste tú.

Su aliento pegó en mi rostro cuando se acercó.

—Soy la prueba de que tus palabras son falsas, podría seguir demostrándolo, pero no creo que dejarte por forzar a tu mente a abrirse a mí sea una buena idea ahora. —Se alejó, tendiéndome su mano—. Si quieres saber deberás acompañarme. Te pusiste de caprichosa ayer, tu curiosidad es de tus mejores debilidades, así que me aprovecharé de eso hoy. Si quieres saber toda la historia completa, sígueme.

—¿A dónde? —Sonrió.

—A un lugar donde estarás en peligro sin mí.

Exhalé una risa sarcástica.

—No iré a dónde me dices. —Se encogió de hombros.

—Entonces te quedarás sin saber los detalles, ni quien quiere hacerte daño.

Me sentí contra la espada y la pared, pero, aun con temor, me rendí. Suspiré, apretando los dientes y pasando de largo por su mano extendida.

—Tienes una hora, Braham.

—No eres quien pone las reglas aquí, pero está bien. Hoy me siento generoso.

*

Un capítulo corto y escrito rápido porque estoy animada y quería escribir.

A comparación de la versión anterior, creo que esta quedará un tanto más corta, al menos hasta donde iría la primera parte. Aun debo decirles los cambios que haré, pero sigo trabajando en ello. Aunque quede más corta (solo un poco más) en realidad todavía hay mucho por contar.

Nos veremos luego con otro capítulo más largo (espero) y también con nuevas noticias.

Muchas gracias por el apoyo que le están dando a la historia. Las quiero mucho.

Lunas escarlataWhere stories live. Discover now