10-El canto de los cuervos

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La inquietante estabilidad golpeó a Elin con fuerzas, jamás creyó que el silencio fuese a causarle tanto miedo

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La inquietante estabilidad golpeó a Elin con fuerzas, jamás creyó que el silencio fuese a causarle tanto miedo.

— ¿Mel? —Llamó con voz preocupada.

La quietud le respondió.

— ¿Mel? —volvió a llamar. Su respiración inestable llenaba su torrente sanguíneo de pánico.

Se dirigió al balcón con pasos renegados, tragó fuertemente antes de mirar por la ventana.

—Ya es tarde —La voz detrás de ella la hizo sobresaltar.

—Mel —Finamente respiró alivio.

Mel se encontraba sentada en el posabrazos de un sofá, vestía como de costumbre, lucía tan pálida y extraña como siempre, su mochila colgaba despreocupadamente sobre uno de sus hombros y su expresión imperturbable era la misma habitual de todos los días.

—¿Dónde está Aleksey? —Preguntó.

—Él no podrá venir hoy, cariño...—Elin esperó no sonar desconcertada.

— ¿Entonces quién me llevará al colegio?

Durante el camino ninguna mencionó una palabra, cuando Elin estacionó el vehículo Mel salió en total silencio.

—Que tengas un buen...—Mel no esperó responder sus fingidos deseos de bienestar, y le cerró la puerta en las narices.

Ese día no asistió a ninguna de las clases, fue al gimnasio exterior y miró por horas el pasto sintético y las nubes que se reflejaban en los edificios invisibles, observó el mundo y ante su inmensidad el corazón se le comprimió en el pecho, le dolía tragar, le dolía respirar.

¿Por qué?

¿Por qué demonios se sentía de esa manera?

Su corazón como un órgano de cristal se había roto ante la más insignificante sacudida, los trozos quebrados ahora perforaban sus entrañas con una lentitud punzante y dolorosa, cada parte de su ser sucumbía ante el daño más pequeño.

Observó las nubes que transitaban lentamente por el cielo límpido y tragó fuertemente al escuchar voces acercándose.

Estúpidos insensatos siempre irrumpiendo en su hermosa quietud.

Abandonó el gimnasio y se encaminó a la estación. Fue la última en abordar el tren bala que la llevaría al edificio Kourt. Y de pronto se encontró allí, en la biblioteca. El lugar donde él estaría.

—Andriy —Llamó —, vengo a estudiar para el examen de suficiencia.

Dejó caer la mochila al suelo cuando detalló una araña limpiadora sobre uno de los estantes. En la mesita de madera se encontraba un prototipo desarmado junto a un montón de tornillos, herramientas y cables. En uno de los mostradores avistó una tablet de anotaciones, la tomó despacio, como si estuviese a punto de cometer un delito y la encendió con más cuidado del necesario. Creyó que un hoyo negro se instaló en su pecho cuando encontró una carpeta llena de vídeos y con descaro, cliqueó en uno de ellos.

SOLITARIOS ©Where stories live. Discover now