8-Sexto sentido

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El profesor mascullaba algo sobre biomoléculas y anabolismo pero Mel le ignoraba completamente. Las clases le parecían aburridas al igual que el señor charlatán y la vida deprimente en el campus ¿por qué no había escapado aún?

Tomó su mochila y fue almorzar a su acostumbrado lugar en el gimnasio desértico.

—¿En qué curso estás? —Preguntó Andriy después de algunos minutos de silencio —, a estas alturas aún no lo sé.

Mel terminó de tragar sus varenikes del día y se limpió los labios con el dorso de la mano.

—En el primero. Lo sé, deprimente.

—Seguro sientes que no es tu lugar.

—Definitivamente no lo es.

Andriy miró sus zapatos de goma y respiró profundo.

—Oye, quizás esto te parezca una locura, pero hay una forma de saltarse el primer año. El examen de suficiencia será en una semana y si logras pasarlo...

—Entiendo —Mel dejó a un lado su siempre presente escepticismo y sus palabras se tornaron sinceras —, creo... creo que es una buena idea. Lo que ocurre es que me siento un poco desubicada... yo...

—No hay problema —Andriy se adelantó —, yo podría ayudarte. ¿Qué piensas hacer hoy después de clases?

—Iré a mi casa.

—Yo iré a la biblioteca. ¿Quisieras acompañarme?

—Espera... hablas de una ¿Biblioteca física?

—Sí, con libros reales.

—Esos... están descontinuados, ¿no?

Andriy sonrió.

—Conozco este lugar donde aún se conservan unos cuantos.

Mel se quedó en silencio por algunos segundos, no podía negar que la propuesta de Andriy era sencillamente encantadora. Pero había un problema... Aleksey.

—Me gustaría ir... pero...

Andriy afligió la mirada.

—No tienes que ir si no quieres, yo sólo...

—Iré, iré —Las palabras de Mel salieron sin ser procesadas.

El rostro del chico se iluminó como una bombilla fluorescente. —Bien, entonces nos veremos en la salida a las tres.

—Espera —Mel pareció recodar algo súbitamente y tragó con fuerzas —, yo preferiría que nos encontráramos en la cafetería de enfrente si no te molesta.

—Para nada, nos vemos allí.

Las clases que restaron, su cerebro divagó en la estrategia perfecta para persuadir a Aleksey, no se le ocurrió nada a parte de abandonar la clase veinte minutos antes y dirigirse con pasos inseguros a la cafetería. Nunca había sentido temor antes, pero la idea de que los batas blancas pudieran abandonarla a su suerte no le agradaba en lo absoluto.

SOLITARIOS ©Where stories live. Discover now