20: Joder, te quiero, nena.

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—Gracias —le dije, simplemente. 

—Odié la manera en que dejamos las cosas... en el estacionamiento. — susurró contra mi piel. 

—Shh —La acaricié, alejando sus miedos, apartando el mechón de cabello de su rostro—. Eso fue mi culpa. ¿Me perdonas? — No respondió.  Le di un beso en la frente, su olor dulce envolviéndome. —Sé que no soy el tipo al que llevas a la casa de tus padres, y eso nunca me ha molestado hasta ahora, pero maldita sea, Taylor. Lo siento.

Incluso si yo soy el primero en estar dentro de ella, el primero en follarla, ¿sería eso aún suficiente? ¿Estaría de acuerdo con el hecho de que tarde o temprano algún capullo con un buen coche y un trabajo de oficina llegaría a ella y le pondría un anillo en su dedo? Joder, no podía pensar de esa manera. Era lo que ella se merecía. Pero me gustaría tomar cada segundo que pudiera conseguir con ella hasta que llegara ese momento. 

Ella empujó mi pecho, ganando espacio y me aleje de ella. A la luz de la luna, sólo podía ver su silueta cuando se sentó para quitarse los zapatos y levantó su camiseta sobre su cabeza, empujando sus tetas fuera. Toda la sangre se agolpó en mi ingle y contuve un gemido. Tragué saliva, y tenía una respiración entrecortada. Era la jodida perfección. Presionó unos pocos besos suaves en mi garganta y mi pecho y sacudió sus caderas contra las mías. Todo se sentía diferente con ella. Claro, yo estaba muy excitado, pero era más que eso, también. 

No había nada sobre este sentimiento. Con cada gemido suave que obtenía de ella, cada vez que su mirada se encontraba con la mía, estaba enamorándome más y más profundo. Pero no le había pedido que fuera parte de mi vida porque sabía que eso no era realista. Había estado alrededor de nosotros, observo cómo funcionaban las cosas y no podía privar a Jazzy en esto. 

Cerré los ojos y traté solo de disfrutar del momento que estaba teniendo con ella. Llegué a su espalda y desabroche su sujetador, necesitando saborearla. Joder, daría mi huevo izquierdo por una probada. Planté varios besos con la boca abierta en cada uno de sus pechos desnudos. Ella acerco sus pechos, acercándose más cerca de mi boca. 

—No me provoques, pastelito. No si no estás lista para esto... —Mi voz era gruesa, y mi tono más amenazador de lo que pretendía, pero Taylor se puso de rodillas en el centro de la cama y empezó a desabotonar sus pantalones vaqueros, lentamente deslizándolos por sus caderas, meneando su pequeño culo. —Las bragas también —gruñí. Deslizó sus dedos por debajo del elástico de sus bragas y las bajó por sus piernas, enviándolas a un lado de la cama junto con los vaqueros. Una vez que se desnudó por completo, me quité mi propia camiseta y tiré hacia abajo mis pantalones vaqueros, arrojándolos al suelo. —Ven aquí. 

La recosté sobre su espalda, y separe sus rodillas hasta que sus piernas se abrieron lo más amplio que podían, antes de que se inclinara hacia adelante para saborearla. Cuando mi boca encontró su carne, su cabeza cayó hacia atrás contra la almohada y dejó escapar un gemido. Rodee su clítoris con mi lengua, jugando y chupando la carne delicada con mi boca mientras ella se retorcía debajo de mí. Sus caderas no permanecieron inmóviles, se levantaban al encuentro de mi boca como si tuvieran mente propia, y tuve que agarrar su cintura para que poder inmovilizarla. 

Podría hacer esto todo el día, pero no pasó mucho tiempo antes de que ella apretara el edredón en sus puños y gritara mi nombre cuando su liberación se estrelló contra ella. Me arrastré hasta su cuerpo y la abrace contra mi pecho, donde rápidamente se encontró de nuevo. 

—¿Estoy perdonado ya? —Susurré en su pelo. Suspiró con satisfacción y dio unas palmaditas en mi espalda. —Umm — Me reí entre dientes. Haciendo a un lado el hecho de que tenía una erección palpitante, me habría quedado allí toda la noche mientras la sostenía, haciendo lo mejor que podía hacer para conquistarla. Pero después de unos minutos, cuando la respiración de Taylor volvió a la normalidad, se subió encima de mí, a horcajadas sobre mi regazo. La sensación de su calor húmedo contra mi erección envió mi ritmo cardíaco a las nubes. 

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