16: ¿Dónde están chicas?

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—Ah, seguro. —Mi vecina usualmente se lo corta, pero qué diablos—. ¿Dónde están? Podría pasarme y ver a Jazzy.

—Claro. Le encantaría, estoy segura. —Me dio la dirección y salí en mi camioneta, necesitando salir de mi muy silenciosa casa. Cuando entré al spa, fui recibido por los sonidos de la música de la Nueva Era mezclados con el canto de pájaros, el bullido del agua y el aroma de lavanda que era tan fuerte que me golpeó en la cara. Giré una esquina y encontré a Taylor y a Jazmin sentadas en largas sillas, sus pies apoyados frente a ellas. 

—¡Justin! —gritó Jazzy una vez que me vio. Movieron sus rosadas uñas hacia mí. No estaba seguro de si se suponía que debía decir un cumplido. 

—Mira eso. Dos muy hermosas chicas.— Sonrieron ante mi cumplido, así que asumí que dije la cosa correcta e hicimos nuestros caminos hacia el frente. 

—Aquí. —Taylor me tendió su tarjeta de crédito—. ¿Puedes hacerte cargo? Quiero correr a la panadería de al lado. Sólo será un minuto.

—Claro. —Tomé la tarjeta, pero planeaba pagar con la mía una vez que ella se fuera. Ya había hecho mucho por nosotros. Pero cuando la chica en el mostrado me dijo que la cuenta era trescientos dólares, de mala gana le entregué la tarjeta de Taylor. ¿Trescientos dólares por pintarse las uñas de los pies y un par de cortes de pelo? Su cabello no lucía diferente para mí. 

Una cosa estaba clara: Taylor llevaba un estilo de vida que nunca sería capaz de permitirme. Y estaba seguro que Jazzy no necesitaba acostumbrarse a este tipo de tratamientos. Taylor regresó unos pocos minutos después llevando una pequeña caja de pastel rosa, viéndose satisfecha. Firmó el recibo de la tarjeta de crédito y tomó la misma del mostrador, luego se dirigió hacia su auto con Jazzy a su lado. 

—Nos vemos de nuevo en tu casa —gritó. 

Me quedé parado inútilmente hasta que se alejaron, luego pisoteé todo el camino hacia mi camioneta. Me detuve de camino a casa para recoger la cena para nosotros tres, necesitando hacer algo para mantener las cosas bajo control. Una vez que llegué a casa, pude escuchar a Jazzy cantando y jugando en su habitación y encontré a Taylor sentada en el sillón, esperándome. Dejé las bolsas de comida en la mesa y me giré hacia ella. 

—No tenías que hacerlo todo el día. —Mi voz sonó más dura de lo que pretendía. Ella se paró y puso las manos en su cadera. 

—Sé eso, Justin. Quería hacerlo. Nunca tuve una hermana pequeña. ¿Ni siquiera se te ocurrió que me gusta pasar tiempo con ella? —Mierda. Soné como un verdadero idiota. Me froté la parte trasera de mi cuello. 

—Lo lamento, es sólo que esto es nuevo para mí. —No se podía negar que la manera en que Taylor estaba con Jazzy complicaba las cosas entre nosotros. Se retorcía en mis entrañas y sacaba mis instintos protectores. Su expresión se suavizó. 

—Es nuevo para mí también. —Inclinó su cadera contra el mostrador, irguiéndose inconscientemente más cerca de mí. Levanté mi mano para acariciar su mejilla, incapaz de resistir el tocar su suave piel. Pasé mi pulgar encallecido por su mandíbula. 

—Oye —Sus ojos se reunieron con los míos—, lo siento. Me pongo sensible con ella. 

—Sip, lo noté. Esta es la última vez que intento hacer algo lindo. —Su tono era serio, pero levantó la mirada con una traviesa sonrisa torcida. Quise besar esa suficiencia en su hermoso rostro. 

—Aw, no vayas por ese lado, pastelito. Vamos. Quédate a cenar. —Comprobó su reloj. 

—Eso probablemente podría arreglarse. 

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