Causas Justas: Primera parte

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Horas más tarde, antes del amanecer, el grupo estiró sus huesos, y uno a uno, empezaron a prepararse para salir. Sólo había alguien que, a esas horas y con todo ese ajetreo de voces y de personas entrando y saliendo descontroladamente, podía estar dormido como un lirón...

Elsword.

-Parece que el estúpido no tiene ganas de vivir por hoy- Lu estaba irritada. Add la observó desde todo lo alto que era y le tocó el hombro para llamar su atención. Ella le devolvió la mirada y él apuntó su vista al lavabo. Dentro había una cubeta...

Por un instante, sus miradas se conectaron y sus cerebros se unieron. Y una sonrisa siniestra se dibujó en sus labios.

-¿Sería tan amable de ayudarme a llenar esa cubeta con agua, amable señor?- La cara de Lu era siniestra. Ciel se llevó una mano a la frente.

-Oh cielos ¿Vamos a comenzar con esto Lu?-

La pequeña siguió riendo a carcajadas entre cortadas.

-Dejalo pasar esta vez, compañero- dijo Add con una voz súper relajada -Yo la cuido kehehehe-

Ciel dudó un instante, pero al ver que su ama no puso pegas, los dejó tranquilos. 

Add rió bajito.

-Sera un placer, Madame- le entregó por respuesta el chico de los Dinamos y aprovechando la situación, hizo una graciosa reverencia. 

Tras abrir el grifo y esperar un momento, la cubeta estaba casi repleta de agua fresca. Add cargó el cubo de lámina oxidada y Lu abrió con calma la puerta de la habitación de Elsword. El chico dormía con la columna torcida, boca arriba, con el estómago descubierto, los pies descalzos y la boca abierta. Una almohada tirada en el piso, a unos dos metros de la cama, ilustraba perfectamente, como era que dormía el pelirrojo. La chiquilla albina se encaramó sobre la mesita de noche y tomó la cubeta.

-Madame ¿Me haría el honor de vaciar este cubo de agua sobre la cabeza de este infeliz? Kehehehehe-

Lu sonrió maliciosamente mostrándole los colmillos que caracterizan a su especie.

-Será un placer-

La garra metalica de Lu giró ciento ochenta grados y toda el agua cayo sobre el rostro y cabeza de Elsword. El mocoso se levantó pegando un grito, jadeando y temblando como un gato.

-¡Vámonos!- gritaron al unisono Add y Lu, quienes salieron como bólidos de la recamara. 

-¡Ya me las pagaran! ¡Ya verán!- Gritó Elsword, quedándose modorro de nuevo sobre las sabanas y la cama mojadas.

Tardo quizás otros diez minutos más, tuvo que cambiarse sus ropas mojadas ademas de pasarse una toalla por el cabello húmedo.

Ya con todo listo, el grupo partió en singular calma, en silencio. Los habitantes de la villa salían a despedirlos. Así era por lo general a donde iban a ayudar. No hubo vitoreos ni muchedumbres escandalosas. Los seguían con la vista, en silencio, respetando la hora y la ley que marca que, antes del alba, la calma debe perdurar.

Peita no era una Villa muy lejana. Tampoco demasiado cercana. Si todos los miembros del equipo tuviesen la capacidad para volar o levitar, llegarían sin muchos esfuerzos y ahorrando una cantidad de tiempo sorprendente. Si salían al alba, y al acostumbrado paso que solían marcar a cada viaje, tardarían un rato. Los primeros rayos de luz se filtraban entre los espacios de las ramas de los arboles, cuyas hojas estaban ya tintadas de amarillo mostaza. Se escuchaba el trinar de aves por todas partes. Entre ellos, se daban los buenos días.

Elsword: Crónicas del CaosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora