11: No me tientes, Tay.

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Cuando finalmente miré al hombre, me di cuenta de que él me estaba mirando, con los ojos entornados. Tomé otro sorbo de mi cerveza y corté la conexión. 

—¿Qué? —preguntó. 

 —Has dicho que has tenido a Jazzy desde que tenías dieciocho años. Me pregunto... ¿qué pasó con tus padres? — Tomó un buen trago de su propia cerveza antes de responder. —Ese es un muy generoso término para ellos. 

Me mantuve en silencio, envolviendo mis dedos alrededor de la botella helada, esperando a que continuara. 

—Fui criado por mis abuelos, y me dejaron esta casa cuando fallecieron. Yo sólo tenía diecisiete años, mi madre había dado a luz a un bebé, y lo dejó abandonado aquí. Jazzy no andaba todavía y necesitaba más cuidados de los que ellos estaban dispuestos a darle. —No pude evitar comparar cuán diferente era mi vida. 

Mis padres y yo pasábamos las vacaciones en Italia y las navidades en nuestro albergue de esquí. Nunca me faltó nada mientras crecía, a excepción de un poco más de libertad. Justin tenía que cargar con una niña con necesidades especiales. 

 —Vi a esa niña, y ella me robó el corazón. Me gradué temprano de la escuela secundaria y comencé a trabajar, decidido a darle a Jazzy la vida que mis padres no pudieron. Ellos fueron arrestados más tarde por tener un laboratorio de metanfetamina en su remolque y ahora están en la cárcel. —Guau. Sintiendo mi agitación interior, le dio a mi mano un apretón. —Te lo prometo, nos arreglamos. 

 —Lo sé, ya lo veo. —Y realmente lo hacían. Justin estaba haciendo lo mejor que podía, proporcionando un hogar seguro y amoroso, aunque el pago de las facturas fuera de forma poco convencional. ¿Quién era yo para juzgar? 

 —¿Por qué viniste hoy? —Sabía que la cuestión no había sido olvidada. Dudé por un segundo antes de contestar. 

—Por Jazzy. —Lo que era completamente verdad. Esperó, mirándome con curiosidad. 

—¿Estás segura de que eso es todo? —Las imágenes del sexy video se reproducían en mi mente, la curva sensual de su boca mientras devoraba a besos a la chica. Sus manos grandes y ásperas suavemente acariciando su piel. La manera hábil con la que sus dedos la separaron y frotaron círculos lentos en el lugar correcto. 

—Yo... no lo sé — suspiré. Se pasó una mano por la parte de atrás de su cuello, dejando escapar un suspiro. 

—Mierda. No me tientes, Tay. —Su voz era una súplica en bruto en el silencio de la habitación. El apodo en sus labios se sentía mucho más íntimo de lo que tenía derecho a parecer. Mis amigos acortaban mi nombre todo el tiempo, pero nunca antes había hecho saltar mi corazón. 

Me volví hacia él en el sofá, sabiendo que esto era una locura. Él era una maldita estrella porno. Un chico malo con la M mayúscula. No alguien por quien debería sentir algo, pero ahí estaba de todas formas, pulsando en mí pecho. Deseo, un deseo feroz que no podía nombrar. Algo que definitivamente no debía a explorar.

Quería sentir su toque. Yo quería tener esas manos grandes, fuertes y callosas por el trabajo de la construcción, y sin embargo, todavía suaves, por todo mi cuerpo. Me pregunté si podría ser un simple capricho, como el tipo que desarrollabas por una estrella de cine. Lo había visto en el más íntimo de los momentos, así que tal vez mi cerebro se había creado algún tipo de fascinación extraña que no se basaba en nada más que en su cuerpo sexy provocando al mío, carente de sexo. 

Sin embargo, cuando Justin se volvió hacia mí y colocó sus manos en mi cuello para tirar de mí más cerca de él, sus labios esperando, todo pensamiento coherente se me escapó. Se inclinó lentamente, dándome tiempo para alejarme antes de que su boca capturara la mía en un beso abrasador. Oh, Dios, era apeteciblemente bueno. Lento y sensual, adorando a mi boca, mordiendo mis labios, saboreándome, y haciendo a mi sexo húmedo y necesitado. Mi lengua salió a lamer su labio inferior y la suya, al mismo tiempo, chocó con la mía en una maraña de calor húmedo. Sus dedos se enroscaron más en mi pelo mientras su pulgar trazaba lentos círculos sobre la piel sensible en la parte trasera de mi cuello. Una mezcla de emociones inundó mi sistema. Todo, desde el deseo por ese hombre sexy, hasta el temor de que Jazzy nos pudiera atrapar, y la vergüenza de que mis padres nunca lo aprobaran como mi novio. 

Supe que estaba muy por delante de mí incluso pensar así cuando Justin se detuvo de repente, y se retiró. Sus ojos me estudiaron, tratando de entender lo que acababa de ocurrir entre nosotros. 

—Vas a ser mi muerte, pastelito —dijo rozando la humedad de mi labio superior con el dedo índice. 

Bajé la mirada y vi el bulto enorme esforzándose contra sus vaqueros. Apreté los labios en una línea estrecha, tratando de evitar sonreír como una tonta al pensar que yo lo había afectado tanto como él a mí. Levantó mi barbilla con un dedo y me hizo mirarlo a los ojos. 

—Oye, está bien. No te pongas tímida conmigo ahora. Tragué saliva y me relajé en su mano. Su pulgar acarició mi mejilla y me moví automáticamente a sus caricias, mis párpados soñolientos cerrándose. —Eso está mejor —Sonrió y dejó caer la mano—. Yo no sé lo que está pasando en esa cabecita tuya, pero si alguna vez realmente quieres hacer esto, yo voy a ser el que lo haga. Joder, estaría honrado. Pero debes hacerlo cuando estés lista, y con alguien especial.— Asentí con la cabeza, chupando mi labio inferior para que Justin no lo viera temblar. —Ya es tarde. Probablemente deberías ponerte en camino. —Se paró y ajustó su erección—. Ven a ver a Jazzy cuando quieras.

Me acompañó hasta la puerta y salió de la casa. 

Si yo no lo supiera, habría pensado que estaba tratando desesperadamente de deshacerse de mí. 

Volví a casa, agotada, pero sobre todo confusa. Pero cuando aparté los pensamientos de Justin a un lado y recordé la carita de Jazzy sonriendo hacia mí, o la determinación para sobresalir en cada ejercicio que le mostré, mí corazón dio un tirón y me aferré a esos recuerdos, preguntándome si volvería a ver a alguno de los dos de nuevo. 

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