38.

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Rubén se encontraba en acostado en su cama, mirando la televisión mientras se aburría. Pues, aquel catorce de febrero lo estaba pasando solo aunque Mangel le había dicho que iba a pasarse más tarde.

Rubén empezó a pensar en lo suertuda que era Sofía por pasar con Mangel un día normal... pero su mente lo ignoró, sabía que eso le haría mal y no tenía porque estar celoso. Mangel era suyo.

Llevaba puesta su camiseta, aquella que lanzaba un olor tan particular: la colonia de Mangel. Y empezó a recordar cosas de la noche anterior, cuando Mangel tocaba su cuerpo, cuando lo mordía, cuando lo apretaba contra él... y no pudo evitar excitarse. Y aunque ya estaba bastante grande para hacerlo, tenía unas terribles ganas de masturbarse.

Y aparte era lo único que podía hacer para no pensar en Sofía y Mangel, juntos.

Así que, dejándose la camiseta de su amado, cerrando los ojos; empezó a mandar su mano debajo de sus bóxers mientras se tocaba pensando en Mangel. Mientras recordaba como él lo tomaba de las caderas y con un solo movimiento lo penetraba, se mordió el labio al imaginárselo y no pudo evitar lanzar un gemido.

Escuchó como sonaba el timbre y tuvo que parar mientras empezó a calmar todos sus nervios. Mientras se ponía unos jeans, fue abrir la puerta encontrándose con Mangel.

Le pareció raro, ya que era muy temprano, pero aún así no pudo evitar hacer una sonrisa cuando lo miro.

—Hey—lo saludo mientras se acercaba a él, pero Mangel rápidamente lo cogió de la cintura y lo abrazo. Rubén pudo sentir como las lágrimas de Mangel mojaban la camiseta—. ¿Amor?—preguntó Rubén, preocupado mientras llevaba una mano a la nuca de Mangel y lo acariciaba.

—Lo siento, Rubén, lo siento...—murmuró mientras no podía parar de llorar. Mangel se sentía tan patético, se sentía muy estúpido. Pero no podía evitar llorar. Era lo único que quería hacer.

— ¿Qué pasa?

—Rubén...—Mangel lo abrazó con más fuerza, no estaba listo para perderlo—. Rubén, lo siento.

—Hey, hey, ¿lo siento? ¿Por qué?—Rubén agarró las mejillas de Mangel e hizo que éste lo mirara, sus ojos estaba llenos de lágrimas. Rubén sintió un nudo en el estomago por verlo tan mal—. ¿Qué paso, mi amor?

—Rubén—Mangel tomó aire mientras intentaba calmarse—, Sofía... Sofía está embarazada.

— ¿Qué?—dijo Rubén mientras sentía como sus piernas se debilitaran. Hubiera caído si no hubiera sido que Mangel lo sujetaba con fuerza contra él—. ¿Cómo...? Mangel... no... no puedo...

—Lo siento—repitió una vez más Mangel mientras su voz se quebraba—. Mi amor, lo siento tanto...

—Tu...—Rubén miro los ojos oscuros de Mangel mientras lo alejaba—. Tu... joder, no puede ser...

—Rubén, respira.

— ¿Cómo puede ser? ¿Cómo...?

—Fue hace dos meses, antes... antes que tú y yo empezáramos esto.

— ¿Y no conoces los condones?—le gritó Rubén mientras sentía como sus ojos se llenaban de lágrimas—. ¡Es que, joder, justo ahora!

—Rubén...

Rubén no pudo escucharlo porque se dirigió al baño y busco en sus cajones una caja de preservativos, cuando volvió a la sala, se los tiró a Mangel.

— ¡Feliz san Valentín, gilipollas, espero que te cuides a partir de ahora!

—Mi amor...

—No me llames más así, ¡no soy más tu amor! ¡No soy más nada tuyo!

— ¿Qué... qué estas queriendo decir?

— ¡Que ya no quiero verte, joder!—gritó Rubén mientras se limpiaba las lágrimas de sus ojos—. ¡No quiero saber nada más de ti! ¡Ojalá sean muy felices tú y Sofía! ¡Ya me mandarás la invitación de la boda, jodido capullo de porquería!

—Hey, Rubén, cálmate... no me voy a casar con ella...

— ¡Me da igual! ¡La has cagado, Miguel! ¡Me has perdido!—Rubén sintió una frustración muy grande, fue hasta la habitación buscando la jodida almohada que le había regalado su amigo hace años atrás y se la lanzó también—. ¡Jodido gilipollas! ¡Tres años desde esa maldita almohada! "Siempre tuyo", mis cojones. ¡Nunca serás mío! ¿Y sabes por qué? ¡Porque fuiste lo suficiente estúpido para no cuidarte una noche, una jodida noche!—Rubén se sacó la camiseta y se la tiró—. Llévatela, llévate todo. Llévate esa jodida almohada y esa camiseta de porquería, no quiero nada tuyo, no quiero nada que tenga que ver contigo. ¡Esto se termino! ¿Me escuchaste? ¡Se terminó!

Mangel simplemente podía estar en silencio, ya que si decía algo, seguramente Rubén le lanzaría otra cosa. Simplemente dejó la almohada y la camiseta en el sofá.

—Esas cosas te las he regalado, aunque no te guste, son tuyas—dijo.

— ¡Te odio!—le gritó Rubén a su espalda, claramente mintiendo... porque no podía odiarlo, pero ya no podía rebajarse más.

Mangel sintió como su corazón se rompía cada vez más mientras caminaba a la puerta.

—Yo te amo, Rubén...—dijo Mangel—. Lo siento, de verdad—acto seguido, cerró la puerta a su espalda.

Dejando a Rubén solo mientras caía de rodillas, alcanzando la almohada y abrazándola como si su vida dependiera de ello.

Pero su vida ya había desaparecido detrás de esa puerta. Llevándose consigo su corazón destrozado.


Uncover.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora