3. Rubén.

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Me despertó el sonido del timbre y gruñí malhumorado. Empecé a dar vueltas en la cama cuando volvieron a tocar.

Jodidos cabronazos. ¡Es sábado! ¿No entienden que los sábados se puede dormir hasta la hora que quieras?

Suspire mientras me levantaba y volvieron a tocar.

¡Joder, el que sea le voy a dar unas buenas hostias!

Abrí la puerta y me encontré con Mangel. Pero se notaba distinto. Tenía el ojo morado y tenía sangre en el labio, además su camiseta estaba rota.

—Joder, ¿qué carajo te paso?—pregunte mientras agarraba de su brazo y hacía que entrara en el departamento, cerró la puerta a su espalda y me miro con sus ojos negros.

Sabía que no necesitaba preguntarle qué había pasado.

— ¿Kevin?

—Sus malditos amigos—dijo mientras se sacaba la camiseta y la tiraba en el sillón. No pude evitar mirarle el torso desnudo y me mordí el labio. Joder, no—. Eran tres. ¡Encima manda a cabronazos que hagan su parte! Es que si hubiera sido uno le hubiera dado una buena hostia en el culo, ¿sabes?

Simplemente asentí. Sabía que en parte era mi culpa que él estuviera recibiendo estos golpes. Si le hubiera dado el puto dinero a Kevin y no comentarle nada a Mangel, probablemente no esté escupiendo sangre en el suelo.

— ¿Puedo usar tu baño?—preguntó mientras hacía una mueca.

—Claro—dije.

Sin dedicarme ninguna mirada, se dio la vuelta y empezó a caminar hacía mi baño. Mientras yo iba a la habitación a ver si tenía alguna remera que pudiera usar.

Encontré una que él había dejado cuando nos cambiamos de piso, cuando cada uno decidió irse por separado. Tenía pensado en devolvérsela... pero jamás lo hice. Supongo que era lo único que me ataba a aquellos días. Supongo que ya no iba a tener nada.

Golpee la puerta del baño y salió Mangel, con el pelo mojado y gotas que le caían por la cara. Hasta lastimado se veía... guapo.

Joder, ¿quién pensaba que su mejor amigo era guapo?

Tomé aire.

—Toma, encontré esto—dije mientras le entregaba la camiseta y la miro con curiosidad hasta que sonrío.

—La tenías tu, cabrón—dijo mientras negaba con la cabeza y se paso la camiseta por la cabeza mientras se dirigía a la sala.

— ¿Quién más podría tenerla?—pregunté mientras me sentaba en el sillón y encendía la televisión.

—No sé—dijo mientras se sentaba a mi lado—, alguna chica.

No dije nada. Simplemente me encogí de hombros y empecé a cambiar los canales hasta encontrar algo que me divirtiera.

Pasamos el día jugando a juegos de acción o de pelea hasta que me dijo que tenía que irse.

—Gracias por... devolvérmela—dijo mientras echaba una mirada a la remera y hacía una media sonrisa.

Giré los ojos.

—Descuida, no andes dándole ropa a tus chicas.

— ¿Celoso?

—Jo, vamos—dije mientras empujaba su hombro e hizo una cara de dolor. Joder. Sí que lo habían machacado—. Lo siento.

—No te preocupes—negó con la cabeza—. Nos vemos luego.

Me despedí con la mano mientras lo veía subir al ascensor y cuando giró, me encontró mirándolo. Simplemente sonrío antes de guiñarme el ojo.

Cerré la puerta y fui a darles comida a mis gatos, que no les había dado atención desde que había llegado Mangel.

—Lo siento—dije mientras acariciaba a Raspberry—, pero no siempre tengo tiempo con él.

Raspberry maulló como si supiera de lo que hablaba, como si me entendiera mientras Wilson solo se dedicaba a atacar su comida.

Quería ser un jodido gato, seguro así no tendría más preocupaciones.

Empecé a ir a mi cuarto de "juegos", donde me disponía a grabar y decidí grabar uno de terror. No pasaron más de quince minutos cuando recibí una llamada.

—Hola—atendí sin ver quién era.

—Rubén—la voz era de Mangel, fruncí el ceño.

—Hey, ¿qué pasa? ¿Ya me extrañas?—dije burlándome pero sonreí, si me extrañaba...

—Rubén, escucha, entraron en mi casa.


Uncover.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora