~Capítulo 12~

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Harry's POV

Me quedo mirándolo fijamente con incredulidad hasta que la camilla desaparece en los pasillos. El chico también me miró. ¿Es posible que me haya reconocido? Sí, es posible, ya que se me quedó mirando hasta que ya no pudo hacerlo.

No puedo creerlo, me encontré cuatro años después con un chico que creí que jamás volvería a ver. Por alguna razón, me emociono, y me quedo como tonto parado todavía pegado a la pared, pensando. ¿Qué habrá sido de él? ¿Qué le habrá pasado? ¿Estará muy grave? Las preguntas rondan en mi cabeza, y cada vez son más, se acumulan, y me confunden. Me dan dolor de cabeza. Tengo que sacarlas de mi mente, pero mientras esos ojos del color del zafiro continúen dentro de ella, eso será imposible.

Respiro profundamente y corro hacia la salida del hospital, para luego encaminarme hacia mi auto, que está estacionado en doble fila, y montarme en él. ¿En qué habitación estará? Luego preguntaré.

¿Luego preguntaré? Ni siquiera lo conozco, ni sé su nombre ni nada sobre él, solo lo vi dos veces en mi vida, ¿y quiero preguntar por él? ¿Qué mierda me pasa?

¿Acaso voy a ir a preguntarle a la secretaria en qué habitación se encuentra un chico de ojos de color indefinido, entre el celeste y el verde?

Que locura.

Conduzco por la carretera zigzagueando y pasando a los vehículos que se interponen. Seguro que me estoy excediendo del límite de velocidad, pero me importa muy poco. Tengo que llegar a casa y volver en menos de diez minutos, lo que es técnicamente imposible, pero estoy haciendo lo que puedo. Retrasarme no es una opción, no quiero dejar mucho tiempo solo a mi mejor amigo. Tal vez Liam volvió a entrar hasta que acabase el horario de visitas, pero no puedo confiarme en eso, así que trataré de apresurarme.

Todos los semáforos están en rojo, así que no tendré multas solamente por exceso de velocidad. Mierda.

Llego finalmente. Justo una persona está saliendo, así que rápidamente me bajo e intento entrar antes de que la puerta se cierre. Pero la puerta se cierra en el mismo segundo en el que llego, y choco contra el cristal. Pierdo tiempo en buscar la llave y abrir el portón. El portero me detiene para preguntarme por qué estoy apurado y si me encuentro bien por el reciente golpe con la puerta. Me disculpo y le digo que luego hablamos ya que estoy muy tarde mientras me dirijo hacia el ascensor. Está ocupado, y bufo. En tiempo récord subo corriendo las escaleras. De todos modos, el ascensor es demasiado lento. Trato de poner la llave en la cerradura, pero estoy nervioso y la maldita cosa no quiere entrar en el pequeño agujero. Puta cerradura.

Cuando uno está muy apurado, parece que todo y todos conspiran para que se atrace. Eso es ley.

Me cambio con lo primero que encuentro en los cajones, pero al verme en el espejo, noto que estoy ridículo, así que vuelvo a cambiarme, esta vez un poco más decente, y cómodo, como para pasar una noche en una silla de hospital. Saco el cargador del celular del enchufe, es una mala costumbre mía dejarlo puesto aún cuando el aparato termina de cargar, pero nunca aprendo. En el camino veo un paquete de galletas en la mesa, que agarro y me lo guardo en el bolsillo, guiado por el hambre. Me aseguro de que no necesito nada más antes de cerrar la puerta, y mientras lo hago, me fijo la hora en mi celular: 21:35. El horario de visitas terminó hace 5 minutos. Bajo rápidamente y salgo, esta vez sin problemas. Conduzco hacia el hospital, seguro Liam estará esperándome. Ahora, todo parece estar a mi favor. Llego en diez minutos al centro médico.

Entro y le digo a la secretaria que yo haré el turno esa noche en la habitación de Ed Sheeran. Asiente y me indica el número del cuarto. Corro hacia los ascensores, mi amigo se encuentra en el quinto piso, en la habitación 626.

ANOREXIA- Larry StylinsonWhere stories live. Discover now