Capítulo V: Bistec Quemado

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—¡Ajá! Tanto que te la hechas y tan pendejo que eres... ¿Acaso no eres tú el que se pajea en el baño pensando en...? ¿Cómo se llama la sobrina de Carmen? Ah, sí... Luna.

—Cállate hijo de puta... La próxima vez, tocas antes de entrar a mi baño.

Sí, el desgraciado me había pillado masturbándome hace unos días cuando vino a contarme sobre su "luna de miel" en el Hilton con Kayla.

—Eres todo un dios pajero, guapo.

—Sucio...

—¿Sucio yo? Jah... Y bien, ¿qué quieres que viniste a interrumpir mi trabajo?

A decir verdad, ya el enojo se ha esfumado casi por completo.

—Quedé con Luna hoy...

—Ajá, ¿qué con eso?

—¿Es normal desear tanto? ¿Tanto como para rasparme cinco en una semana pensando en ella?

—Felipe, mi niño, ¿qué pasó con el experimentado dios del sexo? ¿Tengo que darte clases de nuevo?— Lo miro entrecerrando los ojos— Ya, ya... Es broma. La cosa, pana mío, es bien sencilla; tú estás así porque no te has hundido en ella... Te dejó con las ganas y las fantasías surgen y aumentan. Punto para la gordita... Solo tienes que saciar tu curiosidad y luego se te pasará.

—¿Cómo sabes...? ¿Cómo sabes que es llenita?

Nathan sonríe de medio lado.

—Me di la tarea de averiguar quién es la chica que enamorará hasta enloquecer a mi mejor amigo... No tuve que buscar mucho, Google da interesantes datos sobre la gordita que se robó el show en una pasarela... Debo admitir, que al principio dudaba que fuera ella, dadas sus descripciones físicas, pero al leer la biografía y ver que reseñaban que era sobrina de una de las abogadas más prestigiosas del país, pues ya no habían dudas.

—Mira Nathan, el hecho que a ti te hayan emburujado con esas idioteces del amor, no significa que a mí también me caerá la misma maldición. Nunca volveré a enamorarme, mucho menos de Luna...

****

Miro mi reflejo en el espejo y me pregunto si es el atuendo adecuado: un mahón** oscuro, una polo negra y mocasines. ¿Le agradará?

¿Pero qué carajo? ¿Qué importa si le gusta o no? Le doy la espalda a mi reflejo y me perfumo. Salgo de mi apartamento pensando en ir a dar un paseo por las curvas.

Al principio, dudaba en ir, pues nunca confirmó si tendríamos una cita. Aunque tampoco dijo que no, por lo tanto, debe ser un sí. Además, sé que desea esta cita tanto como yo. Tal vez, no ha dejado de fantasear conmigo y se ha tocado mientras llegaba este día. La idea me excita.

Llego al apartamento y toco la puerta. Nadie contesta. Miro extrañado y pienso que no hay nadie. Pienso en retirarme para preguntarle al portero si sabe dónde está Luna, pero de momento, escucho una hermosa voz cantando a todo pulmón. Río de medio lado, esa voz proviene de la gordita.

Sé que no debería, pero está claro que no escucha mi llamado, así que abro con la copia que tengo del apartamento. Por alguna razón, no se la devolví al viejo mío.

Entro y sigo la voz para encontrarla. La veo envuelta cantando y bailando mientras cocina. La miro de arriba abajo, tiene un pantalón corto y una camisa de mangas largas. El pelo lo lleva en un moño alto en la cabeza. ¿En serio? ¿En serio había olvidado nuestra cita? Me siento como un auténtico pendejo.

Me cabreo. Siento ganas de largarme para no quedar como un idiota al que de no ser porque entra al apartamento, hubieran dejado plantado. Bueno, técnicamente me han dejado plantado.

Luna  Where stories live. Discover now