Capítulo IV: Encuentros, Corazones Vacíos y Almas Solitarias

10.7K 768 127
                                    

¡Malditas hormonas! Si, si Luna muy bien que lo haces con el autocontrol. Veo al hombre que está acostado a mi lado y yo solo puedo rodar los ojos. ¿Acaso no aprendí nada con el pendejo de mi ex? ¿Cuándo aprenderé a controlar el fuego vaginal?

Aunque no creo que ninguna mujer en mi lugar, se controlaría con semejante papacito. Acabo de hacer cositas sucias con Felipe Villanueva. No puedo evitar escuchar el sonido de la victoria en mi cabeza. Iba a emplear todo el control hormonal que hay en mi enorme cuerpo, lo juro, pero cuando el bombón de Felipe dijo que Lola se quería sumar a la lista de él, decidí mandar al carajo todo. No es que yo viva en competencia con mi
prima, más bien es ella, pero ya me cansé de sus humillaciones, no solo por mi peso sino por todo lo que soy en general. Ya casi puedo ver la cara enfurecida y llena de envidia de ella cuando se entere de que Felipe fue seducido por su prima la gorda. Sí, porque me encargaré que se entere de una manera sutil.

Miro una vez más a Felipe. Él me mira como si fuera un puto hipopótamo de zoológico. ¿Qué? ¿Nunca ha hecho cositas traviesas con una gorda?

—¿Podrías dejar de mirarme así? Dios, no soy una vaca en exhibición.

—Perdona es que... es que... Olvídalo. Eh, me tengo que ir— dice nervioso.

¿En serio este pendejo es por el que todas se mueren? Yo creía que si se querían a unir a la lista privilegiada de sus conquistas con tantas ansias,  es porque él era un macho así castigador, prepotente, lleno de misterios, seguro, dictador, con un contrato; ustedes saben, así como Christian Grey.

—Sí, vete... Primero llévate lo que tenías que buscar. ¿O ya lo hiciste?— Le doy una mirada sugestiva.

—Ah sí, los planos.

Ahora mismo su mirada se ha vuelto, ¿oscura? Algo en su actitud ha cambiado.

—Sí... Te los busco ahora.

—Gracias.

Me coloco una camisa por encima, una enorme, y me dirijo a la cocina, que es donde se encuentra el cheque y los planos.

—No llevas mucho tiempo viviendo aquí, ¿o sí?— Escucho preguntar a Felipe.

Me parece increíble cómo del fuego pasamos al hielo. Es como si no hubiese pasado nada.

—No, no llevo mucho— me limito a contestar. Veo en su mirada que tiene curiosidad acerca de lo que me trajo hasta aquí, pero no deseo hablar más. Y menos con él.

—Ah... Conozco a Carmen hace algunos años, y no me recuerdo de ti.

—Es porque vivía lejos de aquí y casi nunca la visitaba— le digo encogiéndome de hombros.

Puedo notar cómo Felipe pasó a ser de un hombre tímido y pendejo a uno con porte y seguridad al hablar.

—Me tengo que ir. Adiós, Luna.

¿Ya no hay "hermosa Luna" ni nada de eso? Ya sabía yo. No sé porqué me sorprende si siempre es igual. Cuando un hombre quiere machacar el mofongo: mucha galantería, palabras bonitas y"Luna, ¿donde te pongo?" Ah , pero cuando logran algún beneficio sexual, ahí todo cambia; sacan la verdadera cara.

Olvídate de eso; ya me lo comí y me lo disfruté. Sin embargo,no puedo negar que hay una cosita carcomiéndome la mente y es por esto que antes que abra la puerta para huir, lo detengo.

—¡Espera!— Le grito. Él se voltea con cara de que se llevó un susto.

—¿Qué?

—Eh... ¿No estoy en tu lista privilegiada? Oí por ahí que tú... tú sales con chicas por un tiempo. Solo con una hasta la próxima—. Tenía que preguntarle. Es que, por lo que había oído, él no es de aventuras como las que acabamos de tener.

Luna  Donde viven las historias. Descúbrelo ahora