Capítulo 24

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Guillermo se había quedado mirando la puerta por donde hace pocos segundos se había ido Samuel. Y un pequeño sentimiento de culpa se instaló en él. ¿Por qué le había mentido de esa forma? ¿Que nunca había sido amor? ¡Si él amó a Samuel como nunca amó a alguien! Lo amó incluso más que a su madre, y de igual forma había decidido herirlo con sus palabras. Tal vez sintió que el castaño se estaba acercando mucho a él en todos los sentidos, física y psíquicamente, recordando nuevamente la época más feliz de sus vidas, y él, como algún tipo de mecanismo de defensa más que estúpido, lo había querido herir por eso. Imponerle algún tipo de castigo por hacerlo, por querer volver a lo que eran antes cuando era más que sabido que eso jamás sucedería. ¿O sí? Algo dentro del pelinegro le decía a gritos que le diera la oportunidad de explicarse al pobre castaño, porque en sus ojos se reflejaba más dolor del que Guillermo podría soportar ver por más de cinco segundos... Aquella molesta voz que estaba dentro suyo lo reprendía una y otra vez cada que maltrataba a Samuel de esa forma. Porque, después de todo, jamás lo dejó que le explicara nada. Ni sus cartas —aunque eso se lo hubiera dicho anteriormente y a los gritos —, ni el motivo por el que se marchó. Él sólo lo había golpeado, gritado y despreciado como si Samuel hubiera tenido la culpa de tener que marcharse en ese entonces. Odiaba sentirse así, con culpa, con aquel remordimiento de haber hecho las cosas mal y haberlo lastimado más de lo que ya estaba. Y es que, quizás, el castaño no tuviera la culpa de nada e igualmente estaba pagando por algo que en realidad no hizo.

Aquel sentimiento de "ve y pídele disculpas, tú, grandísimo imbécil" persistió durante las siguientes tres horas. No hubo cigarrillo ni sueño que pudiera alejarlo, porque incluso al cerrar sus ojos veía la mirada dolida del castaño. Aunque también había más detrás de aquellos ojos marrones que tanto adoraba de pequeño, había decepción, ira, cariño... Amor. La forma en que lo miraba en los pasillos, o cuando sacó todos sus dulces favoritos de su bolso... La forma en que Samuel lo observaba aún reflejaba amor. Incluso después de todo lo que el pelinegro le había dicho, sus ojos aún tenían amor para él. Y allí nuevamente ese sentimiento de culpa que, al haber notado aquello, aumentó significativamente. ¿Qué podría hacer? ¿Llamar a Samuel y pedirle disculpas? Eso no lo haría ni por dinero.

Sintió un golpe en la puerta y gritó un no tan fuerte "pasa" para quien sea que tocara. Quizás Samuel habría vuelto. O al menos esa era la ilusión que tenía hasta que vio entrar a su madre a la habitación.

—¿Y Samuel? Escuché unos ruidos extraños hace unos minutos. ¿Sucedió algo? —preguntó su madre. Lucía como si hubiera estado llorando. ¿Por qué últimamente ese era su aspecto normal?

—Estuviste llorando. —afirmó. —¿Por qué?

Ella se tensó.

—Solo estoy cansada, cariño.

—¿Me crees tonto? Te conozco, sé que ocultas algo últimamente y todo vino luego de que te dije que Samuel había regresado. Y más aún luego de aquellos sobres extraños. —la miró fijamente. —¿Qué ocurre? —volvió a preguntar. Insistente.

Ella negó repetidas veces con la cabeza, sin decir palabra alguna, no se sentía capaz de hacerlo.

—Nada. —dijo con un hilo de voz. Guillermo la miró con algo de enojo. Tomó sus cosas y se marchó de su casa, no soportaría estar un segundo más con ella si no se dignaba a dejar de mentirle. ¿Qué era lo que le estaba ocultando? Y lo más importante, ¿Por qué?

 ¿Qué era lo que le estaba ocultando? Y lo más importante, ¿Por qué?

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Diez Años Después.  [Wigetta]حيث تعيش القصص. اكتشف الآن