Cuarto 4

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Terminé de lavarme los dientes. Odiaba tener el hocico apestando a yegua muerta. Destapé mi enjuague bucal e hice unas cuantas gárgaras antes de escupirlo sobre el lavatorio de mármol.

El baño del hotel no se asemejaba al de mi casa. Naturalmente, era mucho más humilde y normal. Como toda familia de clase media. No teníamos jacuzzi ni exuberantes riquezas. Aunque suene duro, admito que no extraño mi hogar ni una pizca. Me gustaba vivir aquí, pesé a algunos clientes que tendían a actuar como unos malnacidos de pacotilla.

Al salir, me percaté que alguien estaba tocando la puerta. No necesitaba mirar por el lente de ésta para saber de quién se trataba. Giré la manija y una rosada cabecilla ingresó a mi habitación.

—¡Buenos días! —Pió Krul, moviendo sus cejas de arriba abajo con una exasperante mirada incriminadora, cerrando la puerta tras ella—. Escuché lo que pasó el día de ayer en mi ausencia.

Lo sabía. Le fueron con el chisme.

—No digas más —le advertí, avergonzándome por el accidente que tuve en medio del módulo.

Me dirigí al armario, sacando mi uniforme recién planchado y lo tendí sobre la cama.

—¡Es que, Yuu! ¡Nadie tiene una hemorragia y una erección a la vez! —Se carcajeó, doblándose como una criatura poseída por el mismísimo demonio—. ¡Me hubiera gustado ver la cara de Mikaela!

—Déjame en paz —gruñí, empujándola de vuelta por donde vino—. Bajaré a recepción cuando termine de ducharme.

Una vez que me deshice de ella, marché directo al cuarto de baño. Me retiré mi sudoroso pijama y me metí de frente a la ducha. El agua fría corrió por mi espalda, desvaneciendo mi mal olor y mis asquerosas legañas. Al culminar con todo el pesado proceso de verme completamente inmaculado, estaba listo para servir.

En el espejo, me acomodé mi corbata roja e intenté sonreír. Estaba vez, estaba decidido en hablar con Mikaela. Sé que me ha visto en mis más embarazosos momentos, pero no me podía dar el lujo de no decirle nada antes que se fuera de nuestras instalaciones.

Me metí mi tarjeta en mi bolsillo y salí de mi cuarto para poder ir a desayunar. Me aseguré que estuviese bien cerrada y caminé al elevador. Al ingresar, machuqué la L y vi que las puertas se cerraban lentamente.

Di un brinco. Unas manos se metieron en medio de la puerta y el censor hizo que se abriesen.

—Buenos días —me saludó, adentrándose para pararse a mi lado con un maletín en mano.

Enmudecí otra vez. Pasaron unos segundos, tomé una gran bocanada de aire y me volví hacia él.

—B-Buenos días —le dije, ruborizándome. Hice una pausa y me aventuré a continuar con la conversación—. Espero que tenga un bonito día, señor Hyakuya —me incliné, golpeándome la cabeza con la baranda de metal, la cual hizo rebotar mi cabeza contra la puerta del ascensor.

Lo vi preocupado, acercándose hacia mí con los brazos abiertos para auxiliarme. Lo aparté.

—Estoy bien —le aseguré, frotándome la frente frenéticamente.

Él me miró perplejo y sus labios se torcieron en una cómica sonrisa. Mikaela se empezó a reír, cubriéndose la boca con una de sus manos. Él no podía seguir disimulando.

—Lo siento —dijo entre risas—. Siempre que nos vemos, te tiene que pasar algo —Él hizo una breve pausa para controlarse y amplió su sonrisa aún más—. Eres muy torpe, Yuichiro.

Mis mejillas se incendiaron.

—¡No lo soy! —Protesté, indignándome ante su comentario. Me percaté de la forma hostil en que se lo dije y agaché la cabeza—. Lo siento. No quise comportarme así, querido huésped.

—No te preocupes —replicó bastante alegre. Él se calmó y se acercó, trazando sus dedos juguetonamente por mi pecho hasta llegar a mi placa—. ¿Cómo sabes mi nombre? No recuerdo habernos presentado.

Si había un dios en el cielo, esta era la primera vez que suplicaba clemencia. Había sido descubierto. Miré para todos lados, intentando idear una respuesta. No sabía que decirle. Y como si mis plegarias fueran escuchadas, el timbre del elevador nos indicó que ya habíamos llegado al lobby.

—Tengo que ir al baño —me excusé, saliendo despavorido.

Mikaela Hyakuya y el chico del 804Donde viven las historias. Descúbrelo ahora