Capítulo 20

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Capítulo 20: De Cuando Edward Cullen Es Un Cretino. (La Trilogía Crepúsculo, Parte 3)

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Bella Swan P. O. V.

—¿Qué planean hacer con el cofre? —me preguntó Peeta.

Los susurros empezaron a crecer cuando Edward llevaba el cofre bajo su brazo.

—No tengo ni idea —contesté.

Anna tomó su laptop. La abrió.

—¿Cómo va? —preguntó a alguien del otro lado de la pantalla.

—Quiero volver. —gimió la persona. Por curiosidad me acerqué a ver.

Kriss era la persona con la que Anna hablaba.

—Hola, Kriss. —la saludé.

—Hola. ¿Cómo va todo?

—Bien. —contesté. ¿Debería preguntar dónde estaba?

—¡Mocosa dos! —gritó Daemon. —¿Dónde te metiste?

—Digamos que en el mundo real.

—¿Cuánto tiempo estarás ahí?

—No lo sé. Tengo cosas pendientes que hacer. Estarán en manos competentes, de todos modos. Oh... ¿Ese es un cofre?

Le expliqué a detalle -desde la salida de psicología, hasta las escaleras secretas- la travesía de encontrar el cofre. Preferí omitir la parte en la que Patch se me lanzó encima por él. Y el cómo Edward lo empujó lejos de mí. Y el pequeño hecho de que los Teens tenían menos diez puntos por "vandalismo y destrucción de mobiliario escolar" cuando Patch le regresó el golpe a Edward.

No omitía demasiado, a decir verdad.

—Ya veo. —contestó.

—Esperamos que regreses pronto, sea cuál sea el problema que tengas. —Las palabras de Daemon eran tan sinceras que por un momento dejé de creer que era un bastardo egocéntrico.

—Vale. Gracias, chicos. Y Edward..
Cuando ellas empiecen a leer Luna Nueva... Corre lejos. —le fruncí el ceño. Cuando iba a pedir una explicación, la comunicación se cortó.

—Ella tiene razón. —dijo Anna. Tomó su laptop y su mochila rosa pastel. ¿No conocía otro color? Es decir, la laptop también era de ese color. Sin mencionar el vestido y el tocado que tenía una mariposa del mismo irritante color.

—¿A dónde vas? —le preguntó Daemon —Estoy desprotegido si te vas.

—Biblioteca —Contestó. —No quiero estar cerca cuando empiecen a leer Luna Nueva, ya casi acaban Crepúsculo.

—Vamos en el capítulo quince —replicó Patch.

—Seh, el libro no tiene más de veinticinco capítulos. Nos vemos luego.

La niña era extraña.

* * *

Tuve que admitir que Edward conducía bien cuando iba a una velocidad razonable.
Como tantas otras cosas, la conducción no parecía requerirle ningún esfuerzo. Aunque apenas
miraba a la carretera, los neumáticos nunca se desviaban más de un centímetro del centro de
la senda. Conducía con una mano, sosteniendo la mía con la otra. A veces fijaba la vista en el
sol poniente, otras en mí, en mi rostro, en mi pelo expuesto al viento que entraba por la
ventana abierta, en nuestras manos unidas.
Había cambiado el dial de la radio para sintonizar una emisora de viejos éxitos y
cantaba una canción que no había oído en mi vida. Se sabía la letra entera.
— ¿Te gusta la música de los cincuenta?
—En los cincuenta, la música era buena, mucho mejor que la de los sesenta, y los
setenta... ¡Buaj! —se estremeció—. Los ochenta fueron soportables.
— ¿Vas a decirme alguna vez cuántos años tienes? —pregunté, indecisa, sin querer
arruinar su optimismo.
— ¿Importa mucho?
Para mi gran alivio, su sonrisa se mantuvo clara.
—No, pero me lo sigo preguntando... —hice una mueca—. No hay nada como un
misterio sin resolver para mantenerte en vela toda la noche.
—Me pregunto si te perturbaría... —comentó para sí.
Fijó la mirada en el sol, pasaron los minutos y al final dije:
—Ponme a prueba.
Suspiró. Luego me miró a los ojos, olvidándose al parecer, y por completo, del camino
durante un buen rato. Fuera lo que fuese lo que viera en ellos, debió de animarle. Clavó la
vista en el sol —la luz del astro rey al ponerse arrancaba de su piel un centelleo similar al de
los rubíes— y comenzó a hablar.
—Nací en Chicago en 1901 —hizo una pausa y me miró por el rabillo del ojo. Puse mucho cuidado en que mi rostro no mostrara sorpresa alguna, esperando el resto de la historia con paciencia. Esbozó una leve sonrisa y prosiguió—: Carlisle me encontró en un hospital en
el verano de 1918. Tenía diecisiete años y me estaba muriendo de gripe española. Me oyó inhalar bruscamente, aunque apenas era audible para mí misma. Volvió a
mirar mis ojos.
—No me acuerdo muy bien. Sucedió hace mucho tiempo y los recuerdos humanos se
desvanecen —se sumió en sus propios pensamientos durante un breve lapso de tiempo antes
de continuar—. Recuerdo cómo me sentía cuando Carlisle me salvó. No es nada fácil ni algo
que se pueda olvidar.
— ¿Y tus padres?
—Ya habían muerto a causa de la gripe. Estaba solo. Me eligió por ese motivo. Con
todo el caos de la epidemia, nadie iba a darse cuenta de que yo había desaparecido.
— ¿Cómo...? ¿Cómo te salvó?
Transcurrieron varios segundos antes de que respondiera. Parecía estar eligiendo las
palabras con sumo cuidado.
—Fue difícil. No muchos de nosotros tenemos el necesario autocontrol para
conseguirlo, pero Carlisle siempre ha sido el más humano y compasivo de todos. Dudo que se ueda hallar uno igual a él en toda la historia —hizo una pausa—. Para mí, sólo fue muy, muy
doloroso.
Supe que no iba a revelar más de ese tema por la forma en que fruncía los labios.
Reprimí mi curiosidad, aunque estaba lejos de estar satisfecha. Había muchas cosas sobre las
que necesitaba pensar respecto a ese tema en particular, cosas que surgían sobre la marcha.
Sin duda alguna, su mente rápida ya había previsto todos los aspectos en los que me iba a
eludir.
Su voz suave interrumpió el hilo de mis pensamientos:
—Actuó desde la soledad. Ésa es, por lo general, la razón que hay detrás de cada
elección. Fui el primer miembro de la familia de Carlisle, aunque poco después encontró a
Esme. Se cayó de un risco. La llevaron directamente a la morgue del hospital, aunque, nadie
sabe cómo, su corazón seguía latiendo.
—Así pues, tienes que estar a punto de morir para convertirte en...
Nunca pronunciábamos esa palabra, y no lo iba a hacer ahora.
—No, eso es sólo en el caso de Carlisle. El jamás hubiera convertido a alguien que
hubiera tenido otra alternativa —siempre que hablaba de su padre lo hacía con un profundo
respeto—. Aunque, según él —continuó—, es más fácil si la sangre es débil.
Contempló la carretera, ahora a oscuras, y sentí que estaba a punto de zanjar el tema.
— ¿Y Emmett y Rosalie?
—La siguiente a quien Carlisle trajo a la familia fue Rosalie. Hasta mucho después no
comprendí que albergaba la esperanza de que ella fuera para mí lo mismo que Esme para él.
Se mostró muy cuidadoso en sus pensamientos sobre mí —puso los ojos en blanco—. Pero
ella nunca fue más que una hermana y sólo dos años después encontró a Emmett. Rosalie iba
de caza, en aquel tiempo íbamos a los Apalaches, y se topó con un oso que estaba a punto de
acabar con él. Lo llevó hasta Carlisle durante ciento cincuenta kilómetros al temer que no
fuera capaz de hacerlo por sí sola. Sólo ahora comienzo a intuir qué difícil fue ese viaje para
ella.
Me dirigió una mirada elocuente y alzó nuestras manos, todavía entrelazadas, para
acariciarme la mejilla con la base de la mano.
—Pero lo consiguió —le animé mientras desviaba la vista de la irresistible belleza de
sus ojos.
—Sí —murmuró—. Rosalie vio algo en sus facciones que le dio la suficiente entereza,
y llevan juntos desde entonces. A veces, viven separados de nosotros, como una pareja
casada: cuanto más joven fingimos ser, más tiempo podemos permanecer en un lugar
determinado. Forks parecía perfecto, de ahí que nos inscribiéramos en el instituto —se echó a
reír—. Supongo que dentro de unos años vamos a tener que ir a su boda otra vez.
— ¿Y Alice y Jasper?
—Son dos criaturas muy extrañas. Ambos desarrollaron una conciencia, como
nosotros la llamamos, sin ninguna guía o influencia externa. Jasper perteneció a otra familia...
Una familia bien diferente. Se había deprimido y vagaba por su cuenta. Alice lo encontró. Al
igual que yo, está dotada de ciertos dones superiores que están más allá de los propios de
nuestra especie.
— ¿De verdad? —le interrumpí fascinada—. Pero tú dijiste que eras el único que
podía oír el pensamiento de la gente.
—Eso es verdad. Alice sabe otras cosas, las ve... Ve cosas que podrían suceder, hechos
venideros, pero todo es muy subjetivo. El futuro no está grabado en piedra. Las cosas
cambian.
La mandíbula de Edward se tensó y me lanzó una mirada, pero la apartó tan deprisa
que no quedé muy segura de si no lo habría imaginado.
— ¿Qué tipo de cosas ve?
—Vio a Jasper y supo que la estaba buscando antes de que él la conociera. Vio a
Carlisle y a nuestra familia, y ellos acudieron a nuestro encuentro. Es más sensible hacia
quienes no son humanos. Por ejemplo, siempre ve cuando se acerca otro clan de nuestra
especie y la posible amenaza que pudiera suponer.

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