6. Exaltado.

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—Q-quisiera hacerle una pregunta...señor Franz. —No obtuvo respuesta. Ni un movimiento distinto—V-vengo con usted, porque no tengo a nadie más que pueda ayudarme. No, mejor dicho, no hay nadie que pueda hacerlo aparte de usted. 

Armando lo miró expectante, pero no hubo una sola muestra de interés en él.

—El otro día...mejor dicho, anteayer, mientras jugaba en el patio de la mujer que cuida de mí, vi a alguien. Era muy extraño. Un niño, que aparentaba mi misma edad. El no..  —fue interrumpido abruptamente por un fuerte golpe en la mesa. Otra vez había golpeado la mesa con el libro. Armando se hizo a la idea de que su situación, era algo que no le importaba a ese pobre hombre, pero aun así, continuó:

—Su nombre es Geranium. Por lo menos así lo escribió. No hablamos el mismo idioma, y tampoco vivimos en el mismo ambiente. El...bueno, Margarita dice que nadie puede vivir allá afuera, pero estoy seguro de que él estaba al otro lado del cristal. — El hombre, que parecía ignorar todo lo que le decía el pequeño, de repente, escuchando esas palabras, reaccionó; sin embargo, no de la manera en que esperaba Armando.

Las pupilas se le dilataron y sus ojos se abrieron tanto como pudieron al igual que su boca desdentada, de donde dejaba salir una especie grito ronco y lleno de euforia. Alzó sus delgados brazos al techo y dando fuertes golpes a la mesa, terminó por aventarla a un lado de un solo movimiento. Parecía un lunático. La furia se dibujó en su arrugado rostro y como si fuese manipulado por delgados hilos invisibles para el ojo humano, se levantó de su sillón, escupiendo extraños ruidos que se asemejaban a palabras sin sentido ni orden para el pequeño Armando.

''ORIENS EX ALTO. MORS VENIT, HORA FUGIT. ''

Gritaba una y otra vez, aun mas exaltado. 

Cuando el señor Franz se acercó a Armando, este no dudó ni un segundo y salió corriendo, presionando el botón que aquel hombre le había indicado. En cuestión de segundos escuchó varios pasos subiendo a toda prisa por las escaleras. Dos enormes hombres vestidos de blanco entraron a la biblioteca. Uno de ellos sostenía una jeringa en una de sus manos, mientras que el otro, se acercaba con cuidado al anciano que aun profería palabras inteligibles para Armando. 

Lo último que alcanzó a ver fue cómo el más cercano a Franz, lo tomaba con brusquedad de ambos brazos, aprisionándolos a espaldas del anciano, que se removía con gran vigor y soltaba patadas que eran dirigidas al otro grandulón, que insertó con rapidez y algo de brusquedad la jeringa en el cuello del señor Franz. 

−Joven, creó que es todo por hoy— El hombre de piel pálida se paró frente a él, cerrando la puerta a sus espaldas y dejando que aquel par se encargara del viejo. —Y ha sido justo a tiempo. Ven conmigo, tu bocadillo está listo.− Diciendo esto, el hombre bajó las escaleras, siendo seguido por el tembloroso pequeño. 

Al final de las escaleras, otra puerta se encontraba. La abrió y caminando por otro largo pasillo alrededor del mismo patio, entraron por otra puerta, la cual los guiaba hacia la cocina. Ordenó al infante sentarse frente al pretil central y colocó un platito con un pedazo de pan recién horneado. El hombre extendió su mano frente a la cara de Armando y dijo: 

–Antes de comerlo, mira aquí. —Armando llevo a cabo la petición y miró la palma de su mano. Esta inmediatamente se fue hacia su nariz y con el dedo índice y el medio, jaló de esta con algo de fuerza.

—Es para el susto. Ahora, puedes comer tranquilo. 

−N-no me asusté.— dijo el pequeño acariciando su adolorida nariz. Tomó el pan y le dio una gran mordida.  

—Lo noté.— Dijo sarcastico — No pensé que durarías tanto. Digo, en sacarlo de quicio.

De la nada, el hombre de piel de papel había cambiado su tono de voz, haciéndolo más agradable y humano. No servía de nada torturar más al niño después de semejante escena. La diversión ya había pasado y debía actuar como un adulto condescendiente. –Cuando termines, por favor, retírate. Ya sabes el camino.

A través del CristalWo Geschichten leben. Entdecke jetzt