Capítulo 24 Candy candy

97 6 0
                                    

Entré en mi coche y me dirigí a su piso. Solo había ido una vez, pero, menos mal, recordaba donde estaba. Una vez fuera de su puerta pensé irme. ¿Qué le iba a decir? ¿Y si no quisiera escucharme? Mientras pensaba todo eso la puerta abrió sin que hubiera tocado. Una señora de unos cincuenta años.

- ¿Quiere algo, señorita? - me preguntó.

- Perdone. ¿Este no es el piso de Ben?

- Sí, es este, pero el señor Walsh no está.

- Es la señora Rodriguez, ¿verdad?

- Verdad. Y tú la chica de la foto. - ¿Quieres pasar para esperarlo? No creo que tarde. A esa hora más o menos regresa.

- Vale - dije yo entrando en el piso.

- Gracias y adiós.

- Adiós, Kate.

¿A qué foto se refería esa mujer? y ¿cómo sabia mi nombre? No tardé en descubrirlo.

El piso de Ben estaba totalmente diferente a lo que yo recordaba. Más humano, mucho más acogedor, con colores cálidos, alfombras, muchos libros esparcidos por todos lados y en el mueble del salón un marco. El marco que le había regalado con nuestra foto y al lado otro. Una foto mía sonriendo. ¿Cuándo me había hecho esa foto? Entonces recordé las palabras de mi abuela: " tengo todas esas fotos porque quiero sentidos cerca". ¿A caso eso era lo que Ben quería? ¿Tenerme cerca? ¿Por eso tenía allí mis fotos? Seguí mirando. Me alegraba que hubiera cambiado el estilo de su piso. Me gustaba más así. Parece que lo de antes estaba hecho según el gusto de la bruja. Este, sin embargo, reflejaba más la personalidad de Ben.

La puerta de la habitación cerrada estaba abierta. La que antes era la habitación prohibida ahora era el despacho de Ben como le había propuesto. Todavía seguía sin saber que había ahí dentro antes. Pero ahora en todas las paredes había estanterías con libros y en el centro un despacho muy bonito de madera negra y una silla de las que tienen los presidentes de las empresas. Sobre su despacho yacía abierto un álbum de fotos. Me senté en su silla para mirarlo. Fotos nuestras de nuestro viaje a Irlanda. Jamás las había visto. Rompimos antes de que Ben las revelara y yo no tenía ninguna de aquel viaje. Las miré una a una reviviendo cada momento de aquellos días felices y despreocupados que habíamos pasados juntos hasta que un ruido llamó mi atención. Fui a la cocina de donde procedía y me encontré con una sorpresa. Una gatita pequeñita que no paraba de maullar pidiendo su comida. ¿Ben tenía una gata? ¿Y eso? La miré mejor y no era cualquier gata. Era el gatito lastimado que habíamos visto aquella noche por debajo de mi piso. No cabía duda. Tenía exactamente la misma marca debajo de su ojo y se llamaba Candy. Así ponía en su cadena. Candy, como mi primera gata que había fallecido. Ben la había encontrado. ¿Por qué no me lo había dicho? No esperaba encontrar todo esto en su piso. No sabía cómo debería sentirme. Por un lado feliz porque este hombre me seguía queriendo y por otro lado la peor persona del mundo por no haberle dado ni una sola oportunidad para que me explicara. Llaves en la puerta. Deje a Candy comiendo la lata que le había abierto y me fui al salón.

Vi a Ben entrando con unas bolsas del supermercado y también su cara de asombro al darse cuenta de que estaba allí.

- ¡Hola! - dije saludándole con mi mano tímidamente. - La señora Rodríguez me dejo pasar.

- Hola - dijo sin saber cómo reaccionar.

- La señora Rodriguez me dejo pasar. Espero que no te importe. ¿Te ayudó con las cosas? - le pregunté yo. No era lo que quería decirle pero quería ganar tiempo.

- Si, gracias. - Colocamos las cosas en la cocina y le ayudé a ponerlas a su sitio.

- Felicidades - dijo él de repente.

- ¿Por?

- Por la graduación.

- ¡A! Gracias. Me ha encantado tu regalo.

- De nada. - La situación se ponía demasiado incómoda. Entonces lo miré bien. Era Ben. Mi Ben, pero había pasado demasiado tiempo y ya parecíamos dos desconocidos. Silencio y más silencio. Ninguno de los dos hablaba. Nosotros no éramos así. Nunca estábamos incómodos. Alguien debería hablar y supongo que ya que fui yo la que entró en su piso era yo la que tenía que hacerlo. - De hecho esa es la razón por la que he venido.

- No entiendo - dijo él.

- Sabía que intentarías evitarlo, pero no vas a deshacerte de mí solo con una estrella en una acera.

- ¿Sólo? ¿Tú sabes lo que me ha costado comprar el permiso del ayuntamiento?

- Nada, nada. Me debes algo más y lo sabes, señor Walsh.

- Que te debo algo más... ¿Qué dices, Kate?

- Si no me equivoco hace unos meses íbamos a cenar al planitarium pero yo iba vestida inadecuadamente. Entonces tú me prometiste que iríamos a cenar allí en otra ocasión. E¿s verdad o no?

- Es verdad - dijo él intentando entender.

- Pues quiero mi cena.

- A ver, Kate. ¿Me dices que quieres ir a cenar conmigo al planitarium? - me preguntó él sin poder creer lo que le dije cía.

- Esta noche.

- Kate, yo.... No le dejé terminar la frase. No quería darle la oportunidad de negármelo. Quería aclararlo todo entre nosotros y ¿qué mejor que hacerlo durante una cena?

- Pasa por mi piso a las 9.30. Te estaré esperando. A Candy ya le he puesto comida. No le des más y ponte algo elegante. Por cierto, me encanta la nueva decoración. Nos vemos esta noche. - Él se quedó con la boca abierta sin decir nada. Había ido allí para recuperar nuestra relación y eso pretendía hacer.

Gracias por leer! Ya estamos casi al final! Espero vuestros comentarios! Un saludo!

Sin ti siempre es de nocheWhere stories live. Discover now