Capítulo 21 Abuelita

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"Los años enseñan muchas cosas que los días jamás llegan a conocer."

Ralph Waldo Emerson

El aroma a café recién hecho se expandía por toda la casa, aquella casa en la que había pasado todos los veranos de mi infancia y de la que tantas memorias tenía. Siempre limpia y todo a la perfección. Mi abuela era, y sigue siendo una excelente ama de casa. Nos sentamos en el salón y me sirvió un poco de café sonriéndome. En el salón, que seguía igual desde que tengo memoria. Manteles hechas por sí misma y por su madre por todos lados, unos muebles de la década de los 60 y fotos. Un montón de fotos. ¨Quiero teneros todos a mi lado" me contesto una vez que le pregunté por qué tenía tantas. Trajo también una variedad de galletas para acompañar el café y tomó asiento a mi lado. Me miraba a los ojos como si quisiera averiguar qué me estaba pasando hasta que al final hablo.

- Cariño, llevas dos días aquí y veo que algo te pasa. ¿Me quieres contar? - No quería preocuparle y tampoco me apetecía hablar del tema. Los días que estuve allí había decidido olvidar a Ben y no hablar de él nunca más y por mucho que me doliera mi decisión iba a cumplirla. Amaba a Ben, a pesar de todo le seguía amando. No dejas de querer a alguien de un día para el otro y a lo mejor nunca dejaría de amarlo, pero no podía perdonarlo. Quizá si me lo hubiera dicho antes, sí, pero lo descubrí de la peor mañera y eso me mataba.

- Estoy bien, abuela. No te preocupes, de verdad. - Me sonrió una vez más. Esa sonrisa dulce, llena de ternura muy propia de una abuela. Cogió mi mano y me miro a los ojos otra vez.

- Cuando tengas mi edad verás que será muy difícil que te engañen tus hijos o tus nietos. Serán pedazos de ti y les conocerás tan bien que incluso por la más pequeña señal comprenderás si te mienten o no. Tú, Katy eres parte de mí y en este momento tus ojos me están diciendo a gritos que algo va mal. No me lo quieres decir y lo respeto pero sea lo que sea pasará. Hazme caso. He vivido muchas cosas y si puedo asegurarte de una cosa esa es que el tiempo lo cura todo. Hasta la herida más profunda. No olvidarás, porque la cicatriz seguirá en tu cuerpo para recordarte que no debes volver a hacer lo que te hizo daño pero llegará un momento en el que no te dolerá tanto.

- Abuela, ¿por qué el amor duele tanto? - le pregunté yo con lágrimas en los ojos.

- Ay mi niña, el amor duele porque es una de las pocas cosas que merecen la pena y las cosas que merecen la pena duelen y son difíciles.

- Pero ¿vuelves a ser feliz en algún momento?

- Claro que sí.- Esa mujer llena de sabiduría, un regalo que te ofrece el paso del tiempo y las cosas que vives, me miraba con ojos llenos de pena por no poder ayudarme a sentir mejor. No quería verla así, así que intenté calmarme. Sequé mis lágrimas y le dediqué una sonrisa.

- Los cuentos de hadas no existen, cariño. En la vida real no es todo rosa y no hay ni un solo hombre perfecto. Todos tarde o temprano te van a lastimar de una manera u otra.

- ¿y el abuelo?

- Hmm...en abuelo. El abuelo era un hombre ejemplar. No hay muchos como él, pero era un hombre y como te he dicho no son perfectos. Nosotras tampoco. No creas que solo es culpa de ellos. Las mujeres no somos santas. Todos somos humanos y cometemos errores.

- ¿Quieres decir que el abuelo también te lastimo?- pregunté yo un poco extraña. Siempre hablaba de él como si fuera su Dios. Fue la primera vez que la escuché diciendo algo así de él.

- 22 de mayo de 1973. Todavía recuerdo aquel día como si fuera ayer. Me llamaron del hospital. Tu abuelo tuvo un accidente de coche. Dejé los niños con la vecina y enseguida me fui para allá. Su situación era muy grave. Los médicos no sabían si iba a salir vivo del quirófano y después de la operación deberíamos esperar a que reaccionara. 24 horas. Las peores 24 horas de mi vida. Cada minuto se me hacía eterno. Estaba a su lado todo el rato cogiéndole de la mano. No sabía vivir sin él. El simple pensamiento de perderlo me mataba. A medianoche una enfermera se me acercó. "Debería irse a descansar" me dijo. "Si pasa cualquier cosa le llamaremos". Yo negué. No quería irme. No podía. "Vale" dijo ella de nuevo. "Si quiere puede pasar a ver a la señorita que estaba con él en el coche. Ya está consciente. Solo unos rasguños y nada más. Pasará aquí la noche solo para ver si el golpe en la cabeza le ha hecho algún daño". Una mujer. Una mujer más joven y más guapa que yo iba con él en el coche. Pregunté a la enfermera el número de su habitación y más tarde pasé a verla mientras ella dormía. Era su amante. Jamás le dije a tu abuelo que lo sabía. No sé cuánto duró su relación pero después de aquel accidente no volvieron a verse. Al principio pensé abandonarlo, separarme e irme con los niños. Estaba muy enfadada. Me sentía traicionada y herida. Pensaba en su relación con esa mujer, en las mentiras que me habría dicho, en las horas que pasaba con ella sin que yo lo supiera, en que la acariciaba como a mí, en que la besaba como a mí, en que le hacia el amor como a mí. Pero también pensé en la primera vez que lo vi, en nuestro primer beso, en lo enamorado que estaba de mí y en nuestros tres hijos. Sobre todo en estos últimos. Habíamos pasado millones de cosas buenas con aquel hombre y no tenía la fuerza para dejarlo por una cosa mala que había hecho.

- Abuela, lo siento mucho.

- No lo sientas, cariño. Sabes, una vez preguntaron a un actor que es la felicidad y él contestó que la felicidad son dos manos. Los que te abrazarán, te sujetarán, te podrán a dormir, te cocinarán, te cuidarán, te acariciarán y al final te cerrarán los ojos. Muchas manos solo te cansan, pérdida de tiempo. Yo era esas dos manos para tu abuelo y él lo sabía.

Nos abrazamos y lloramos las dos juntas. Ojalá pudiera perdonar a Ben como hizo mi abuela con el amor de su vida. Pasamos toda la tarde juntas. No quería dejarla sola después de haberme abierto su corazón. Hablamos de un montón de cosas y por la noche me quedé a dormir allí, en la cama de siempre. En el comodín de al lado había una foto de mi abuelo. La cogí y le miraba cuando mi abuela entró para darme las buenas noches.

- ¿Le echas de menos?

- Cada día. Era un buen hombre, Kate. Me amaba y me cuidaba mucho. Haberme sido infiel no cambia nada. Pasamos juntos una vida entera y había muchos más momentos felices que tristes. Quitó la foto de mis manos, acarició el rostro de mi abuelo y tras darle un beso se fue.


Este capítulo es muy especial para mí y uno de los que más me emocionan de esta novela a causa de la excepcional relación que tengo con mis dos abuelas. Es un homenaje a ambas para las cosas que me han enseñado. Aprovecho para darles las gracias! Gracias por leer y un saludo a todos!


Sin ti siempre es de nocheWhere stories live. Discover now