Capítulo 11

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Pareció que el final estaba cerca. La profunda oscuridad en la que habían caído no dejaba distinguir nada. Leesa probó filtros de imagen en el visor de su casco quariano pero no diferenciaba nada. Era un gran vacío de oscuridad. 

Intentó palpar el suelo en busca de Jin. Ya no oía su calvario. No lograba encontrarle. El ritmo se le aceleró. Pensar en estar allí sola en esa nave en ese gran vacío, le hacía temblar. Avanzó un par de pasos en todas direcciones. Ya no había paredes. No había nada.

Gritó el nombre del teniente, aun a sabiendas de que no era lo más sensato. Su voz sonaba aun más metálica de lo que siempre había oído. Era como si las ondas de su voz se murieran nada más emitirlas. No había eco, no había expansión. Allí el sonido moría.

Su omni herramienta no respondía, no tenía forma de crear luz artificial. Aunque su traje seguía funcionando, no emitía ninguna luz.

Esa sensación de vacío solo se recreaba en otra situación. El vacio del espacio. Se alarmó al pensar en estar perdida. Pero retomó el ánimo al recordar que todavía seguía existiendo gravedad.

Avanzó a ciegas y se llenó de valor. Creía estar dirigiéndose de vuelta a la salida. Iría a la Nilo y pediría ayuda.

Pero entonces descubrió que no estaba sola.

—Keela se'lai— Sonó una voz fuerte y aguda frente a ella—. Leesa’Palah, estáis bien.

— ¿Quién eres?

—Discúlpame—. Dijo educadamente el quariano. Una leve luz los alumbro a los dos. Estaban solos en el vacio—. Nos conocimos hace unas semanas, cuando contactaste con la flotilla.

—Eres del equipo del Capitán Lulek— dedujo finalmente Leesa. Era uno de los quarianos que la habían acompañado a la mina días antes. Ahora que la vista se le empezaba a acostumbrar y el sopor se le pasaba. Leesa pudo ver al fin al quariano erguido frente a ella.

—¡Tu traje! ¿Cómo es posible? ¿Cómo lo has conseguido?

Los pies del quariano estaban desnudos, no llevaba ropa alguna, y no parecía avergonzarse de tener su sexo al aire. En efecto era un quariano libre y  además era el primer quariano que Leesa veía desnudo.

—Ah sí—pareció entender el joven—. ¿Es extraño verdad? Me siento como nunca. Toda una vida atrapado en el traje. Y ahora por fin puedo sentir. Por fin puedo respirar. Es estupendo.

—¿Se puede curar a los quarianos? — dijo Leesa titubeando un poco. La mirada de aquel quariano la embelesaba. Tenía una fuerza que jamás había sentido. Todo lo que un día creyó saber sobre su especie se vino abajo. La atracción que ejercía sobre ella era demasiado fuerte para contrarrestarla, para luchar con ella. Pensó que era la primera vez que miraba a un quariano a los ojos. Eso la había descolocado—. Si pudiéramos recuperar esa tecnología… —dijo Leesa con una voz inanimada que perdía fuerza con cada palabra que pronunciaba. Su mente se apagaba. Cada segundo que pasaba el quariano estaba más cerca de ella.

El joven la tocó el hombro metálico y pareció juguetear con los dedos sobre él. Leesa estaba adormecida frente a él, pero enseguida comprendió que le estaba desacoplando las juntas.

—No—dijo suavemente la quariana—Podría morir.

—Tranquila. Estas a salvo. Aquí no te pasara nada. Eres libre.

Sonó un chisporroteo seguido de un agudo sonido de aire comprimido, cuando el quariano le quito la armadura y dejó el brazo desnudo. El traje de Leesa emitió sonidos de alarma que sólo Leesa podía oír, y cerró los compartimentos para evitar una infección al cuerpo entero.

Mass Effect: The old arkWhere stories live. Discover now