Capítulo 10

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La SSV Laos estaba destrozada. Los pasillos centrales se doblaban. Según se acercaban a la zona de impacto más patas arriba estaba la nave. En algunas estancias lo único que les separaba del frio espacio era una viga doblada hacía el exterior o una tubería vertiendo gases por doquier. El fuego era inexistente. Señal de que el oxigeno hacía tiempo que se había vertido.

Vieron pocos cadáveres, la mayoría de la tripulación yacía flotando en el espacio como témpanos de hielo. Algunos afortunados se encontraban dentro de sus armaduras empalados contra la pared. Estos no tuvieron que sufrir las consecuencias del vacío.

La esperanza de encontrar un superviviente se iba deshaciendo con cada pasó que daban. Y cuando llegaron a la zona de impacto el grotesco escenario les hundió por completo.

Cadáveres aplastados contra la pared. Donde debería de estar la zona de mando solo quedaban escombros flotando, seguramente el capitán de la nave se encontraba en ese escenario durante el choque. Prácticamente la nave estaba perdida.

El coronel se dispuso a montar la bomba en el suelo de lo que antes era el centro de control. Un potente imán la sujeto a la superficie metálica y evitó que flotara y se perdiera por el espacio, como el resto de las cosas.

Vista la situación decidieron separarse. El teniente intentaría llegar al almacén de carga y la quariana a la cabina de pilotaje.

Mientras, el coronel montaría la bomba y vigilaría la nave hostil, que parecía totalmente destrozada. Con fugas de extraños líquidos.

El teniente avanzó cuidadosamente con su rifle en la mano, apuntando a todos los recovecos y esquinas que se encontraba. No sabía exactamente que esperaba encontrar, pero no quería llevarse una sorpresa. Bajó las escaleras verticales de emergencia por el agujero en el que antes hubo un ascensor. El proceso era lento, debido a la gravedad cero, los imanes de sus botas impedían que saliera volando, pero no ayudaban demasiado a bajar los ramales.

El almacén de carga era dramático. No podía imaginarse lo que suponía que una nave te envistiera a velocidad MRL, pero se hacía una idea. El brutal impacto bien podría haber matado en el acto a la tripulación. Sólo la solvente coraza del acorazado había impedido que lo atravesara como si fuera un trozo de cartón. Allí no encontraría supervivientes. Echó un ligero vistazo y dio media vuelta.

Leesa avanzaba desconfiadamente por los malogrados pasillos. Algunas luces parpadeaban como en un holo de terror Turiano. Avanzaba pasito a pasito, y con cada cortocircuito y chirrío de metales brincaba con miedo.

Poco más adelante podía ver ya la cabina. Nada se movía allí. Si se volvía podía ver al Coronel arrodillado delante de la bomba. Eso la tranquilizó, en caso de tener problemas el coronel acudiría enseguida. Tras cuatro pasos ya se encontraba en la sala.

El piloto estaba allí, desparramado por todo el compartimiento. Leesa cerró los ojos fuertemente. Y de pronto una tristeza le oprimió todo el cuerpo.

No quería estar allí.

Todos esos humanos muertos, todo por su culpa. Si no hubiera descubierto la mina. Si no hubiera llevado a los quarianos allí. Nada de esto hubiera sucedido.

Se sentía tan culpable.

Un estruendoso ruido procedente de su espalda la hizo girar de pánico. Las lágrimas se secaron rápidamente y el cuerpo se le tensó en claro síntoma de alerta.

Al fondo del pasillo, donde minutos antes había dejado al coronel, estaba desierto.

Avanzó hasta el centro de control, todo lo rápido que le dejaban las botas y una vez allí pudo corroborar que el coronel no estaba.

Mass Effect: The old arkOù les histoires vivent. Découvrez maintenant