Capítulo 2

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El coronel abandonó el CDM (centro de mando). En la mano llevaba una tableta holográfica que parecía estudiar con detenimiento. La información que habían obtenido de la nave quariana, había dado datos sobre la nave pirata muy reveladores. Se trataba de una pequeña nave de guerra batariana, muy antigua a juzgar por el diseño.

El plan era sencillo.

De un solo vistazo había visto más de una docena de debilidades estructurales en la nave, ni que decir tenía que la guerra electrónica la tenía perdida antes de empezar. Cortar sus comunicaciones sería sencillo.

Lo que más temía era la reacción batariana. Sabía que esa especie era adusta e iracunda. Con una facilidad pasmosa para enervarse. La odiaba profundamente. Casi todas las misiones del coronel habían transcurrido en el Través Aticano y siempre era por alguna absurda incursión de algún grupo de mercenarios batarianos o piratas. Con la eterna sospecha de estar bajo la mano protectora de la hegemonía.

El quariano tenía suerte de seguir con vida. Demasiada suerte.

Si dirigió a los camarotes de los tripulantes para encontrarse cara a cara con el quariano de sus informes.

La nave era pequeña, lo estándar para una fragata. Los pasillos estrechos provocaban claustrofobia a los más débiles. Parecía como si se te echaran encima. Y el color gris metalizado viejo no ayudaba. Las tuberías iban por fuera de tal manera que daban al pasillo, las más peligrosas en el techo, y las menos por las paredes, aunque no te recomendaban tocar ninguna, o estaban congeladas, o estaban en plena ebullición de calor.

Además si añadíamos los ruidos estructurales que se oían cuando entraban y salían de velocidad MRL, al coronel le recordaba a lo oído en los viejos submarinos de la Tierra. Parecía que se iban a partir en dos, pero nunca lo hacían, porque estaban preparados para retorcerse como una cuerda en manos de un niño.

Pasó de largo la primera puerta. Pero tuvo que retroceder. Lo que vio no se ajustaba con la información de la misión.

El quariano estaba agachado mirando un conducto de ventilación, prácticamente lo tenía desmontado y desparramado por el suelo. Aunque el asunto tenía mal aspecto, el Coronel tuvo que reconocer que parecía que el quariano sabía lo que hacía.

O debería decir, la quariana.

Alguien se había equivocado en la definición, y parecía totalmente a propósito. Era imposible confundir la silueta de una mujer quariana. Las curvas eran evidentes, su busto alzaba el traje y sus caderas eran anchas. Era imposible confundir un quariano con una quariana.

Alguien se la había jugado premeditadamente.

El almirante Hackett por supuesto, solo él sabía que problema tenía con los quarianos, y porque no quería tener nunca más a una quariana a su cargo.

Tenía que haber sospechado. Tenía que haber indagado más.

Pero ya era demasiado tarde, estaban rumbo al relé de Caronte y faltaban un par de minutos para dar el salto.

—¡Quariana! —. Dijo gritando con desprecio—. No han ordenado protegerte a toda costa, por lo visto lo que encontrasteis bien vale esta nave y su tripulación. Pero no quiero que estés indagando en nuestros sistemas. Te asignaré un soldado que te vigilará en todo momento. Estarás recluida en todo momento en esta habitación. No saldrás hasta que yo te lo ordene. ¿Lo has entendido?.

La quariana se giró alarmada al oír gritar al Coronel. Después de escuchar lo que este tenía que decir asintió con tristeza, y no dijo ni mu. Estaba acostumbrada al trato agresivo. Siempre desde pequeña había sido así. Agachó la cabeza y dentro de su casco esgrimió una cara triste y apesadumbrada. Le habían contado que los humanos eran diferentes. Por eso la flota nómada les había pedido ayuda. Pero quizás estos solo eran otros alienígenas más que no soportaban su raza y que si les ayudaban era por conveniencia. Cuando miró hacía el coronel y vio en este lo que parecía un atisbo de culpa, se animó totalmente y se dispuso a hablarle.

Mass Effect: The old arkWhere stories live. Discover now