Capítulo IV: Encuentros, Corazones Vacíos y Almas Solitarias

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Saludo a la supervisora de la Boutique de Sarah y le pregunto por mi cheque. Esta me indica que la diseñadora quiere hablar conmigo. Viro los ojos, apuesto que quiere persuadirme para que siga siendo la imagen de su línea de ropa plus.

Voy hacia la parte de atrás de la Boutique, que es donde se encuentra el taller de costura; en el fondo, está la oficina de "inspiración" de Sarah. Según ella, es solo en este reducido espacio en donde encuentra la musa para sus más majestuosos diseños.

Toco la puerta y ella me invita a pasar. Saludo a Sarah con un beso en la mejilla. La observo un segundo. Mi tía y ella se ven espectaculares para su edad. Se arreglan de una manera perfecta, en su rostro solo se reflejan un par de arrugas, pero nada que un suero antiarrugas no arregle. Su piel se percibe tersa, y eso que no lleva mucho maquillaje; polvo y rímel a lo mucho. Su pelo está cortado a la perfección por su cuello. Este está pintado de gris y blanco, dos tonos de cabello que están muy a la moda ahora mismo; me recuerda mucho a Coin, la que dirige el distrito trece en los Juegos del Hambre.

—¿Cómo estás,  Luna?— Me pregunta con una perfecta sonrisa en sus labios.

—Ni bien ni mal, solo normal.

—Estarías mejor si fueras la imagen oficial de mi línea.

¡Ya sabía yo!

—Ya lo habíamos hablado, Sarah. No quiero.

—¿Acaso no te gustó toda esa atención? ¿Los gritos de euforia? ¿El haber quebrado las redes sociales?

—De alguna manera u otra, la atención siempre está puesta en mí. Ser la gorda de cualquier grupo, provoca eso.

—Una gordita hermosa.

—Gracias, pero no me gusta el modelaje.

—Ni modo... Ya veo que no hay forma de que accedas. Solo tengo una pregunta, ¿podrías venir si un día te llamo y te pruebas la nueva colección? Solo quiero ver cómo te queda y que me des tu opinión. Tienes buen gusto y sabes lo que cada gordita quiere y necesita en su clóset.

—Por supuesto.

—Te pagaré cada vez que vengas. Si un día cambias de opinión respecto a modelar exclusivamente para mí, no dudes en acudir aquí.

—Dale...

Me despido de Sarah, recojo mi cheque y me dirijo al banco a depositar el dinero.

****

—¿Qué tal tu día, sobrina?— Me pregunta mi guapa tía.

Nos encontramos cenando en el comedor; preparé lasaña. Mi tía, mi prima y yo la degustamos tranquilamente.

—Estuvo... Interesante. Vino Felipe a buscar el cheque y los planos.

—¿Qué te pareció el dueño del apartamento? Es un viejito chulo, ¿verdad?

—De hecho, vino su hijo— digo mirando directamente a Lola.

—¿Felipe vino?— Pregunta Lola con ojos iluminados.

—Eso fue lo que dije.

—Lola, por Dios, disimula un poco. Has mojado el asiento y eso que solo se mencionó su nombre— dice mi tía divertida.

—¡Mami!— Chilla mi prima.

—Es verdad... Se te salieron las babas— le digo riéndome.

—¿Te habló de mí?— Me pregunta esperanzada.

—¿De tus acosos?— Le digo alzando una ceja.

—Eso no es cierto, gorda.

—¡Daniela!— Le regaña mi tía.

—Déjala, total, ya eso es casi un piropo para mí. ¿Sabías que para Felipe soy una hermosa Luna? Hasta me dijo que deseaba incluirme en su lista privilegiada.

—¡Embustera!

—Te lo juro, podrías preguntarle, pero como él te ignora, pues no puedes confirmarlo.

Sé que parezco una adolescente, pero disfruto fastidiar a mi prima.

—¡Ridícula! Yo te ignoro porque conozco a la perfección los gustos de Felipe, y definitivamente tú no encajas ahí.

—Ya, ya, déjense de sanganases y coman en paz— sentencia mi tía.

Observo a Lola divertida y le alzo una ceja. Ella se limita a correrme la mirada de mala gana.

***
Llega el viernes y yo me dedico a acomodar la ropa que me llevaré en cajas. También, me dedico a dividir los efectos personales, la comida enlatada y los detergentes en sus respectivos lugares. Tengo que hacer esto hoy porque en la semana no tendré tiempo. El lunes comienzo el periodo de prueba en el restaurante de los amigos de mi tía y sé que llegaré agotada y no podré organizar todo.

Termino el trabajo de acomodar a las cinco. Me doy un baño y luego me dispongo a preparar la cena. Hoy Lola no está, pero mi tía vendrá pronto. Así que prepararé ensalada verde y filete de carne al horno. Me coloco los audífonos y pongo a Alexander Pires. Quitémonos la Ropa se cuela por mis oídos. Canto a pulmón sin poder evitarlo mientras me meneo al ritmo de la música.

Quitémonos la ropa que nos viene bien.
Recórreme  despacio por toda la piel
y bésame y bésame;
comámonos a besos.
Ven devórame y bésame,
y dime de tus labios que quieres volver... Abrázame y bésame
Amemonos despacio y luego quédate...

Tomo una cuchara en mi manos para probar la salsa de zetas que estoy haciendo para la carne. Cuando voy a meter el cucharón siento unas manos posándose en mi cintura. Pego un grito sordo y sin pensarlo, le doy con todas mis fuerzas en la chola con la cuchara, la cual, desde hoy, se llama arma de defensa. Abro la boca y los ojos con asombro cuando veo a Felipe frente a mí sobándose la cabeza y diciendo cosas que no logro escuchar debido a que Alexander Pires sigue cantando en mis oídos.

Maldita sea, había olvidado "la cita" con Felipe y encima, le he rajado la chola.

¡Genial, simplemente genial, Luna!

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Espero que lo hayan disfrutado.
Nos leemos la próxima semana, bebés.

Multimedia: Lola 

Luna  Hikayelerin yaşadığı yer. Şimdi keşfedin