Capítulo IV: Encuentros, Corazones Vacíos y Almas Solitarias

Start from the beginning
                                    

—Es cierto, pero contigo hice una excepción. No, no tendremos ningún otro encuentro.

Y con esas palabras se retira, dejándome pisoteada y humillada. Algo en mí se incendia y no puedo evitar abrir la puerta de cantazo. Veo a Felipe que está llegando al ascensor.

—¿Por qué? ¡¿Por qué no puedo ser tu puta por cuatro meses, cabrón?! ¿Es porque soy gorda?

Él me mira como si yo hubiera perdido la cabeza. No dice absolutamente nada. Solo me mira por unos segundos, y se dispone a irse. Será hijo eh' puta.

—¡No me contestes! Total, ni que me muriera por ser la perra de alguien como tú. Además, soy mucha carne para tu cuchillito, imbécil.

Él no se adentra en el ascensor a pesar de que este ya está abierto. No entra y viene como fiera hacia donde me encuentro.

—No, no es porque seas gorda. Por Dios, ¿qué clase de pregunta es esa? ¿Cuchillito? ¿En serio? Te aseguro que te hubiese rajado con mi espada si te hubieses dejado. No hables de algo que no te ha cortado aún. Hubiera dicho de algo que no has probado, pero ambos sabemos que probaste.

Yo lo miro como si estuviera loco. ¿Espada? No puedo evitar carcajearme. A mitad de pavera, él me impide el aire besándome salvajemente. Yo le correspondo, porque, debo admitir, besa cabrón.

—Un encuentro más... Solo para terminar lo que empezamos aquí. Paso por ti el viernes a las seis.

Sonrío maliciosamente. Se creerá él que soy tan fácil. ¿Un encuentro más? Ya no soy una gorda pendeja. Ya me cansé de que me utilicen como una máquina sexual que cumple fantasías. Al final, lo único que saco de encuentros así, es un corazón vacío y un alma solitaria.

—Adiós,  Felipe— le digo sin confirmarle si acepto o no.

Me doy una rápida ducha, me coloco una camisa blanca de tirantes, un poncho de flores encima, un mahón rasgado en ciertas áreas y unas sencillas sandalias. Decido no peinarme y dejarme el pelo suelto así como está. Me dirijo hacia el taller de la diseñadora Sarah para pasar por mi cheque. Solo Dios sabe cuánto necesito el dinero. Primero, debo enviarle trescientos dólares a mami para que puede comprarle el anticonvulsante a mi hermana menor. Dede hace un tiempo para acá le están dando fuertes ataques de epilepsia y los medicamentos son costosos. Antes mi madre podía pagarlos sin problemas, pero hace unos meses se quedó sin trabajo. Ella trabajaba en un banco, allá en el pueblo donde crecí, pero no le renovaron el contrato este año. Esta fue una de las razones por las que decidí mudarme a San Juan; acá hay más posibilidades de encontrar un empleo que allá en donde vivía. De esta manera podía ayudar a mami con los gastos de los medicamentos. Se me ha hecho difícil encontrar algo, por eso tomé la oportunidad de modelar, en lo que aparece un trabajo. Mi tía no sabe que mi madre se quedó sin empleo. Ella sin titubear y con mil amores, nos hubiese ayudado, pero mi madre es orgullosa y no le gusta sentirse menos delante de mi tía, quien es una excelente abogada, con prestigio y estabilidad económica. Sé que mami siente cierta envidia por mi tía. Según ella, tití Carmen se le hizo el camino fácil, mientras ella tuvo que joderse. En mi punto de vista, nadie mandó a mi madre a abrirle las piernas a un tipo como mi padre; pero bueno, la cosa es que ambas quedaron embarazadas jóvenes, pero hubo una gran diferencia entre ellas; mi tía se embarazó del hombre con un futuro prometedor, dueño de una empresa de bienes raíces  y más importante, la amaba, y mi madre, por el contrario,  del imbécil con muchos sueños y poca determinación. Este último era mi padre. El hombre que la embarazó y la abandonó. Según él, yo era un impedimento para su carrera como cantante; lo que fue totalmente falso porque aún con mi ausencia en su vida, sin haber tenido la responsabilidad de mantenerme, su carrera fue un total fracaso. Ahora es gerente en  un fast food luego de haber trabajado por veinte años como un empleado más. Nunca vino a verme, nunca se preocupó y nunca le importé. Con el tiempo, dejó de importarme a mí también. Lo único bueno que heredé de él, fue la capacidad para entonar canciones. Me sale bien cantar, pues.

Luna  Where stories live. Discover now