40. La vida esta llena de sorpresas

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Tom viene a la habitación y se apoya en el marco de la puerta mientras me mira.

-¿De qué te ríes?- me pregunta

- ¿En serio?- le digo levantando las sabanas y veo como sus labios muestran una sonrisa.- Te acuerdas.- afirmo

-Como no, has pasado más tiempo en esas sabanas que yo mismo. Sigo sin entender por qué.- dice mientras se acerca y las mira. Yo me sonrojo por el comentario

- Eran y son súper suaves, me recuerdan a la casa de tu abuela.- le digo- Es muy agradable.

-No sé si unas sábanas en las que nos hemos acostado está bien relacionarlas con mi abuela- dice el poniendo una mueca de asco en su cara.

-no seas idiota, no lo decía por eso.- le digo sonriendo.

Cuando Tom y yo salíamos íbamos mucho a casa de su abuela ya que estaba enferma. Yo siempre iba encantada, ella siempre me trataba como si fuera su nieta. Nos quedamos un fin de semana y recuerdo que esas sabanas me marcaron, yo no era dormilona hasta que probé esas sabanas.

Un día Tom me llevo a su casa y fuimos a su cuarto. Me sorprendí cuando vi que había traído esas sabanas y las había puesto en su cama.

"Así pasaras más tiempo en mis brazos" dijo y así fue.

-No sabía que las guardabas y menos que las usabas- le digo terminando de doblar la última.

-Nunca se sabe cuándo las volveré a usar.- me dice y yo me rio. Espero que no fuera una indirecta.

-Gracias por la ropa.- le digo señalando mi jersey rosa palo y mis leggins granates claros junto con las botas marrones que me había comprado.- Y gracias por todo lo demás.- Le digo lanzándome a sus brazos para abrazarle.

-Si no te compraba ropa ibas a dejarme a mi sin ella.- me dice rodeándome con sus grandes brazos.- Y por lo otro, es lo que hacen los amigos pequeña.- me dice dándome un beso en la cabeza.

Como chica lista que soy, me fui de la casa solo con lo que llevaba, la cartera, las llaves y el móvil. BIEN, a vivir la vida se ha dicho- me digo a mi misma. Tom me ha ido dejando ropa suya durante estos días, pero hoy me iba a casa y no podía ir pareciendo una rapera cuya ropa es cinco tallas mayor y que solo hace que parezca más pequeña de lo que ya soy. No os confundáis, iba súper cómoda pero si hubiese salido a la calle así la policía me hubiese parado para ver si llevaba hierba así que le pedí que me comprase un poco de ropa y he podido descubrir que su gusto sigue intacto.

-¿Nos vamos ya ha comer?- me pregunta. Yo asiento.

Cojo el abrigo de Tom. Es prestado. Meto mi apagado móvil, junto con las llaves y la cartera en los bolsillos de este.

No he salido a la calle en estos cuatro días. Tom me decía de salir pero yo usaba la excusa de la ropa siendo que en realidad no quería salir porque sentía que esta casa era un escudo para la realidad. Ni siquiera estaba en la misma ciudad pero... da igual, es mi lógica.

-Lista- le digo a Tom.

Salimos de la casa y cada uno coge su coche para ir al centro. Tengo suerte de haber estado aquí más de una vez, porque si no seguro que ya estaba perdida.

Durante el trayecto en coche pongo la radio a todo volumen y dejo que la música sea solo lo que invada mi mente, ya tendré otro momento para pensar en la que me espera en casa.

Nos metemos a un parking subterráneo y buscamos plazas contiguas. Aparco con gran habilidad y me bajo del coche con una sonrisa de satisfacción en mi cara.

-veo que ya has aprendido.- me dice Tom.

-Sí, y lo hago genial.- dicho mientras pego saltitos como si fuera Heidi en dirección a la salida. Si es que en realidad soy como una niña de 5 años.

Fraternidad mixta...¡UNA MIERDA!Where stories live. Discover now