Capítulo 13- Final.

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Caí de rodillas al suelo y me llevé las manos al estómago. Me dolía. El olor a sangre se colaba por mis fosas nasales y eso junto al dolor, me hicieron caer de espaldas hacia atrás, cuán larga era.

La flecha seguía clavada en mi, cuando oí como Finnick gritaba algo y corría a mi lado. Sentía un extraño sudor frío recorriedome, saliendo de mi cuerpo con rápidez al igual que la sangre y mi vida. No podía articular palabra. La mandíbula me pesaba. Veía borroso. La flecha clavada en mi me ardía como hierro fundido y me paralizaba todo el cuerpo.

Finnick colocó mi cabeza en sus rodillas, y reuní la suficiente fuerza para mirarle a los ojos. Esos ojos azules, por una parte, iguales a lo míos, pero por otra totalmente diferentes.

Los suyos eran cálidos, como su persona, el punto perfecto entre la dulzura y el divertido pervertimiento. Los mios eran fríos.

En el fondo éramos polos opuestos, tal vez por eso nos habíamos enamorado.

Él era el calor que faltaba en mi vida.

Pero ahora sus ojos irradiaban pura desesperación mientras sujetaba mi cabeza entre sus manos, y me susurraba palabras que no podía oír. No oía nada.

Sabía que me estaba muriendo.

-Clarie, mirame, ¡No cierres los ojos! -Su voz me sonaba lejana.

El estómago me dolía y sentía como mi cuerpo se iba vaciando dolorosamente. Mis párpados pesaban. Que fácil sería dejarlos caer.

Finnick acercó su rostro al mío, con lágrimas.

-Se supone que yo venía a salvarte. -Dijo entrecortadamente, mirándome a los ojos.

El dolor podía conmigo. No gritaba porque la voz se me había apagado, sin embargo, saqué fuerzas de algún lugar escondido para hablarle, mientras le miraba a los ojos, mientras repasaba su rostro, para que nunca se me olvidase.

-Nunca podría vivir en un mundo sin Finnick Odair. -Susurré. Las palabras me sabían a sangre.

Una lágrima se resbaló por mi mejilla.

Finnick dio un grito ahogado de desesperación, agarró mi rostro con algo más de fuerza y me miró, desesperado.

-Clarie. -Nunca le había visto así. -Clarie. -Susurró. -Te quiero. -Fue el te quiero más desesperado que jamás oí.

Y diciendo eso, se acercó con rabia y tristeza hacia mi, y me besó delicada pero apasionadamente a la vez. El contacto de su piel me dio la calidez de siempre, y comprendí que no quería separarme de él. Pero era mi decisión. No podía dejar que el muriese.

Esa vez, la calidez de sus labios no fue la suficiente.

En un momento de ese beso, todo oscureció.

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-¡Finnick Odair, vencedor de los Septuagesimo terceros juegos del hambre!

El verdadero amor de Finnick Odair. /sin editar/Donde viven las historias. Descúbrelo ahora