Capítulo 10- Bestias.

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Un ruido fuera de la cueva me despertó la mañana del octavo día. Tardé un poco en reaccionar, y por un momento pensé que solo habían sido imaginaciones mías. Pero el ruido volvió a sonar, se me erizó el vello de la nuca y levanté la vista hacia fuera de la cueva. No había nada.

Me tensé y miré a Finnick, seguía dormido, a si que cogí el arco y las flechas y salí sola. Volví a oír los pasos.

La frente me sudaba, estaba segura de que había alguien entre la espesura.

Cogí una flecha y la coloqué en el arco, apuntando hacia ninguna parte.

-¿¡Quién eres!? ¡Sal, cobarde! -Grité, pero realmente estaba muerta de miedo.

Los pasos sonaron de nuevo, y apunté la flecha hacia el lugar de donde provenían, con el corazón latiendome con fuerza, pero no había nada ¿Qué era ese ruido?¿De quién eran las pisadas? Respiraba entrecortadamente, tenía que haber un tributo por ahí, lo estaba escuchando.

De pronto una mano se posó en mi hombro, y me giré de golpe, lanzando un grito del susto, dando a la persona con el arco en la cabeza.

Era Finnick.

Dio un grito a causa del golpe, zambaleandose con la mano en la cabeza.

Me guardé la flecha y me dirigí a él, sintiendome algo culpable.

-Lo siento, pensaba que eras otro tributo. -Dije, poniéndome de puntillas. Le había hecho una herida en medio de la frente. -Déjame ver. -Dije apartandole un mechón de pelo que tenía pegado a la frente con la sangre y el sudor.

-La cuarta vez que me pegas. -Dijo divertido, con una sonrisa. -Te parecerá bonito.

Le miré a los ojos.

-¿Llevas la cuenta?

-Para que me pagues la cirugía plástica por haberme destrozado la cara.

Reímos levemente.

-Yo creo que está perfecta. -Dije, y le di un pequeño beso en los labios.

Cogí el arco de nuevo y volví a mirar a mi alrededor.

-¿Qué hacías aquí, por cierto? -Preguntó.

-Había oído unos pasos, creo que deberíamos irnos. -Contesté, algo preocupada.

Tenía la sensación de que nos observaban.

-Está bien, voy a por las cosas. Ahora vuelvo. -Informó y entró a la cueva.

Me dirigí a una roca y me apoyé en ella. Me froté las sienes y suspiré, cansada de estar en la arena. Pero supongo que peor sería estar muerta.

Cerré los ojos, cuando de pronto, oí los pasos de nuevo. Noté como me hervia la sangre.

-¡Sal ya! ¡SAL YA, COBARDE!

De pronto sonó un rugido tan fuerte que logró estremecerme y hacerme temblar. Me quedé helada.

Ese rugido no era humano.

-Finnick... ¡VEN YA! -Grité con las piernas temblandome, y de pronto, algo salió del bosque.

Era un oso, un oso enorme marrón, rugiendo, y le resbalaba saliba por la boca. Tenía unas uñas tan largas que las podía ver desde la distancia.

Saqué una flecha y la coloqué en el arco. Finnick salió de pronto, y se quedó helado al ver a tal bestia enfrente nuestro.

-¡Vámonos, Clarie!

Pero antes, le lanzé la flecha. Mala idea. El oso rugió de esa manera tan sobrenatural, y su mal aliento a carne podrida llegó hasta nosotros.

El verdadero amor de Finnick Odair. /sin editar/Donde viven las historias. Descúbrelo ahora