Se encogió de hombros con simpleza.

—Las mentes humanas son débiles. Ni siquiera tu amiga tiene un collar de protección, y eso que es novia de un nacido en la luna azul; no hay peligro cuando en cualquier momento puedo cambiar sus pensamientos. Nómbrame algún amigo, sin incluir a tu amiga Alicia.

Iba a preguntarle cómo es que sabía que Alice no tenía una protección, pero recordé que había estado vigilando a Alan, así que eso incluía a su familia... y a mí, así que me concentré por decirle el nombre de alguno de mis amigos, pero mi mente se quedó en blanco.

No podía hablar con Charlotte sobre su hermano, no en el momento.

Alicia estaba metida en su mundo con Trevor, así que tampoco contaba, mucho menos cuando no me había preguntado nada aun viendo mi estado.

Clara, Lara y Lance no llegaron a mi mente, por más que lo pensé. También estaba Aaron, pero a él siempre recurría cada que tenía un problema y no quería que nuestra amistad se basara solo en desahogos de mi parte.

Me quedé callada, sintiendo como las lágrimas volvían a mi garganta de nuevo.

Él chasqueó la lengua.

—¿Lo ves, pequeña gata? Me necesitas.

***

Incliné la cabeza, dejando que el líquido cubriera mi boca y bajara por mi garganta. Hice una mueca.

—Wow, tranquila que no es alcohol.

—Quedé sedienta y está fría —respondí mirando la botella de agua que Braham el vampiro, me había comprado luego de haber hecho algo que él consideraba que me serviría: gritar a los cuatro vientos lo imbécil que era Alan mientras él me acompañaba gritando lo idiota que era por dejarme.

Adorable para llegar de un vampiro.

—Bien, Braham. Estás dispuesto a ayudarme, ¿verdad?

—Sí.

—¿Por qué?

—Siempre es bueno ayudar a las novias de los licántropos.

—Ya no soy su novia.

—Pero lo fuiste y debes conocerlo. Tu mente me es de ayuda. —Reí porque su tono dejaba ver que era una broma.

—Sigo sin creer que de verdad quieras ayudarme.

—Eres mi acto de caridad.

—Pero eres un vampiro, debes hacer daño y no hacer actos de caridad.

—No todos hacemos lo mismo. Yo voy contra el sistema —admitió mientras se acostaba en el pasto.

Miré a lo lejos. Estábamos en los alto de una montaña, un poco lejos del pueblo.

—¿Puedo preguntarte cuántos años tienes?

—Cuando eres inmortal, dejas de contar los años luego de un tiempo.

—Oh, yo...

—Luego te contaré esa historia,

—¿Quién te dice que pasaré más tiempo contigo?

—Simplemente lo sé. —Sonrió y mis ojos se llenaron de lágrimas cuando un recuerdo con Alan diciéndome algo similar llenó mi mente.

Busqué el dije, mirándolo. Meses atrás Alan me había dicho que solo tenía que mirarlo y preguntarme cuánto me quería para que el corazón se iluminara y el líquido dentro de él, siempre congelado, se moviera, pero en ese momento no pasó nada, el collar quedó con su color intacto y con el líquido dentro de él de la misma manera.

Lunas escarlataDonde viven las historias. Descúbrelo ahora