Capítulo 1

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Frank hizo una mueca ofuscada y apagó la televisión. ¿Quién había sido el genio que había reemplazado con series de mierda toda la música en MTV? Aunque claro, la palabra genio era empleada con el más absoluto sarcasmo porque se había convertido en algo terrible. Asqueroso. Realmente asqueroso. Y todavía más asqueroso que eso era que él, a sus casi 17 años, tenía que ocupar con televisión sus tardes libres. Nuncahabía nada interesante en el computador y su teléfono celular era algo terriblemente aburrido cuando no había conexión a internet. Sólo le quedaban libros, aunque ya los había leído todos... y su imaginación. Pero eso ya estaba quemadísimo. Entre la escuela y la televisión habían aniquilado todas las neuronas destinadas a la creatividad.

Así que estaba ahí, languideciendo en su habitación. Con su mejor amigo Bob sentado junto a él. Ambos igual de aburridos, deprimidos y... doblemente aburridos.

— Ya te dije que mi playstation murió, Frank —bufó Bob—. Y todavía me faltan setenta dólares para comprar una nueva.

— Pero algo se puede hacer... —se quejó Frank—. Inventa algo, Bob. ¡Me aburro!

— Creo que realmente no hay nada bueno que hacer... y éste frío de mierda hace que todo sea más terrible —dijo su amigo—. Ni siquiera podemos ir al lago, o al parque. Y el centro comercial es para chicas, y el bosque es para esos tipos súper hardcores.

— ¿Por qué no somos uno de esos chicos súper hardcores? —Exclamó Frank, realmente parecía el berrinche de un niño pequeño— ¡Yo sería genial siendo un tipo súper hardcore!

— Mides como uno con sesenta... —respondió Bob, y al parecer eso zanjó la conversación.

Frank volvió a inflar las mejillas y se lanzó de espaldas sobre su cama. Las desnudas paredes de su habitación parecían burlarse de él, cada rincón parecía burlarse de él y de su aburrimiento. ¿Es que acaso todos los tipos de casi 17 años se sentían así? ¿Cuándo cumpliera 17 todo sería mejor?

Realmente le gustaba pensar que sí.

Su tarde mejoró cuando la madre de Bob lo llamó porque había comprado pizza. Y ambos bajaron corriendo las escaleras de la vacía casa de Linda y Frank Iero antes de salir a la calle. Tomaron sus bicicletas botadas en el césped y entre risas cruzaron el parque y las calles que los separaban. Cinco minutos después estaban ahí. La mujer rubia había supuesto que llegarían juntos porque había servido dos porciones y dos vasos de jugo. Y había dejado solos a dos adolescentes con una pizza que en menos de diez minutos desapareció.

Ocuparon su tarde en mirar una vieja película de alienígenas en la televisión y antes que se diera cuenta el sol se escondió. Frank, cabizbajo, tuvo que abandonar la casa de su amigo y en total soledad regresó a su hogar, quizás su madre había llegado ya, quizás ya no estaría tan solo y aburrido. Además ya no llevaba prisa.

Pero el parque ya no estaba vacío. Un grupo de tipos vestidos de negro, con apariencia de punks, lo llamaron y él, curioso, se acercó a ellos. Dejó la bicicleta en la arena y se detuvo, mirándolos desde una considerable distancia. Aunque no lo admitiera, le daban algo de miedo.

— ¿Qué haces? —dijo uno de ellos.

— ¿Vives por aquí? —preguntó otro.

— ¿Cuántos años tienes? —quiso saber uno de largos cabellos negros.

— Vuelvo a casa. Sí. 17 —contestó mecánicamente a los tres tipos, ellos sonrieron y luego volvieron a mirarle.

— No pareces de 17 —dijo el primero—. Más bien pareces de 13.

Frank rodó los ojos.

— Como sea —dijo el de cabello negro, ignorando a sus acompañantes—. Estábamos aburridos y realmente ya no tenemos nada interesante que hacer y nos quedan muchas cervezas así que... ¿Quieres beber con nosotros? Somos buenos tipos —le sonrió.

Frank se le quedó mirando. Realmente tenía que llegar a casa porque si no su madre iba a castigarlo, pero por otro lado... realmente quería quedarse con ellos. Era lo que buscaba para cambiar un poco su aburrida rutina y tendría semanas de conversación en torno a eso cuando le contara a su amigo. Y a pesar de haber probado el alcohol en poquísimas ocasiones, accedió a beber una cerveza.

Estaba fría y tenía buen sabor. Y pronto tuvo que pedir una segunda porque ya se la había acabado. Los tipos parecían divertidos haciéndole preguntas sobre su vida diaria y más divertidos aún con las respuestas, pero Frank no les prestó atención en lo absoluto, estaba ocupado pensando en la cerveza.

Fue durante la tercera cerveza que ellos dejaron de prestarle atención y se pusieron a conversar entre ellos y aunque Frank no les prestó atención al principio, comenzó a hacerlo mediante la charla iba avanzando.

—... Dayna dice que si se juntan más va a comenzar a cobrar para que bajen, porque se está haciendo muy conocido y no va a faltar el que hable.

— ¿Pero quién mierda va a hablar? Si alguien habla vamos a caer todos.

— Además todos los que vamos jugamos bastante... ninguno de los hijos de puta que han bajado a ese sótano están libres. Ninguno. Así que si hablan caemos todos. Todos.

— Ya, tranquilo. Dayna tiene todo controlado. Por eso escogimos su casa y no otra, imbécil.

— ¿Han visto algo en las noticias?

— Nada. Creo que incluso la investigación quedó en nada. ¿Cuántos tipos de 17 años no se van de casa para no volver más?

— Sí... de todos modos hay que tener cuidado. Si alguien...

— Nadie va a hablar.

Frank frunció el entrecejo, ahora no valía la pena seguir pretendiendo que no escuchaba nada. Su vista estaba fija en los tipos, viajando de rostro en rostro a medida que sus voces salían y aunque estaba un poco mareado, se había mantenido bastante despierto en la conversación.

— ¿De qué hablan? —preguntó ya sin tapujos.

— De un juego... algún día te lo vamos a enseñar. Eso sí prometes no decirle a nadie.

— Lo prometo. Sé guardar secretos —dijo—. Por cierto, me llamo Frank.

El de cabellos largos sonrió y luego de dedicarle una sonrisa a sus amigos volvió a mirarlo a él.

— Mi nombre es Ethan, él es Peter y él es Craig. Estaremos aquí mañana a esta hora, ¿Vas a venir?

— ¡Seguro! —exclamó Frank, y a duras penas se puso de pie.

Luego de despedirse con un gesto de la mano volvió sobre sus pasos mientras el mundo alrededor de él daba vueltas y vuelvas... el piso nunca se había sentido tan irregular y cuando bajó para recuperar su bicicleta por poco y se va de cara al piso. Pero logró llegar a casa y luego de dejar la bicicleta en el patio trasero subió a su habitación. Su madre ya estaba dormida, así que posiblemente lo castigaría al día siguiente. Y sin siquiera quitarse los zapatos se lanzó a dormir.

Esa noche sus sueños giraron en torno a la conversación de sus nuevos amigos. Intentando imaginar qué demonios había ahí. Aunque claro, su inocente mente era posible imaginar lo que realmente había escondido en ese sótano.

poetic tragedy ・ frerardWhere stories live. Discover now