1. Capítulo 9: No perder la esperanza (3ª Parte)

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Las esferas de agua chocaban una tras otra contra la pared, mientras una relajada Hailee con la mano extendida las producía, explicándome el procedimiento.

—¿Recuerdas cuando te dije que la mayor bondad de los hechizos elementales, era que podías manipularlos a tu antojo una vez tuvieras consciencia de ellos? —Asentí—. Pues bien, los hechizos elementales se dividen en primarios y secundarios —volví a asentir, esta vez sin estar segura de haber comprendido—. Los primarios son Ignis, Aqua, Terra y Aer. Estos, bien dominados, te permiten hacer lo que sea con los elementos, como por ejemplo, lo que acabo de hacer —dijo, mientras la última esfera de agua reventaba en la pared.

»Sin embargo, existen hechizos secundarios, más simples, que solo utilizan los elementos con un propósito específico. ¿Recuerdas el hechizo que aprendiste mientras luchábamos contra los elfos caídos? ¿Sunog? Ese es un hechizo secundario, ya que solo sirve para disparar esferas de fuego y no te permite ningún otro tipo de control.

La imagen de la batalla contra los elfos caídos me provocó un mal sabor de boca. Recordaba claramente lo emocionada que había estado al comprobar cómo esferas de fuego emergían de mis manos, pero recordaba mucho mejor cómo había caído estrepitosamente de mi dragón utilizando ese hechizo. Veía mi cuerpo cayendo y al aire abrazándome, mientras me dirigía a una muerte segura.

No era lindo.

Asentí con la cabeza hacia la hechicera, y dirigí mi mirada hacia Castiel que ahora descansaba. Imaginaba que era un poco entrada la noche, pues ya nos habían traído la cena —pan y agua otra vez—. Llevábamos varias horas entrenando, y Alhaster no había vuelto a abrir los ojos.

Si bien revisaba su pulso aproximadamente cada media hora para quedarme tranquila, era complicado mantener mi ansiedad a raya luego de escuchar las palabras de Faedra. No había vuelto a hablar con ella en todo el día, cuando Eliden apareció en la celda.

—¿Hay noticias? —preguntó Castiel, levantándose del suelo y quitándose el polvo.

—Han llegado noticias del reino de los dragones —confirmó Eliden, capturando toda mi atención.

—¿Qué clase de noticias? —pregunté.

—Exigen la pronta liberación de su líder y que se les asegure que se encuentra en buenas condiciones. Amenazan con atacar si la Corte del Sol no cumple con sus peticiones.

Las palabras de Eliden me hicieron recordar las de Alhaster el día anterior. Me había dicho que Kay y la Corte de Dragones debían enterarse de su situación, y le había prometido que lo harían. Sin embargo, sin mover un dedo, los dragones ya protestaban por el cautiverio de su líder. Con el reino élfico y los líderes licántropos apoyándonos, además de los dragones exigiendo la liberación de su líder, mis esperanzas aumentaban exponencialmente.

Eliden explicó que no conocía mayor información sobre la noticia, nos entregó algo de comida para saciar nuestra hambre, y mientras mis compañeros atacaban los trozos de carne, él se acercó a mí para hablar a solas. Debía devolver el espejo, y a Faedra con él.

—Aquí tienes —dije, entregándole el morral.

—¿Te ha sido de utilidad? —preguntó intrigado.

—En realidad, no estoy segura, pero muchísimas gracias por haberlo traído.

La salamandra asintió ante mi insípida respuesta, y, como recordando algo importante, metió la mano en un bolsillo interior de su ropa y sacó un sobre.

El sello de Lordania, marcado en un rojo pasión que contrastaba con el blanco papel, me dijo que era aquello: Alyos volvía a enviarme correspondencia. No esperé ni un segundo, luego de que Eliden se marchara, para romper el sello y lanzarme a leer la misiva. Tenía que admitir que el príncipe lordino tenía manos en todas partes si había logrado que su mensaje llegara a mis manos.

CDU 3 - La elección de Cassiodora [BORRADOR COMPLETO]Where stories live. Discover now