[Regla #2]

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Lunes.

Momoko odiaba los lunes. Bueno, ¿quién no odia los lunes? Claro, las personas que tienen una maravillosa vida aman todos los días de la semana; lamentablemente esa no era la situación de esta peculiar chica.

Con toda la flojera del mundo se había levantado de su cómoda cama con dirección al baño. Luego de haberse aseado y previamente uniformado llego a la parte que más odiaba: cepillarse el cabello. Siempre lo había llevado corto, un poco más arriba de los hombros, y a pesar de eso su cabello era un vil desastre, como si alguien lo hubiera utilizado para barrer la calle.

Observo su reflejo en el sucio espejo: cara totalmente pálida por falta de luz solar, labios secos y unas horribles ojeras adornaban sus ojos. Sí que era un desastre, pero después de todo era lunes, nadie se ve bien los lunes a las 6:00 a.m.

—La vida me odia, es una perra—tomó el cepillo y comenzó a pasarlo por su cabello para desenredarlo, claramente sin obtener resultado alguno, así que dejo el cepillo en su lugar y salió del pequeño baño sin importarle como se veía en esos momentos.

Estaba dispuesta a salir de su habitación en cuanto timbro su móvil, indicando que había llegado un mensaje. Sacó el aparato de debajo de la almohada y lo desbloqueo para poder leer el contenido.

Para: Momoko.

De: Ryôta.

Momocchi~

Buenos días, ¿cómo amaneciste? Yo súper bien debido a que soñé contigo.

Nos casábamos y teníamos cinco hijos<3

Pasare a recogerte a tu casa como siempre<3

Bye, besos~

—¿Qué respondo a esto?—leyó el mensaje de nuevo—. Supongo que lo de siempre—bloqueo el móvil y lo metió en el bolsillo de su suéter—. Nada.

Después de haber recogido su mochila salió de la habitación.

—Buenos días Momoko, ¿cómo dormiste?

Su madre ya tenía el desayuno listo.

—Dormí bien pero desperté mal—tomó asiento y comenzó a desayunar—. Mamá, ¿papá te mandaba mensajes melosos cuando eran jóvenes?

Dejó de lavar los platos y centro su atención en su hija—. Todo el tiempo—suspiró como niña enamorada—. ¿Ryôta te los manda?

Ughs, sí.

—¿Qué hay de malo con eso?—preguntó, incrédula. Su madre tenía el pensamiento de que a todas las chicas les encantaba que les mandaran mensajes cursis.

—Me hacen sentir bien—dio un mordisco a su pan—. Y vomitar.

Su madre rodó los ojos y continuo con la tarea que antes había estado haciendo. Jamás iba a entender bien a Momoko, bueno, ni la misma Momoko se entendía; los mensajes de Ryota la hacían sentir bien, pero de tanta miel y de solo imaginárselo diciendo esas cosas vergonzosas en persona la hacían querer vomitar. Vaya problema.

—¿Dónde está el estúpido de Ren?

—Más respeto a tu hermano mayor—habló una voz a su espalda.

—Hablando del rey de Roma...—comentó su madre.

—Y el pendejo que se asoma.

—¡Momoko!

Sorry not sorry.

Ignorando a su hermana, Ren tomó asiento justo a su lado y empezó a devorar su desayuno. De vez en cuando miraba de reojo a Momoko, ¿qué acaso había olvidado la plática que tuvieron el día anterior? ¿Se olvidó de la regla que le había dicho? Si era así, tenía que recordársela de nuevo o su relación no iba a mejorar.

—Madre, creo que mi papá te habla—comentó Ren.

—No lo he escuchado cariño.

—Es enserio, ve a comprobar—puso su mirada de hijo bueno e inocente—. ¿Lo escuchas?

Rendida, decidió hacerle caso a su hijo y salió de la cocina.

En cuanto su mamá salió tomo del brazo a Momoko, quien tomaba jugo tranquilamente, y la miro con seriedad—. ¿Acaso lo olvidaste?—Momoko le miro confundida—. La regla, tonta.

—¿Cuál regla?

—Ya deberías saberlo.

Algo se ilumino en la mente de Momoko y quiso golpearse en ese momento con la mesa.

—Lo siento.

—Descuida, no es como que tuviera muchas esperanzas de ti.

El timbre de la puerta sonó.

—Es Ryôta—anunció Ren.

Momoko se levantó tirando todo a su paso y se dirigió al baño para cepillarse los dientes. Regreso con la misma rapidez a la cocina y jalo a Ren consigo.

—¿Qué hago?—dijo nerviosa, jalando constantemente los cordones de su mochila.

—Lo de siempre—recomendó su hermano—. Abrir la puerta e ignorarlo hasta que lleguen a la escuela.

Un fuerte golpe aterrizo en el estómago de Ren—. Recuerda que voy a cambiar idiota.

Ahora un golpe para Momoko.

—Regla #1...

—No más groserías—completó Momoko y asintió repetidamente para que no se le olvidara.

Decidida, se acomodó bien el uniforme y coloco su mano en el pomo de la puerta. Antes de salir miro a su hermano con ojos de "dime algo", pero Ren estaba concentrado en acomodarse el cabello ya que con el golpe que Momoko le había dado este quedo más desordenado de lo normal.

—¿Qué estas esperando? Dime la otra.

—Escuche tu conversación con mamá sobre los mensajes melosos—le interrumpió, colocando su mano derecha en la boca de Momoko—. Supongo que no se los contestas, así que para arreglar eso tienes que decirle algo lindo. Sabes, a los hombres nos gusta que nos digan cosas lindas, ¿entiendes?

—Pero tú no eres hombre.

Regla #2: Dile cosas bonitas aunque te hagan vomitar.

Dicho eso, tomo a Momoko por los hombros, abrió la puerta y la empujo haciendo que cayera en los brazos de quien la esperaba afuera: Kise Ryôta. Ren, se quedó al otro lado de puerta para poder escuchar a su hermana.

Momocchi, buenos días—escucho que saludó Kise, lo más probable es que intentara besar a su hermana pero obviamente no lo lograría.

"Vamos Momoko, tú puedes."

Estaba seguro que podía escuchar los latidos de su hermana.

—Buenos días... idiota de mi corazón.

Ren se dio un fuerte golpe con la puerta.





¡Reglas para ser una buena novia! |Kuroko No Basuke| [PremiosKnB2017]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora