Negó con la cabeza como si yo ya no tuviera remedio y suspiró derrotado.

—El jueves iré donde mi madre ¿Quisieras ir? —asentí—. Perfecto. —Sonreí atrayendo su boca a la mía.

Dejé que durmiera. Sabía que las conversaciones luego de haber tenido relaciones no eran cuestión de mucho tiempo y más temprano que tarde él iba a quedarse dormido. En cambio, yo me duché, me puse mis bragas y una camisa de Alan que saqué del armario.

Su teléfono sonó en algún lugar. Apresuré mi paso hasta allí para que nada despertara al chico que dormía en la cama.

El identificador no tenía foto, pero el nombre se veía muy bien: Evoleth.

Resoplé y, en un acto de celos, colgué la llamada y hasta me atreví a borrar el registro.

No dejé el celular en el mismo lugar: lo llevé conmigo y lo dejé en la mesa cercana a la entrada antes de ir a la cocina para prepararme un té. La llamada no volvió a entrar y yo me senté en el sofá a tomarme la rica y humeante taza de té.

No sé cuánto tiempo pasó antes de que Alan me encontrara en la cocina, lavando los trastes que habían amontonados. Yo me enteré de que él estaba allí por la nalgada que me pegó. Entorné mis ojos a él, luego de haberme asustado. No llegaba a estar enojada, eso solía hacerlo con frecuencia. Lo miré para encontrarlo solo con su bóxer.

—Te tengo una pregunta —le dije mientras volvía a fregar.

—Dime —respondió mientras bostezaba y se estiraba.

—¿Evoleth qué jerarquía tiene en su manada? —me miró extrañado.

—¿A qué viene la pregunta? —Me encogí de hombros.

—No lo sé, solo me vino a la cabeza.

—Ocupa un puesto inferior.

—Es un omega. —Negó, apoyándose a mi lado. Yo me giré para mirarlo mejor.

—Está un poco más arriba en la jerarquía... se podría decir que su fuerte no está en la transformación, es un licántropo común, con más estrategia que fuerza.

Bueno, eso era una lástima. Con el entrenamiento apenas había logrado ganarle a un omega, pero si ella no lo era, significaba que no podía cogerla de su bonito cabello tinturado.

—¿Y tú? Creo que nunca te había hecho esa pregunta.

—Tú y yo seríamos la pareja beta. Es un tanto diferente en una manada animal a una licántropa, pero si hacemos la analogía, esos seríamos tú y yo. Nosotros pasamos el cargo por herencia, como en un reino, pero en sí, tú y yo estamos al mismo nivel que Kiona y Axel.

—Hmm.

—¿Sigues enojada? —Lo miré con una sonrisa tranquilizadora.

—Para nada, solo no sé qué más decir.

—Yo sí sé. —Dijo, encerrándome entre la encimera y él, acercándose a mi boca—. ¿Qué tal si me dices esas dos palabritas que no he oído hace ya algunos días?

Miré mis uñas, pintadas con color vino tinto, sobre su pecho. Ladeé mi cabeza sonriendo, de una manera que yo creía coqueta.

—Te amo. —Se inclinó para besarme, pero el sonido de un móvil lo interrumpió. Se quejó, alejándose. Yo me molesté por la interrupción que de seguro había sido causada por Evoleth.

—¿Podrías ir tú? No quiero hablar con nadie.

Suspiré aliviada y corrí a atender. Si Alan no iba a hablar y si ella le llegaba a decir que le había llamado y no había contestado, sería yo la que estuviera en problemas. No quería, sin embargo, contestar y tener que llevarle algún recado a Alan.

Lunas escarlataOnde histórias criam vida. Descubra agora