capítulo XXIII

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este capítulo se lo dedico a carla/cook/cookie/galletita, porque sin ella no hubiera podido escribir nada de lo que pasa con harry en este capítulo


SMUT SMUT SMUTAJFH ahre. REPRODUZCAN LA CANCIÓN CUANDO VEAN LOS **


"Perdonamos a las personas que nos lastiman por el simple hecho de querer mantenerlos en nuestras vidas."

Había por supuesto un salón de danza en la Universidad a la que había aplicado, y era el doble de grande que la del Royals Acaemy. Esta tenía cinco salones dentro de sí para dividir las clases por secciones. Todo era duela fría y firme como el hielo, con un olor a madera que le fascinaba a todo bailarín. Y los alumnos del lugar podían ir y entretenerse en su propio mundo cada quien. Podían cerrar la puerta, encender la música y tener la certeza que nadie los molestaría en un muy largo tiempo.

Ese día era el turno de Harry, que una semana atrás había separado el taller para el solo. Por obvias razones no le concedieron más que una habitación, pero con eso estaba bien debido a que le aseguraron que nadie le molestaría, y todo el tiempo que quisiese estar ahí era todo suyo.

Así que lo hizo. Y lo hizo igual que en los viejos tiempos.

Es más, se había descargado -de manera ilegal, por supuesto, pues quién demonios compra música en internet en la actualidad- el disco completo de Phildel para que pudiera recobrar en vida las coreografías tan estructuradas que Juilliard le encargó en su debido tiempo.

Como principio colocó la canción que jamás olvidaría habían tocado en el primer día de clases del curso recién acabado. Seguido se sentó sobre el suelo frío, y comenzó a estirar el cuerpo.

Hacía mucho tiempo que no ponía pie sobre un salón de danza. La Universidad antes de ponerles a bailar primero los ponían a estudiar, cosas sencillas como bailes clásicos a través del tiempo, y hasta cada uno de los pasos que existían en la actualidad, cómo surgieron e incluso por qué llevan sus nombres. Por esa misma razón al escuchar la música y sentir su cuerpo relajarse, la sonrisa que se formó en su rostro fue genuinamente cálida.

Sintió cada vibración de la música colarse por su cuerpo como si formara parte de ésta, y quizá sí lo hacía. Bailar le hacía feliz, se sacaba sonrisas y le llenaba de orgullo pues así era como lo conocían todos. Aquel chico que se paseaba por la escuela, con un par de deslumbrantes zapatillas rojas colgando de su maleta que presumía sin importar donde esté.

Y una vez más se las colocó, una en cada pie y se sintió tal y como lo recordaba: magnífico. Ahora, con la fuerza suficiente se puso de pie y comenzó a hacer unos cuantos de los pasos que Juilliard les ponía para calentar. Con todos los músculos del cuerpo estirados, con elegancia y cuidado principalmente en las manos. Y de pronto se sintió como si no fuese el único en el salón, porque sin darse cuenta había visualizado todo lo que en The Royals Academy tuvo alguna vez. Vio a Juilliard diciéndole que no bajara la cabeza ni perdiera la sonrisa por un segundo, vio a Louis en una esquina del salón, sorprendido y preocupado por si algún día él tuviera que aprender eso. Y también vio a las zapatillas negras, bailando junto a él. Y fue por eso que después de mucho tiempo, se sintió vivo. Pero sobre todo eso, no se sentía solo.

Fue como si, en cuestión de minutos, con un simple brinco bien estilizado, las piezas rotas se hubieran juntado para formar un nuevo corazón. Ahora Harry se sentía con la fuerza suficiente para salir adelante, justo como se lo había prometido a Anne.

La música terminó y todo lo que una vez soñó desapareció al despertar, afrontando su realidad.

El rizado tomó un par de bocanadas de aire y las contuvo en su pecho por unos segundos, tratando de estabilizarse. Recargó las manos sobre las piernas y se percató que el cuerpo le temblaba debilitado después del increíble esfuerzo que había realizado. Y nuevamente una sonrisa surgió en su rostro. Esa peculiar sonrisa que indicaba cuán feliz era y lo satisfecho que estaba con su trabajo. La música continuó y su respiración de amoldó a la normalidad. Sí, el cuerpo le dolía, pero no fue el límite para detenerse así que continuó bailando hasta no poder respirar.

the red shoes • larry stylinsonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora