—Maximiliano, no me digas  que el animal boto el jarrón que herede de mi bisabuela un regalo de la reina de Inglaterra –dijo furiosa, parecía ser importante aunque yo no entendiera de lo que hablaba.

—ves madre lo estúpido que es, quieres que lo castigue, podríamos cortarle las manos –se ofreció Max, mis ojos se abrieron como platos mientras seguía en mi posición de pedir disculpas, mi cuerpo comenzó a temblar y el llanto fue incontenible.

Más que tener miedo esta aterrado.

—tienes razón, sería un castigo adecuado para una rata como el –dijo la señora acercándose a mí y mirándome de reojo, luego me dio una patada, yo me moví por el golpe pero tan rápido como pude regrese a mi antigua posición.

—si, hubiese sido el –grito furiosa y le dio una cachetada a Max.

—en tu afán de comportarte como el inmaduro que eres, no solo rompiste una reliquia familiar sino que también has hecho un caos en este lugar –grito aún más molesta.

—Leandro, llévate esta basura y encadénalo, tendrá veinte azotes como castigo –dijo ella.

—Gracias mi señora –dije entre lágrimas, casi feliz de saber que ella no le creyó a Max.

—y tú, limpiaras este desastre y cocinaras para los invitados a ver si aprendes de una vez –le hablo a Max.

Leandro el beta de la señora se acerco a mí, me agarro del collar y me levanto del suelo, para arrastrarme fuera de la mansión.

Narra Noah

Eran aproximadamente las cinco de la tarde cuando llegamos al territorio de la manada Fierce, el lugar en sí era monótono y feo, se veía como un residencial normal habían aproximadamente diez casas alrededor de una enorme mansión, además de todo esto se sumaban unas cuantas áreas de deporte. Muchas personas salieron de sus casa y dieron una reverencia a las camionetas mientras pasaba frente a sus casa, lo que de hecho me pareció extraño.

—Interesante lugar —dijo Jay mirando la ventana.

—Y extrañas personas —dije yo observando las reverencias.

Una vez que nos estacionamos frente a la mansión, todos bajamos de los autos y nos alineamos frente a la otra familia.

—Buenas tardes, bienvenidos sean a nuestro hogar –dijo una mujer muy bien vestida y con una sonrisa falsa en el rostro, alineados al lado estaban cuatro hombres, por su presencia uno de ellos era el Alfa, el otro quizá era su hijo debido a que se veía joven y por la marcada sumisión en la mirada de los otros dos debían ser betas.

—es un placer para nosotros también –dijo mi padre al igual que mi madre.

—ellos son mi beta, Leandro, mi esposo el Alfa, mi hijo Maximiliano y su beta –dijo ella restándole importancia al beta del tipo que parecía ser tan solo un poco mayor que yo.

—Un gusto de conocerlos –dijimos todos al mismo tiempo, eso sucede cuando un grupo de una manada se encuentra en el territorio de otro, la sincronía y unión es más fuerte.

—Soy Katrina, mi esposo Liam, mi beta Sara, el beta de mi esposo, Jacob, mi hijo Noah y su beta Jayden mi sobrino –dijo mi madre de manera cordial.

—Un gusto, adelante, nuestros betas llevaran sus maletas –dijo el Alfa.

—oh bueno los chicos pueden ir a sus habitaciones, así podemos hablar con calma –dijo mi madre, el Alfa asintió y los seis caminaron a otra dirección.

La mansión, era grande pero no se comparaba con la de mi manada, no obstante esta estaba llena de cosas antiguas, parecía más un museo que un hogar, mientras que la mía era más moderna.

Los betas nos llevaron al segundo piso que era el de invitados, el lugar era igual que el primer piso con la diferencia de que este estaba menos cargado de objetos que parecían de la revolución.

—¿porque no van con ellos? –pregunte, los betas de mis padres fueron con ellos.

—van a tratar temas de alfas, los betas no pueden ir, no en esta manada –dijo cordial el tal Leandro, que claramente noto el sentido de mi pregunta.

Jayden y yo dijimos que compartiríamos habitación y tan pronto como se fueron los otros tipos nos tiramos en la cama.

—No puedo creer que hayamos tenido que venir en auto –dije cansado mirando a Jayden.

—oye no es mi culpa que me den miedo los aviones, tus padres fueron considerados en no enviarme solo con el chofer –dijo Jay.

—tenlo por seguro, yo te hubiese enviado como lobo –dije sacándole la lengua.

—ahora que lo dices no hubiese sido una mala idea –respondió pensativo.

—vaya necesito estirar mis patas –dije, la verdad quería convertirme y correr.

—no creo que les moleste si vas a dar una vuelta –dijo Jayden.

Tenía razón, ni se darían cuenta, bueno mis padres sí, pero los de la otra manada no.

—cúbreme –le dije a Jayden y salí de la habitación.

Camine sigilosamente por la mansión con la intención de no hacer ruido y así fue hasta que vi una puerta que claramente daba al jardín trasero de la mansión, que sin duda no era más grande que la mía y cuando estuve lo suficientemente lejos me quite la ropa, me trasforme y arrincone mi ropa en un árbol.

Comencé a correr libremente hasta que algo llamo la atención de mi instinto de lobo o de mi lobo interno y este en su máxima expresión se apodero de mí, corría sin parar y sin saber a dónde iba, sentí algo de miedo porque podría perderme, pero confiaría en que el lobo sabía lo que hacía o eso espero.

Pronto comencé a ir más lento y regrese sin querer a mi forma humana.

Camine si saber dónde estaba, el lobo buscaba algo, pero yo no sabía ni donde estaba. Luego de unos segundos escuche unos débiles sollozos, fue entonces cuando la imagen ante mi me sorprendió. Había un niño, quizá un poco menor que yo, escuálido y pálido. Abrazaba sus piernas con fuerza lo que en conjunto con su cabello largo no me permitió verle rostro, aunque igual hubiese sido difícil, porque tenía los ojos tapados con una venda, también había una cadena en el árbol que parecía perderse en él.

¿Porque habían encadenado a este niño aquí? Pensé horrorizado.

Multimedia: Foto de Jayden

Publicado Dic. 06, 2015

Editado 2018

The Broken Omega (Terminada)Where stories live. Discover now