Capítulo:1 Jane Eyre

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"¡Qué cosa tan extraña son los presentimientos! Ellos, como las simpatías espontáneas y los signos que se hallan en todas las cosas, constituyen un misterio del que la humanidad no ha encontrado la clave."

Charlotte Bronte

Odio el sonido de mi despertador. Todavía tengo el sonido que viene con el móvil por defecto. Ni siquiera me he molestado a cambiarlo poniendo uno que me guste porque de todos modos sé que terminaré odiándolo.

Lunes, 3 de Octubre, 7.00 a.m.

Primer día de clases en la universidad. Normalmente tardo media hora en llegar gracias a mi padre. Hace un año, el día de mi cumpleaños me ofreció un sobre con una gran cantidad de dinero para que pudiera pagar la señal de mi primer coche, mi pequeñita Minnie. Le tengo mucho cariño, así que le he dado el nombre de una persona o más bien de un dibujo animado. Los dos primeros años de la universidad los pasé muy mal, yendo en autobús y este coche ha sido mi salvación, aunque ahora tengo que trabajar más para poder pagar las cuotas. Es un mini cooper Hatch de color rojo y desde hace un año se ha convertido en mi segunda mejor amiga.

La parte trasera está llena de peluche todo de varios tamaños, desde el espejo de cuelga un botecito de vidrio con aroma a fresa y siempre que entro pongo una de mis listas de reproducción favoritas a tope.

Apagué la alarma de malas ganas y tras gruñir por tener que abandonar la comodidad de mi cama me levanté para empezar el día. ¡Qué remedio! Elegí una camiseta de rayas blancas y azules, una falda azul marino con un cinturón rojo y unos zapatos rojos de charol, planos, adornados con una flor del mismo color que mi falda. Me duché, cepillé los dientes y después de vestirme, pasé un poquito de colorete por mis mejillas para no estar tan pálida, puse el pintalabios rojo y recogí mi pelo a una coleta con una goma. En general no suelo maquillarme mucho. Mi madre dice que no hace falta y que incluso sin maquillaje estoy perfecta, pero es mi madre. ¿No es eso lo que dicen todas las madres de sus hijos? Siempre nos ven perfectos. Yo a diferencia con ella me caracterizaría como una chica normal y corriente. No me gusta llamar la atención, pero parece que mi forma de vestir no puede pasar desapercibida. Amante de una época llena de romanticismo, mi estilo retro atrae como imán las miradas de la gente.

Un lunes por la mañana siempre hay tráfico en esta ciudad. Un montón de gente conduciendo para ir a sus trabajos. Después de media hora más o menos llegué a la universidad y empecé a buscar aparcamiento. Di vueltas alrededor del edificio un cuarto de hora pero nada. Al final, por fin, me pareció ver un pequeño hueco. Puse los intermitentes para aparcar pero un chico con un Audi a3 negro se adelantó y colocó su coche en mi sitio. Maldiciendo mi mala suerte refunfuñé. El chico pareció haberme visto a través de su coche y esbozó una sonrisa ante mi reacción. Una sonrisa de las que marcan.

Bajó de su coche y yo me quedé mirándolo. Me pareció que era el hombre más guapo que había visto en mi vida. Tenía el pelo rubio y un poco alborotado pero sus Rey-Ban no me dejaban ver sus ojos. Juzgando por su cuerpo seguro que practicaba algún tipo de deporte. Tenía la espalda ancha y la camiseta blanca y estrecha que llevaba dejara que se vieran sus abdominales. Por debajo llevaba unos vaqueros y unas bambas. Se acercó a mi ventana haciéndome una señal para que la bajara. ¿Qué quería?

- ¿Querías aparcar? - vaya pregunta, pensé.... Pues claro que sí..

Él quito sus gafas dejando en vista sus maravillosos ojos azules y apoyó su codo en el borde de mi ventana. Le sentí tan cerca que casi se me paró el corazón. Ojos del color del mar que hechizan. Siempre tenía cierta debilidad a los ojos azules y a esos en concreto iba a obtener mucha más.

- Sí - fue la única palabra que pude articular y seguro que me había sonrojado. Siempre me ponía así cuando un chico me dirigía la palabra y ese era demasiado perfecto así que me puso aún más nerviosa de lo habitual.

Sin ti siempre es de nocheKde žijí příběhy. Začni objevovat