—Me llamo Leesa’Palah Nar..—. Antes de que lograra terminar la frase el Coronel volvió a gritar.

—¡No me interesa quien eres o donde has nacido! ¿Entiendes?. Tu misión es estar aquí a resguardo mientras yo y mi equipo nos jugamos la vida, para traer a tus amigos quarianos de una muerte segura. Si se te requiere para algo se te hará saber, mientras tanto, no te muevas de aquí bajo ningún concepto—. Se acercó a la pared y presionó un botón. Apareció una pantalla holográfica.

—Teniente. Actualizo su misión. De ahora en adelante, usted se encargara de custodiar a la quariana. Su orden es protegerla y mantenerla en el camarote. Bajo ningún concepto deje que salga de él.

Tras finalizar la llamada, el coronel salió de la habitación sin mirar atrás. Aunque había sido duro, había obrado correctamente. La quariana no era un miembro del ejército de la alianza. Su misión era protegerla, no caerle bien. Mientras meditaba estas cuestiones se cruzó con el teniente que iba con la armadura reglamentaria y su fusil. Después del saludo, estuvo a punto de decirle que no era necesario custodiarla con armamento militar, pero lo pensó mejor. La quariana sabría que iba en serio si la custodiaba un soldado fuertemente armado.

Volvió al CDM justo a tiempo para que su timonel le anunciara que había alcanzado el relé de Caronte y estaban a punto de saltar.

El coronel se agarró fuertemente a las barras que rodeaban la consola de control y saltaron rumbo a la Nebulosa de Omega. Realmente, el ejercicio de usar un relé de masa no requería agarrarse pues apenas se notaba el cambio. Pero el coronel era un hombre de instintos, y su instinto siempre le hacía agarrarse fuertemente y no soltar las barras hasta haber llegado a su destino.

Una vez llegados al sistema Fathar, tocaba la más difícil de las misiones. Encontrar la nave pirata. Había pensado en varias opciones.

Podrían hacerse los perdidos. Aunque dudaba que funcionara, pues era una Nave Militar de la Alianza. Esa estrategia le había funcionado en otras ocasiones. Pero ahora era poco viable. Poner la nave a la deriva era otra opción. Quizás la más recomendable si sabías que los piratas andaban cerca. Pero no lo sabían.

Mientras pensaba en estas cuestiones se acercó a la cabina de pilotaje y miró al piloto.

Nunca le había visto, no había estado en ninguna misión con él. Parecía más un cadete que alguien experimentado. En el informe de la misión, ponía que el piloto era un excelente timonel con más de diez años pilotando naves y equipos de todas las formas y colores. Aunque también ponía su edad. Algo estaba mal. Era demasiado joven para llevar tanto tiempo pilotando. O alguien se había equivocado con su experiencia, o alguien se había equivocado con su edad.

Le miró a la cara, y este a su vez le miró a él. Se quedaron varios minutos mirándose a los ojos en silencio. La situación que empezó con máxima tensión empezó a torcerse algo cómica. Parecía no tener fin, pero el coronel torció la cara en una mueca de desaprobación y el timonel habló.

—¿Señor?—. El timonel soltó la pregunta al aire. No esperaba una respuesta concreta, pero era la pregunta que le habían enseñado a formular, en el caso de no saber formular pregunta alguna.

El coronel al fin respondió a los estímulos y carraspeo. Volvió a mirar la tableta holográfica, y revisó nuevamente la información que disponía del piloto. Nuevamente le salió lo anteriormente dicho. Y nuevamente pensó que era imposible que llevara tanto tiempo pilotando siendo tan joven. Volvió a mirar al joven y este a su vez le volvió a mirar. Sus miradas volvieron a chocar. La extraña situación se repitió.

El coronel titubeo y soltó una pregunta.

—Hijo, ¿es cierta la edad que pone en este panel?

—Sí señor, y con orgullo.

El coronel cambio la página y le mostro unos resultados. Se podía leer el nombre de al menos quince naves diferentes.

—Y has pilotado y por ende, ¿tienes experiencia en pilotaje con todas estas naves?

—Sí señor, y con orgullo—. Volvió a contestar alegremente el timonel.

Y ahora el coronel se armó de paciencia, pues tenía que hacer la pregunta más difícil de todas, la que esperaba que no fuera cierta. Porque de ser cierta, el Almirante Hackett le debía una muy buena explicación. Una no, varias explicaciones, se corrigió.

—Hijo, llevas más de diez años pilotando naves. Si eso es cierto, empezaste con doce años. Y ciertamente, me resulta extraño que; primero, tuvieras los conocimientos técnicos matemáticos suficientes para mover una nave, y lo segundo y mucho más inquietante. Que alguien te dejara pilotar sus naves. Espero una respuesta sincera, timonel.

—Señor, no sabría cómo decirlo—.dijo alegremente mientras tocaba unos botones del control. —Digamos que ya sabía pilotar cruceros de combate Turianos antes de saber leer tan siquiera el nombre de la nave. Señor no pretendo perder su tiempo con historias aburridas de mi infancia.

El coronel fue a rebatirle. Le interesaba y mucho, saber en manos de quien estaba poniendo la nave, su vida y la vida del resto de tripulantes. Pero en ese preciso momento, el radar detectó una nave batariana a unos cientos de kilómetros de allí que coincidía con las indicaciones que habían extraído de la nave quariana recuperada. El coronel dejó de lado el asunto y puso toda su atención a la nave batariana.

—Hablaremos luego de tus actitudes hijo, ahora. ¿Puedes seguir a ese saco de mierda que llaman nave y acercarme lo suficiente como para que entre a darles la bienvenida?

—Señor, es mi especialidad—. El timonel toqueteo los botones de su consola y puso rumbo de intercepción. Seguramente, si los sistemas de la nave batariana funcionaban, se darían cuenta de que una nave de la alianza les seguía, pero no eran lo suficientemente rápidos como para huir de ella.

Entraron en velocidad MRL y el coronel abandonó la cabina para prepararse su armadura y a su equipo para la inminente incursión y abordaje de la nave pirata. Con un poco de suerte, aquel día no habría bajas…

Mass Effect: The old arkWhere stories live. Discover now