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—Vino Louis de nuevo —me avisó mi madre luego de dos días.

—Dile que pase, por favor.

Luego de unos minutos, Louis se encontraba en la misma esquina de mi cama, pero sin decir nada.

—Louis...

—Shh. Intento transmitirte lo que quiero decirte telepáticamente.

No pude evitar reír, y por suerte él también lo hizo.

—¿Desde cuándo hablar de lo que sentimos es tan difícil? —pregunté.

—Desde que tiene que ver con el otro.

Suspiré. Esto sí que no imagino de qué va.

—Dilo de una vez.

—Estoy celoso, Emily.

¿Qué?

—Tal vez todo esto no signifique vayas a salir con Harry... —Negó con la cabeza—. Estoy celoso de la estadística.

—¿Qué? ¿Pero qué es eso?

Se rió.

—A veces se me olvida que soy el único que hace esa cosa estúpida. Cuando hay un nuevo buen amigo de Harry, les hago estadísticas y las comparo con las mías. Siempre le gano a los hombres, y en la mayoría de las ocasiones a las mujeres, pero tú estás muy lejos de mi alcance.

—¿Pero de qué estás hablando, Louis?

—Sé que Harry es heterosexual, me lo ha recordado muchas veces aunque indirectamente, pero todavía no puedo dejar de estar enamorado.

—Louis, parece que Harry me detesta. Baja mil puntos a tu estadística.

—Ok, eso te deja con 23 mil puntos, todavía muy por encima de los míos.

Negué con la cabeza, riendo. Él rió conmigo, pero luego se puso serio.

—La mayoría de mis estadísticas las hago por si alguien puede quitarme a mi mejor amigo. Es por eso que he estado alejándome de ti.

Suspiré, abrí la boca para hablar pero él levantó una mano para impedirlo.

—También hay algo que no te he contado. Tal vez te mentí.

Junté las cejas. Él tomó aire.

—Cuando te dije que solo le conté a Harry cosas sobre tu forma de ser, estaba mintiendo. También le conté... como eres por fuera.

Pegué mi espalda contra la pared, alejándome de él.

—¿Por qué? —susurré.

—No puedo decirte el porqué todavía, solo puedo pedirte que no me odies tanto, porque cuando descubras la razón quisiera que volvamos a ser buenos amigos, y...

Ahora fui yo quien levantó la mano para callarlo.

—No me duele la mentira como tal —comencé a decir—. Lo peor de todo es que tú me hiciste creer que eso no caracterizaba a las personas, y fue lo primero que le contaste a Harry de mí.

Me puse de pie y apunté la puerta con un dedo.

—Ahora me haces creer que eso es lo único que soy. Una gorda.

Él se puso de pie y negó varias veces con la cabeza.

—Vete, por favor.

—Emily...

—Por favor —susurré.

Y lo hizo.

Diario de una chica imperfecta Donde viven las historias. Descúbrelo ahora