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Bristol, 2014. Último día de clases antes de Navidad.

Estaba sentada en mi lugar de siempre, en la esquina. Unas semanas antes habían hecho un Buzón de Regalos, donde todos los alumnos ponían al menos un regalo, de quién y para quién, o simplemente para quién.

El profesor se encontraba pasando la lista, la persona que nombraba pasaba al frente y recibía sus regalos.

Había decidido no faltar a clases porque además de que decidí regalarle a cada uno de mis compañeros un chocolate en anonimato, creía en la posibilidad de recibir al menos un regalo.

—Emily Lion —gritó el profesor, pero enseguida puso una mueca. Yo ya estaba caminando al frente.

Miré a mi alrededor, con una sonrisa. Quizás una de estas personas me había regalado algo, aunque fuera en anónimo.

—Lo siento, Emily —susurró el profesor con compasión en su voz—, no hay ningún regalo.

Y la clase estalló en risas, mientras yo salía corriendo.

Diario de una chica imperfecta Where stories live. Discover now