Capitulo 8- La sombra que acecha (Parte 2)

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26 de Mayo de 2665. Sistema Aciansi. Asgard. 11:14.

Los Gélidos tan solo venían una vez al día. Les traían tanques de oxígeno para reponer los que se les gastaban, capsulas de comida liquida tolerable para humanos que conectaban a un sistema de aire en forma de pequeños túneles a sus bocas y limpiaban sus cajas de deposiciones, que llevaban acopladas en la parte inferior trasera del traje. Eran, por tanto, pocas las veces que los veían. Por eso, les resultaba tan extraño estar ahora rodeados de ellos.

Cada uno de aquellos seres de aspecto humanoide les miraba extrañados, como si nunca hubiesen visto alguna vez humanos. En realidad era así. Ninguno de aquellos Gélidos jamás había visto a un habitante procedente del planeta Tierra o descendiente de estos. Estos siervos y guardias habían permanecido toda su vida en el palacio de Odín, sirviendo a su señor y protegiéndole de toda clase de peligros.

Les contemplaban con sus amarillentos ojos de forma curiosa pero a la vez con miedo. Les oían hablar en su ininteligible idioma. ¿Qué estarían diciendo sobre ellos? ¿Sería bueno o malo? No hacía falta entenderles para saberlo.

Como fuere, todos ellos estaban allí puestos de pie, como si estuviera pasando revista a una tropa un sargento. Todos estaban inmóviles, sin decir o hacer nada, pues los escrutadores ojos de los Huskarl Dronan y Vintras los observaban con detenimiento. Estaban allí parados, con sus manos colocados concienzudamente en las afiladas espadas de filo curvo, listos para atacar de ver algo sospechoso.

Zeke seguía algo nervioso. Pese a que ya no veía al espectro de su amigo Kyle, todavía notaba el miedo acechando en su interior, esperando en un rincón para atacar cuando menos se lo esperase. De todas maneras, no necesitaba de visiones imaginarias para sentirse torturado. Los Gélidos se prestaban como buenos sustitutos a ello.

Los alienígenas iban y venían de un lado a otro. Se hallaban en una especie de almacén que se encontraba en la parte interior del palacio. Allí había toda clase de objetos y enseres de formas extrañas para el ojo humano y cuya función les era desconocida. Ellos permanecieron allí hasta que un grupo de Gélidos se les acercó.

Eran mujeres, vestidas con largos vestidos de color marrón que cubrían su cuerpo y que llevaban capuchas que ocultaban sus cabezas. Estas les miraban serenas y pacificas en apariencia. Ninguno se movió, pues vieron como los guardias también se acercaban. Las sirvientas empezaron a colocarles una serie de piezas de armadura que parecían hechas de piel, como si de cota de malla se tratase. Les pusieron en los brazos, el torso y las piernas. Luego, los guardias se les acercaron y les entregaron unas lanzas. Estas no poseían la célula energética que disparaba bolas de plasma incandescentes. Eran lanzas normales y corrientes. Una vez listos, permanecieron allí parados, a la espera de lo que fuese a ocurrir.

Entonces, Heimdall apareció. Este llevaba su armadura negra, la espada colgando de su espalda y un casco, parecido a un yelmo medieval, sostenida por uno de los brazos. Nada más llegar, entrego su casco a uno de los Huskarl y se puso a observar a los humanos. Caminó de un lado a otro, revisando el equipamiento que portaban los humanos. Se paró frente a Kingston y le observó con detalle. De repente, se detuvo en su pecho. El muchacho se puso tenso y se notaba como temblaba un poco. Y más lo hizo, cuando Heimdall alargó la mano para tocarle. Él trató de apartarse pero al final no lo llevó a cabo. Tan solo miró como el Gélido le cerraba uno de los botones de la pieza de armadura que estaba suelto. Cuando el guardián se apartó, el humano respiró con alivio.

Continuó caminando un instante más y luego se detuvo. Miró a sus guardias y al resto de Gélidos que había en la habitación y luego, se volvió a los humanos. Estos permanecían en su sitio, sin hacer nada por miedo a meterse en problemas.

La Gelida Frontera. (La Guerra Interestelar- Parte 2).Donde viven las historias. Descúbrelo ahora