Capítulo Veinticinco.

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La pelinegra cruzó miradas con ella, y Alexia giró los ojos. Odiaba lo que estaba a punto de hacer, ¿a dónde habían ido sus principios?

[...]

Quizás una hora después, la puerta del cuarto de Alexia volvió a abrirse. Y una Srta. Ralston de cabello mojado y usando ropa de la castaña entró, dejando un profundo olor a shampoo a su paso.

- ¡Gracias por dejarme usar la ducha! Y... Por la ropa. -dijo, tímida y sonriente, dejando la toalla con la que secaba su cabello junto a la caja vacía en la que anteriormente había una pizza pequeña. Gracias a los Dioses nadie había reparado en su presencia de camino hacia allá, y los que lo habían hecho, la asociaron con otra campista más. Llevaba unos pantalones de pijama a cuadros azules, que de no ser porque eran dos tallas más grandes de lo necesario le llegarían a la pantorrilla, y una ajustada camiseta Aeropostale del color del cielo-. ¿Alexandria?

La muchacha yacía dormida sobre una pila de libros derrumbada en el piso. Los labios pálidos del frío, y las mejillas enrojecidas por la misma razón. Y, claro, con la máscara para dormir cubriendo sus ojos.

-Vas a pescar un resfriado, Alexandria. -Murmuró, retirando la máscara con delicadeza-. Métete en la cama.

-Hm... Voluptas...

Le dedicó una mirada irónica, e instintivamente, se inclinó hacia ella. Apoyó sus codos a ambos lados de su cuerpo, y delineó la curva de su mentón con las manos. Su rostro era brillante y suave, espolvoreado con dispersas y claras pecas. Y sus pestañas, largas y pobladas. Ni siquiera quería mirar los labios, y entonces, relamió los propios.

Y tenía que hacerlo, estaba tan cerca.

- ¡AH! ¿¡Qué estás haciendo!? -chilló, horrorizada. Atestando un golpe sordo en la mejilla de la mayor, empujándola lejos. Alexia se incorporó inmediatamente, y se llevó los dedos a los labios. ¿Se había atrevido a...?

- ¿Voluptas era ésa amiga de infancia?

- ¿Eh? -Apenas podía musitar palabra alguna. No despegaba sus dedos de sus labios. Estaba atónita. Ralston se irguió, con el rostro inexpresivo.

-Estabas hablando mientras dormías... -explicó, sentándose sobre sus piernas, más cerca de Alexia.

-Es-Esto no tiene nada que ver contigo. -contestó, evasiva. Y desvió a la mirada.

-Yo no... No te besé. -Aclaró, Alexia soltó un suspiro. Ralston sintió una punzada de ardor en el estómago-. Yo... Quería más tiempo para mí, así que dejé dos trabajos... Aunque sea duro, tengo un trabajo de buena paga, y como bedel a medio tiempo, bueno, le agrego algo más a mis ahorros... -A medida que hablaba, se deslizaba más cerca. Y a pesar de que Alexia odiaba el contacto, no haría nada para detenerle-. Quiero más tiempo para estudiar, por supuesto... Pero realmente espero tener más tiempo para verte, aunque sea un minuto más.

Y Alexia soltó una carcajada. Aquello le había tomado por sorpresa. Sus ojos se abrieron como platos instintivamente, y rió como loca, dando palmadas en los hombros de la pelinegra.

- ¡Cálmate! ¡Debes estar cansada y diciendo tonterías!

Pero la mayor no cedería tan fácilmente. Se acercó más a ella, y la otra contuvo la respiración. Ya no existía el espacio personal-: Lo que dije recién, normalmente cuenta como una confesión de amor. -Sus manos viajaron hasta entrelazarse con las de la menor, que miró erráticamente, sus manos, su rostro, luego sus manos de nuevo, y soltó un gemido de terror. -. Si no me acercaba y lo decía nunca lo hubieras notado... Alexandria, yo...

Toc, toc.

- ¡Ah! -Suspiró Alexia, y se levantó estrepitosamente, probablemente golpeándole, y echó a correr hacia la puerta-. ¡Ya voy, ya voy!

Campamento Rousseau [Larry Stylinson].Wo Geschichten leben. Entdecke jetzt