Capítulo Veinticinco.

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Capítulo Veinticinco.


3. No ingerir licores o alguna otra sustancia etílica en el Campamento, sin el consentimiento del director.

-Gracias por la ayuda... Aquí tienes, ya puedes irte. -La anciana dejó los cinco billetes de 100 en la mano de la pelinegra. Recibió el pago con una sonrisa, y giró sobre sus talones, para salir al encuentro monótono de la ciudad.

Había pasado toda la mañana y la mayor parte de su tarde ahí. En la gigantesca mansión de la señora Geneviève, una ancianita de al menos 80 años, que apenas podía cargar con el peso de su cabello. Estaba agotada, sudada y seguramente apestaba. El plan era ducharse en casa de la señora, pero ésta había insistido en que en sus tiempos "El personal de limpieza jamás usaba el baño principal", y el otro baño había sido demolido.

No podía regresar a casa. Tenía que encontrarse con Alexandria a las 4:00 p.m., y más bien llegaría tarde.

Subió al asiento delantero de su auto, y echó a conducir hacia las profundidades del bosque, despidiéndose de las adoctrinadas de la ciudad. Saludó con una sonrisa amable la fría brisa de invierno, y sintió, en sus fibras, que ése sería un sorprendente año nuevo.

15 de enero. Tenía 15 días consecutivos acudiendo a la mansión a escondidas a las 4:00 p.m., y aún no había logrado acabar con la coraza de rudeza de la menor. Ni siquiera había logrado presentarse correctamente, todo parecía demasiado abordante. Y tenía el presentimiento, de que con Alexandria, podría terminar demandada por abuso a menores. Antes de llegar al Campamento, hizo varias paradas, proveyéndose de cualquier cosa que la quinceañera pudiese necesitar. Y, sintiéndose patética, terminó aceptando la realidad en la que se había sumido. Ahora era una sirvienta.

Ése día había visto muchas caras más. Ya había aprendido los nombres de todos, incluso si ellos no sabían el suyo. Pero esa vez, podía jurar que aquello eran aproximadamente 60 personas.

No fue hasta escabullirse por el pasillo, al ver a un chico desempacar en la habitación continua a la de Rousseau, que recordó algo importante. El regreso a clases.

Tocó a la puerta, rezando internamente porque la compañera de cuarto de la castaña aún no hubiese llegado, y cuando ésta se abrió, esbozó una sonrisa automática.

-Te ves terrible. -soltó, Alexandria le dedicó una mirada que, de haber podido, habría incinerado su cuerpo entero. La muchacha llevaba el pelo recogido en un topknot descuidado, oscuras ojeras rodeando sus ojos, y los labios cuarteados, resecos.

-Cállate. Estoy irritable debido a la falta de sueño. No hagas nada que me moleste. -gruñó, haciéndose a un lado y regresando a su madriguera.

-Traje algo para ti. Sírvete si quieres. -Anunció la pelinegra, dejando la bolsa sobre el buró junto a la puerta. Alexia gruñó-. Y aquí tienes una máscara para dormir.

-Entra, entonces. -musitó. Tomando entre sus manos la máscara, y analizándola. Negando con la cabeza, pensó: Diablos... Me estoy sintiendo débil ahora mismo. Me he vuelto vulnerable a la amabilidad. -. Estás totalmente sucia.

-Conseguí un trabajo rápido haciendo los deberes caseros de la Sra. Geneviève... La casa es un polverío.

-Eso no puede ser bueno para tu organismo. ¿Qué es, acaso tu naturaleza te guió hasta ese trabajo, esclava?

Campamento Rousseau [Larry Stylinson].Where stories live. Discover now