Reí cuando reboté en la cama cuando me dejó en ella. Se quitó los pantalones antes de meterse en su lado y abrazarme.

—¿Ahora sí estás feliz? —Asentí y dejé un beso en su cuello antes de cerrar los ojos y dejarme llevar de nuevo por Morfeo.

Sentí dormir poco al despertarme gracias al teléfono sonante de Alan. Él estaba profundo, tanto que no parecía darse cuenta del ruido que causaba su celular. No quise despertarlo. Sabía que estaba muy cansado de la carga que había tenido en la constructora los últimos días, mucho más trasnochando, así que, para evitar despertarlo y sabiendo que él no tenía problema con ello, tomé su teléfono, contestándolo mientras salía de la habitación.

En el identificador vi la foto de Kiona, así que saludé directamente al contestar.

Pude ver parte de la protección por el ventanal de la sala. Todo se encontraba sumido en neblina, el sol apenas sobresaliendo en el cielo. Solo me bastó una mirada al reloj para ver que aun estaba muy temprano ¿Por qué Kiona llamaba a esa hora? Esperaba que no fuera algo grave y así mi novio pudiera descansar.

No obstante, me preocupé al escuchar a Kiona agitada.

—No, siento que mi relación se está acabando, Abril. —Fue su respuesta en cuanto pregunté si estaba bien.

Se me hizo extraño que lo dijera. Dentro de las parejas que conocía, ella y Axel eran una de las más estables, y no podía ignorar que ambos eran compañeros, pareja. Su relación no se iba a acabar.

—Kiona...

—Axel está enojado conmigo —interrumpió mi comienzo—, y no sé por qué se enojó mucho más que cualquier otro día... pero en realidad lo que me tiene así es que hemos peleado casi todos los días la última semana, por tonterías. —Dio un suspiro, quedándose en silencio por un segundo—. ¿Puedo ir? Necesito despejarme y hablar con alguien creo que me haría bien.

—No tienes que preguntarlo, nana. Te estaré esperando con un té relajante.

—Gracias, Abril —dijo antes de colgar.

Corrí a la habitación para ponerme un pijama. Alan seguía dormido, solo había cambiado de posición en la cama. Me cambié con prontitud y dejé la puerta abierta mientras preparaba el té. No quería que al tocar Alan se despertara, quería que recuperara energías.

Aunque me arrepentí por un segundo de haber dejado abierto cuando, al girarme, me encontré sorpresivamente con la figura de Kiona. El entrenamiento que recibían era bueno, mi cuerpo podía dar fe de ello, pero sin duda que fueran tan sigilosos en algunas ocasiones no era tan beneficioso para los humanos.

Kiona tenía un aspecto casi horrible, especialmente por la expresión aburrida que llevaba encima y la ropa holgada que la cubría.

Puse la taza, que estuve a punto de tirar por el sobresalto, en la barra para que ella tomara una de las dos.

—Buenos días, Abril. Lamento haber llamado tan temprano. —Le sonreí, despreocupada.

—Para eso estamos las amigas, Kiona.

Le señalé las tazas para que tomara una. No demoró en hacerlo, dejándose caer en uno de los taburetes.

—¿Y Alan?

—Dormido, creo que solo ha dormido cuatro horas desde que lo obligué a acostarse.

Ella puso su mano en el mesón de madera, suspirando y mesando su cabello.

—Y yo llamándolo. Ahora me siento culpable.

—No te preocupes por eso, Kiona. A menos de que prefieras hablar con él y no conmigo —reí. Ella negó.

Lunas escarlataWhere stories live. Discover now