La franqueza de Fernando era aquello por lo que me estaba enamorando de él. En el había sinceridad, no pretendía lastimarme, y no hacia mas que demostrarme que era un simple mortal que cometía errores.

Justo yo, que era experta en cometer errores, estaba juzgándolo por ocultar ese detalle...que poco me gustaba, pero que debía aceptarlo como tal. Y así como él estaba confesándome eso, yo tendría que contarle mi intrínseco y álgido pasado. No ahora. Pero Fernando merecía mi sinceridad.

— Discúlpame cielo— tomo mi cabeza por la nuca y la puso sobre su pecho— , shhh bebé, no llores...he sido un cretino.

"No Fernando, la cretina soy yo que tengo esta verdad atravesada en mi garganta, que no me deja dormir..."

Pero no me atreví a contestar ni una palabra más, Fernando había admitido su omisión, por lo que el drama ya estaba de lado...además al día siguiente era la boda de Juliana.

Desde el día del casamiento de mi hermana, no había visto ni a Valentina y mucho menos a Santiago. Por fortuna había evitado el reencuentro familiar tedioso de ver fotografías de ellos besándose, con bellos paisajes de fondo, mientras yo estaba más pálida que un papel, y reprimiendo mis ganas de que todos supieran lo que había existido entre mi cuñado y yo.

Mañana, ambas estábamos invitadas al casamiento de mi mejor amiga, por lo que los vería felices y contentos. ¿Pero acaso yo no lo estaba también?

Con Fernando había logrado un equilibrio emocional sumamente importante, él me contenía, él se comportaba como un verdadero hombre, afrontando los problemas, intentando buscarles una solución y no escapaba, como lo hacia Santiago. 

Como lo había hecho yo.

Por que en mi mente siempre retumbaría la duda de saber qué hubiese pasado si aceptaba la propuesta de santiago, de huir como dos prófugos que habían cometido un grave delito.

Era un verdadero desafío para mi, ver cómo se comportaría mi sistema nervioso ante su presencia; inclusive Juliana pondría en duda la participación de mi hermana y su flamante esposo, pero era descortés de su parte, ya que 4 meses atrás, Juli había sido nada mas ni nada menos que una de sus damas de honor.

Eran las 6 de la tarde del sábado, y hacía menos de 2 horas de mi tercera conversación  con mi amiga, la cual estaba alterada y eufórica. No era para menos: se estaba por casar con el amor de su vida.

Enfundada en un vestido de encaje negro largo hasta mis pies con escote corazón, espalda descubierta y modelo de sirena, el atuendo se ajustaba a cada una de mis curvas, dejando en evidencia mi trasero redondeado y mis pechos grandes. Si, algo de barriguita tenía, pero la tela del vestido era lo suficientemente rígida como para comprimir mi abdomen y parecer una tabla. Si era necesario no respirar, lo haría gustosa, ya que lucía genial.

Pero... ¿me había vestido para mí, para Fernando o para Santiago?

Preferí exorcizar esos viejos fantasmas y recibir a Fernando, que ingresaba a mi apartamento con el juego de llaves que le había obsequiado hacia una semana atrás, ante su asombro.

Su rostro había mutado desde el desconcierto total hasta el júbilo exorbitante. Fernando era un niño, y eso me fascinaba, su inocencia, su moral, su integridad. Varias veces me sumergí en mi mar interno de dudas y me encontré preguntando si acaso él no era demasiado para mí.

—He quedado...¡estás hermosa! — Fernando beso suavemente mis labios para no quedar con mi labial rojo en su boca, extendió una mano hacia mi y me hizo girar frente a el, exhibiendo el modelo que llevaba puesto

—Gracias, tu también luces fantástico — devolví la gentileza al verlo con ese impecable traje de tres piezas gris plomizo, camisa blanca y corbata al tono. Su cabello estaba más largo que cuando lo había conocido, algo que francamente me gustaba mucho ya que podía enredar mis dedos fácilmente en él.

"Entre la Miel y la Hiel" - (Terminada)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora