—Shh, no me ridiculices.

—Ay, deja la molestia de lado...¡todos adoramos evitarnos el malhumor de Teo! —agregó sacándome al lengua.

—Dame un segundo pues, que finalizo mi café. Entretanto, reúnelos

—Sí, señora jefa — levantándose de un respingo de la silla, se fue repiqueteando, a los gritos.

No era la primera vez que quedaba la oficina a mi cargo; me agradaba poder interactuar desde otro punto de vista con los chicos, pero aun así, siempre me incomodaría el mote de jefa. Bebí de mi vaso hasta la última gota, refregué mis palmas.

Encendí mi ordenador, y coloqué mi lápiz óptico y pasé parte de la música seleccionada el día anterior. Escuchar música de los '80 y '90, era una de las pocas cosas que conservaría de mis años de estudiante. Nostalgia, desazón...no dejaría que me desaliente rememorar tantas cosas vividas.

—Gracias chicos, pero siempre estaré a la par de ustedes - de pie frente a los muchachos del grupo, me apoyé sobre una de las mesas de trabajo, junto a la pizarra.

— Vamos, no seas vanidosa—María Luz, una de las jóvenes decoradoras, se haría escuchar desde la segunda fila de oyentes.

Dejando los vitoreos y el bullicio de lado, me propuse avanzar cuanto antes, realizando un organigrama de tareas a realizar por cada uno de nosotros, de aquí a cinco días.

Dando la espalda, comencé a escribir de manera enajenada, en la gran pizarra que descansaba sobre una de las paredes de ladrillo crudo; una de las pocas sin grandes cuadros de pintores reconocidos y fotografías en tonos sepia.

Con el chirrido de la fibra de fondo, los muchachos me observaban escribir una y mil veces, borrar como una posesa, hacer esquemas nuevamente, poner sus nombres, borrar otra vez y así sucesivamente por un lapso de 20 minutos.

Hoy estaba encendida, debería aprovechar y realizar un organigrama con mi propia vida.

—¡Ufff! Por fin he terminado— resoplé, y al tapar la fibra, giré en dirección a la mesa encontrando la mirada de los presentes clavándose en mi.

—¡Waw! ¡Si que estás con todas las baterías conectadas! —agregó Lee, un joven de pesados anteojos y ascendencia oriental, desatando la risa desaforada de todos.

No pude evitar ser contagiada por la onda expansiva.

— Llamémosle... ¡inspiración! —mentí. No quería asumir que si pensaba en otra cosa que no fuese trabajo, mi cabeza estallaría gracias a mi cuñado.

Tras varios minutos de explicaciones, preguntas y respuestas, todos regresarían a su sitio, a encaminarse con sus nuevas tareas. Desplomada por el esfuerzo mental de la mañana, caí sobre mi silla como un costal de papas.

Levanté la tapa de mi ordenar, me calcé mis gafas de super-chica, introduje la contraseña para desbloquear su letargo y abrí mis correos.

Tal como supuse, Lisa enviaría un mail la noche anterior; las 3am se visualizaban en el encabezado, con todas las tareas que quedaban pendientes. Su ausencia durante toda la semana sería un gran desafío.

Por fortuna, la mayor parte de las tareas encomendadas por mi jefa, habrían sido habladas con los muchachos durante mi frenesí; dejando expuesta una lista con varias cosas que aun quedaban pendientes. Otras tareas de menor envergadura, como ser llamadas a proveedores y averiguación de costos, por ejemplo, serían labores que delegaría en Estela, una de las muchachas nuevas que poseía un buen léxico y era capaz de convencer a los mismísimos estadounidenses de que el Capitán América era en verdad mexicano.

"Entre la Miel y la Hiel" - (Terminada)Where stories live. Discover now