Capítulo 2: Lilo y Stitch

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La primera semana en Dahl fue muy laboriosa. A parte de tener que ayudar a organizar la casa, Jane tuvo que hacer todo el papeleo para la matrícula del nuevo instituto. El edificio era bonito para ser un centro educativo público: Calculó que tendría unos cinco pisos, y al juzgar por la pureza del blanco de su fachada lo habían pintado hace poco. La entrada, grande y verde, estaba protegida por un muro de piedra de medio metro con vallas de al menos 2 metros y medio sobre él. La puerta, que formaba un arco apuntado, se abría de par en par invitándola a atravesar el camino de graba que separaba ambas partes del jardín e iba directo a la entrada. Justo sobre ésta había un enorme letrero en el que se podía leer "Instituto Andersen".

Estaba nerviosa y su estómago se lo recordaba. Empujó el portalón de cristal y, por fortuna para ella, conserjería estaba justo en frente. Sacó la carpeta con los papeles de su bandolera y se dirigió hacia ella esperando a que alguien ocupara pronto su puesto tras la ventanilla. Cosa que no ocurrió, por lo que decidió explorar un poco.

Se abrían dos caminos tanto hacia la derecha como hacia la izquierda, ambos con pasillo recto o escaleras hacia el primer piso. El camino de la derecha estaba más iluminado debido a la posición del sol, por lo que decidió adentrarse en ese pasillo en el que no había nada más que bancos y ventanas hasta doblar la esquina, donde estaban las aulas, todas abiertas desprendiendo olor a pintura. Volvió sobre sus pasos y subió las escaleras que la condujeron hasta un nuevo hall con una gran isleta en medio donde se abrían varias ventanillas, una puerta y una oficina en su interior, donde había una mujer voluptuosa sentada en una silla de escritorio negra. Sobre las ventanillas había un cartel: "SECRETARÍA". Jane tomó una bocanada de aire, espiró y se acercó a hablar con la mujer.

- Buenos días ¿Es aquí dónde hay que entregar los papeles de la matrícula?

La mujer se puso en pie y se acercó a Jane clavando sus pequeños y rasgados ojos sobre ella. Era más alta de lo que había esperado. su rostro agrio y arrugado, hacía que el maquillaje se le acumulara en los pliegues de las arrugas formando unos desagradables surcos rellenos de base algo más oscura que su piel. Sus labios, finos, secos y pintados de rosa, estaban fruncidos en una mueca de desagrado que parecía permanente.

Extendió una de sus largas manos al tiempo que se ponía las gafas de ojo de gato que llevaba colgadas al cuello. Jane permaneció inmóvil unos segundos observando a la mujer y tratando de contener una mueca de desagrado (y temor). Finalmente entendió lo que quería y le entregó la carpeta con los papeles.

La mujer abrió la carpeta y, sin pronunciar palabra, comenzó a observar y leer cada folio, seguidos de las fotografías de carnet y las copias de los DNI.

- Todo correcto - dijo finalmente.

- ¿Ya está?

- Si, si... puedes marcharte - dijo mientras archivaba la carpeta.

- Gracias.

No obtuvo respuesta. El primer contacto con el instituto no había sido demasiado agradable.

De nuevo en la calle, y sin demasiadas ganas de regresar a casa, Jane tomó el camino hacia las playas. Todavía no había tenido tiempo de verlas y le apetecía ver el mar. Tras treinta minutos caminando por fin pudo pisar la arena. Se descalzó, cogió sus tenis y se dirigió a una zona sombría poco concurrida próxima a las rocas. Dejó caer su calzado y cuerpo sobre la arena dorada y aspiró profundamente el aroma salado del mar que arrastraba la brisa. Cerró los ojos y ahí se relajó escuchando el romper de las olas y el canto de las gaviotas... hasta que algo se abalanzó sobre ella.

Abrió los ojos sobresaltada y no pudo evitar gritar cuando vio lo que había sobre su regazo ¡El perro más feo que había visto nunca! Complexión robusta y asimétrica, grandes ojos negros donde verse reflejada, uñas y dientes afilados que sobresalía y lo más inquietante ¡pelo azul! No era un azul como el del cielo despejado o el de la caja de pinturas, pero en efecto el pelaje del perro dejaba entrever un tono azulado. Asustada, dio un manotazo al animal y este calló sobre la arena, lo cual Jane aprovechó para ponerse en pie y alejarse de ese ser.

Oyó la voz chillona de una chica joven tras de sí.

- ¡Stitch, Stitch! Te he dicho mil veces que no asustes a la gente, perro malo.

La chica, de piel morena y larga melena lacia y negra, se acercó al perro y le roció el hocico con un spray de agua. El animal comenzó a gruñir y a retorcerse por la arena como si le acabaran de bañar la cara con ácido. Jane dedujo que al animal no le gustaba demasiado el agua.

- Creí que esto ya lo habíamos superado ¡Que vergüenza! - continuó la chica hablándole a su perro. Se giró hacia Jane y sonrió -. Lo siento mucho, no suele hacer este tipo de cosas, no sé que le ha podido pasar.

- Ah... tran-tranquila - respondió Jane tratando de ser amable y no parecer demasiado asustada tras el incidente.

- Tienes mala cara ¿te encuentras bien?

- Si, si... es solo que... nunca había visto un perro... así - Jane volvió la vista para ver de nuevo al animal y lo sorprendió metiéndose la lengua en la nariz. Por un momento sintió nauseas.

- ¿¡A que es genial!?

- No estoy segura de que esa sea la palabra que busco... - respondió más para ella misma que para la chica morena.

- ¡Se llama Stitch!

- Oh, que nombre tan curioso... como el perro - dijo entre risas nerviosas.

- Stitch es super listo, verás: Stitch, pide perdón.

El perro miró a su dueña con cierta cara de desagrado, lo cual incomodó más a Jane. Sabía que los animales podían ser expresivos, pero ese perro era demasiado, incluso resultaba siniestro.

- Stitch... - repitió la chica apoyando sus manos en las caderas.

El perro se acercó a Jane, la cual retrocedió un paso instintivamente tratando de no perder la sonrisa de cortesía que tanto le estaba costando mantener. El animal se alzó sobre las patas traseras, quedando a la altura de las rodillas de ambas chicas. Juntó las patas delanteras como malamente pudo y agachó sus largas orejas. Jane sintió un escalofrío.

- ¿Lo ves?

- Ah... si, genial, te-te perdono - respondió con voz temblorosa -. Esto... yo debería irme, acabo de mudarme con mi familia y aún hay mucho que hacer en casa así que si me disculpas... ¡Un placer!

Jane cogió sus tenis y comenzó a correr hasta la salida de la playa.

- ¡Igualmente! ¡Me llamo Lilo! - gritó para que Jane la oyera, pero ésta solo respondió alzando el brazo en gesto de despedida. Lilo se agachó para acariciar a su perro -. Creo que le hemos caído genial.


2nd Generation (Español) -PAUSADA-Donde viven las historias. Descúbrelo ahora