Capítulo 14.- Nacido para ser muñeco

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¡¡Lo prometido es deuda, capítulo nuevo hoy sábado!!

• Para los que no me siguen, puse un mensaje nuevo. Si este capítulo llega a más de 20 vistos para el próximo miércoles publicaré el siguiente capítulo.

•Si alguien desea que le dedique cualquier capítulo, sólo háganlo saber en los comentarios.

Au revoir, lectores fantasmas :)



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Se encuentra en una lugar de paredes vacías y grisáceas, su habitación. Le gusta pasar tiempo ahí, está todo tan vacío... abandonado como él.

En ese lugar estaba protegido, no le harían daño allí, siempre supo que su vida era distinta a la del resto de niños, aunque no sabía por qué. Envidiaba a los niños que iban al parque, jugaban, y tenían amigos. Ojalá el fuera como ellos.

Había tantas cosas que no entendía y tantos sueños por cumplir...sueños que se fueron desvaneciendo con el tiempo, quedando en el olvido.

Su padre era a quien más quería, pero no lo entendía. Nunca comprendería por lo que está pasando.

—¿Papá puedes cambiarme de colegio? — impaciente una noche antes de acostarse.

—Gonzalo otra vez con lo mismo — contestó irritado.

—Ya hablamos del tema, estas bien en el colegio — mirándolo fijamente — ¿Has sacado malas notas?

—No, es eso papá — resoplando — es solo que no me gusta.

—¿Pero por qué? — mirándolo sin comprender — ¡Debe haber una razón!

—Algunos chicos mayores me molestan—mordiéndose el labio — ¿Puedes?

—Habla con ellos, siempre habrá esa clase de gente, no les haga caso — dándole un beso, y saliendo de la habitación.


***



Tenía amigos, o bueno eso pensaba cuando el bravucón del colegio lo comenzó a molestar todos se alejaron de él, nadie lo defendió, hasta se burlaban cómo los demás.

Gonzalo se deprimió tanto con eso, pero en casa seguía con su vida normal, su papá no sospechaba nada.

Con el tiempo, acabó creyendo que era normal, y justo que esos chicos lo humillaran. Llegó a pensar que merecía que le golpearan, al fin, y al cabo todos conocían su nombre.

Sabían que era el muchacho a quien trataban mal, esa era la única atención que recibía en la escuela. No era invisible.

                                                                                             
***

Los tiernos ojos se abrieron de asombro al ver a un hombre con un pedazo de torta.

—¿Para mí?—incrédulo sin dejar de mirar el postre.

—Claro hijo ¿Dónde tienes la cabeza? — dándole un beso — es tu cumpleaños.

—Ah, lo había olvidado — agachando la cabeza.

—¡En serio te olvidaste de tu cumpleaños! — sin poder creérselo.

—No, solo era un broma — riendo sin gracia.

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