-Primer Capítulo-

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El ruido de un golpe y unos gritos me despertó, así que abrí los ojos de golpe y bajé las escaleras casi volando, sabiendo lo que me iba a encontrar en la planta de abajo.

—¡Maldita zorra, levántate de ahí! —al llegar pude ver desde la puerta de la cocina a mi madre en el suelo sangrando por la nariz, y a mi padre alterado y con un asqueroso olor a alcohol de pie delante de ella. Estaba furioso.

—No —mi madre se tapó la cara, mientras sollozaba sin parar—, por favor — Él no le hizo caso.

—¡He dicho que te levantes, estúpida! —se inclinó hacia delante y la agarró del pelo haciendo que se levantase casi de un solo tirón.

No podía ver más. En ese momento entré en escena y empujé al que se hacía llamar mi padre hacia un lado para que se alejase de ella, pero lo único que obtuve fue un gruñido y un puñetazo que no vi venir en mi ojo derecho. Un dolor punzante se cernía sobre la mitad de mi cara, pero dejando de lado eso, había conseguido que él centrase toda su atención en mí y que se olvidase de mi madre.

—¡No te metas pequeño bastardo! —él se acercó a mí despacio, con las manos en puños, y me preparé para los golpes.

Era siempre lo mismo, él bebía hasta perder el sentido, venía a casa, se inventada cualquier excusa para pegarnos, yo intentaba detenerle y después me pegaba mientras mi madre chillaba para que dejase de hacerlo. Todo era un jodido círculo vicioso y comenzaba a estar harto.

El tiempo se ralentizaba cada vez que todo esto se repetía, entraba en una especie de trance que hacía que oyese los gritos como si estuviesen lejanos y me veía desde el exterior. Miserable. Veía lo patético que era, la vida patética que tenía y cómo no podía hacer nada para remediarlo.

—¡Detente! ¡Por favor! —oía gritar a mi madre. Miré a los lados intentando encontrar algo con lo que defenderme, sin embargo, solo encontré mi reflejo en el espejo del pasillo.

Una expresión triste, vacía, sin alma. Las manos en los oídos y una vocecita que decía,

«No te molestes en intentarlo».

A veces quería rendirme, puedes creerme, más veces de las que recuerdo, no obstante me negaba a dejar a mi madre en aquel infierno. Podía ser un cobarde y todo eso, pero no permitiría que eso pasara, jamás.

Cuando se cansó de golpearme, murmuró un "No servís para nada" y se fue de casa tambaleándose. La verdad era que seguía sin saber en qué trabajo debía estar metido para que le diese tiempo a emborracharse y a meter dinero en casa a la vez. Aunque casi que prefería no saberlo.

Me quedé tendido en el suelo, sin poder moverme y mirándome en el reflejo, todo el dolor se había desvanecido y me sentía adormilado.

«¿Cómo hemos llegado a esto?" me pregunté a mí mismo, apartando la mirada cuando las náuseas ascendieron por mi garganta.

Nunca me había metido con nadie, no había robado nunca, hasta intentaba no molestar mucho manteniéndome al margen; y aun así, las palizas se repetían y se repetían como un castigo.

«¿Qué he hecho para merecer tanto odio?»

Por esas cosas quería desaparecer del mapa continuamente, quizá era mejor que terminase con todo y dejase de molestar.

—Cariño, lo siento tanto —mi madre se acercó a mí en el suelo y me abrazó con la poca fuerza que le quedaba—, tan pronto como consiga ese préstamo, nos iremos de esta tortura, te lo prometo —mientras apretaba aún más su agarre, me besó la frente con cariño y pensé que iba a desmayarme del agotamiento.

Danger ↬ VkookWhere stories live. Discover now