Capítulo XLI: Preocupaciones

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[ L y n n ]

Me desperté, aún molesta por lo de anoche. 

Había empujado a Theodore al otro lado de la cama; no quería que nadie siquiera me hablara en ese momento.

Estaba frustrada, no sabía qué hacer. 

¡¿Cómo se le pudo ocurrir decirle todo a un mundano?!

Es que no se podía ser más imbécil.

¡No se le ocurrió nada más inútil que un mundano!

¿No se lo podía decir a un Bandahll? ¡No! ¡Por supuesto que no! eso era demasiado pensar para la mente de Alice Bentancourt.

Es que si no la quisiese tanto ya la hubiera golpeado en toda la cara hasta que entendiera.

Ella quería encontrar a sus padres, o al menos esa era su maravillosa excusa para decírselo todo al tal Aiden.

Es decir, ella fue y se lo dijo a un mundano cualquiera, en vez de a los seres mágicos, cómo ella, que quizás pudieran usar sus poderes para encontrarlos.

¡Brillante!

Es que... Es que.... había pasado demasiado tiempo con Aarón.

¡Porque es que no hay otra forma de que me entrase en la cabeza lo que ella hizo! Sabía que no era la mejor en todo, pero no que era tan tonta.

Me daban ganas de arrancarle la cabeza a alguien. ¡¿Cómo es que pudo ser tan egoísta?!

¡¿Acaso no pensó en nosotros y en las consecuencias que podía traernos?! ¡Por supuesto que no lo hizo! ¡Es Alice!

Todo es de mí, de mí, de mí. Mis padres están muertos, dime si alguna vez ella me ha preguntado cómo me siento.

Ya no recuerdo cuándo fue la última vez que la dejé llorar en mi hombro por no tener a sus padres consigo. ¡Porque siempre le servía de consejera!

«Será imbécil. Es que... lo peor de todo, ¡Es que no puedo enojarme lo suficiente porque la quiero!»

─Ugh. ─me levanté de la cama; Ted ya estaba despierto en su lado, pero no había dicho nada. Sabía que estaba enojada.

─Lynn, tienes que calmarte. ─intentó ayudar pero le aparté y me encerré en el baño.

Tomé una fría ducha. Salí del baño y Ted seguía allí; se estaba vistiendo.

Lo ignoré y me vestí. Tomé mi bolso y a Freckles.

Estaba dispuesta a salir furiosa y quedarme en el patio para pensar en lo que iba a hacer con todo eso, pero Ted me tomó del brazo.

─Lynn, espera. No me has dicho qué te sucede, te lo estuve preguntando anoche pero no dijiste nada, ¿Es por mí? ─preguntó con cara de preocupación. Me sacudí bruscamente.

─¡No todo tiene que ver contigo en esta vida! lamento decepcionarte, niño bonito. Y no, no eres tú, soy yo, ¡Sólo déjame en paz! ─grité y bajé las escaleras.

Salí al patio y me senté sobre un tronco, así, tal cuál. Había un lago precioso no demasiado lejos, justo al lado de la cabaña, así que me senté y me quedé observándolo.

Freckles se puso a jugar con algunas hojas anaranjadas que estaban en el suelo y se cayó con las mismas. 

Pensé en Astrid y en lo mucho que quería decírselo, pero había hecho una promesa.

Es que yo era tan imbécil que no podía romper mi promesa.

—¡Tonta, tonta, tonta!—grité para mi misma y Freck me observó con tristeza.

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