Capítulo XXXIV: Cambridge

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[ L y n n ]


─Prepárense para el aterrizaje. ─dijo una voz femenina que salía del avión, y que me hizo salirme del sueño profundo en el que estaba sumergida en el cómodo hombro de Ted, quien estaba dormido a mi lado.

Habíamos llegado de noche, pero aún así lo poco que se distinguía de la iluminación del aeropuerto y la ciudad en sí.

─Theodore ─lo moví un poco y se quejó tiernamente, sonreí─. Osito, estamos llegando. ─le señalé la ciudad mientras sus grandes ojos azules se abrían lentamente, pero al ver la ciudad desde esa perspectiva de altura, se sobresaltó y acercó a la ventana.

─Vaya, ésto si que es hermoso.─dijo mientras me daba un beso en la mejilla, asentí y aproveché para robarle un beso que desde hace tiempo necesitaba.

Pero no lo pude soportar por mucho tiempo, pues el avión comenzó a moverse bruscamente, y Ted me tomó tan fuerte por la cintura que me costaba respirar. Minutos después, tenía los ojos cerrados cuando la cosa se detuvo, tocando tierra firme; sonreí a Ted ya que parecía preocupado por mí y no quería que se agobiara por mi culpa. Me devolvió la sonrisa y luego, siguiendo las instrucciones de una dama, nos levantamos de nuestros asientos y dirigimos a la salida.

Jeanine y Amanda estaban delante de nosotros, así que simplemente las seguimos.

─Eh, usted, señorita ─rió un chico no mayor de 30 años por detrás, me volví hacia él, y Ted tomó mi mano con más fuerza─. ¿Es la primera vez que se monta en un avión? ─sonrió hacia mí.

─Ehm, bueno la verdad es que sí. ─respondí amistosamente.

─Pues no tiene por qué estar asustada, los aterrizajes siempre son así. ─comentó y nos adelantó un poco mientras se iba sonriendo.

Cada vez me convencía más de que los mundanos no eran tan malos como yo pensaba, incluso llegaron a agradarme bastante, a decir verdad.

Bajamos del avión por unas mínimas escaleras, en las cuales sentía que me iba a caer debido a mis zapatillas, pero Theodore y Amanda me estaban sosteniendo, así que no resbalé.

─Bien, pues ¡Bienvenidos a Cambidge! ─exclamó alzando las manos con emoción, sonreímos, pero la verdad es que no podíamos apreciar bien la ciudad ya que estaba oscuro, aún así era muy hermoso.

─Ésto no puede ser más maravilloso. ─dijo Alli recostándose de Aarón.

─Bien ─interrumpí─. ¿Y ahora...

─¿Qué?, lo sabemos, siempre hacen esa pregunta ─rió Amanda terminando mi frase─. Pues iremos en dirección a dónde están los Bandallhs... lo que serán unas tres o cuatro horas más en tren.

«Fantástico.»

Todos suspiramos, pero aún así seguimos el rumbo que ellas nos indicaban. Las demás personas se quedaron esperando a que otra máquina extraña les devolviera sus maletas.

─Pero sí que han inventado cosas aquí. ─le dije a Ted, asintió fascinado.

Nosotros no tuvimos que esperar porque no habíamos llevado equipaje, y el poco que tenían Amanda, Jeanine y el tal Aiden era de mano, así que fuimos directo a la salida y caminamos un rato en dirección al tren que tampoco quedaba tan lejos.



Al llegar, vimos unos chicos que parecían alegrarse de vernos, luego me dijeron que eran los hermanos de Jeanine, uno de ellos era el novio de Amanda también, eso quería decir que eran cuñadas; interesante.

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